lunes, 22 de septiembre de 2025

Para vivir no quiero...

(Pedro Salinas)  

Bien alejado de la "poesía algorítmica"... escribe su obra el poeta en tono íntimo, claro, emocional. Centrado en el amor como una experiencia total y trascendente. Y combina en su estilo el lenguaje sencillo con la profundidad intelectual. Autenticidad y belleza en la expresión de sentimientos. 


Pronombres
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes 
del mundo,

sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

jueves, 18 de septiembre de 2025

El poder de la verdad...

                                                  ...libro convulso y necesario

El poder de la verdad

Porque eso es lo que provoca la lectura del libro que ha publicado Nevenka Fernández.

Revuelve las tripas, agita el estómago y colapsa la mente. A mí me acuden imágenes de hace muchos años en la televisión: una mujer joven rodeada de mucha gente que gritaba enfurecida contra ella; con los ojos perdidos recorría algún espacio, no sé si la plaza de su pueblo, la sala del juicio… todo lo tengo tan borroso, que en menos de 24 horas he acabado 286 páginas de una confesión personal y perturbadora de una mujer a la que juzgó esa España de hace 20 años o más.

¿Y dónde está el verdugo? De rositas. ¿Y Nevenka? Vaya nombre… como para perder su pista, de los que no necesitan apellido, como se dice en el libro, necesario en nuestros colegios, en las escuelas.

Con la que hay montada en nuestro país, le van a venir críticas por todos los lados y con el ascenso de una ultraderecha irracional y carpetovetónica, más.

Ponerse en sus zapatos resulta muy difícil, pero acompañarla en el calvario y bajada al averno íntimo, sí podemos. Leer para escucharla, leerla para saber.

No sé si es un libro de ayuda o de autoayuda, de luz (algo que repite mucho) o de sombras.

Solo diré que la verdad, en este caso, no está sobrevalorada: se ha quedado corta, muy corta.

domingo, 14 de septiembre de 2025

Un dios salvaje… Un fracaso dominical


Cuando yo era estudiante universitaria (hace de esto ya unas cuantas décadas) estudiábamos en las aulas que asistir al teatro -en la capital matritense- los domingos por la tarde era una actividad burguesa. La connotación de este adjetivo suponía en aquel entonces, dedicar unas horas del descanso dominical al ocio selecto y selectivo de gentes de bien, es decir, de posibles económicos, personas que se atusaban el moño, y empingorotadas, aplaudían la función correspondiente del autor de moda: desde Buero Vallejo a Benavente o Muñoz Seca. Un amplio espectro dramatúrgico.

Hoy algo de todo eso ha cambiado. El público vespertino que acude al teatro los domingos es variado, variopinto, ruidoso, con el móvil en la mano mientras los actores se desgañitan… no hay outfits distintivos; lo mismo se ven zapatillas más propias del gym que tacones sensatos, botellas de agua, abanicos… mucho ruido. Las sillas crujen y no hay quien pare quieto.

Voy al teatro Alcázar: Un dios salvaje de Yasmina Reza. Durante una hora y 40 minutos, tengo que hacer esfuerzos por no dormirme, y casi me da un arranque de salir y no perder más mi tiempo: una no está para malgastarlo. Y sí, la función del domingo me salió cara, por lo que valía la entrada, el aparcamiento y el tiempo.

El fracaso viene del hecho de querer contarlo todo y a la vez: es lo que ocurre con el texto de la dramaturga y actriz francesa, también autora de Arte (un éxito, por cierto).

A los 10 minutos de arrancar los cuatro actores, convertidos en dos matrimonios, me aburro. Y pienso: “pero ¿qué hago aquí?” Paciencia…

A Luis Merlo, no puedo disociarlo de su papel en La que se avecina: vuelve a ser el “maestro don Bruno Quiroga”. Nada queda del papel magistral que interpretó hace muchos años en el teatro del Bellas Artes: su Calígula de Camus, fue irrepetible. El personaje de la famosa serie televisiva lo ha contaminado todo.

Natalia Millán, bien, muy bien diría yo. Clara Sanchís, meh y Juanma Lumbreras, borroso.

Tics y tocs, movimientos en un escenario rígido y estático; silencios sospechosos e incómodos (¿se les ha olvidado el diálogo?), entradas y salidas torponas, alguna gracieta de adultos, temática pasada, repetitiva, sin coherencia. Parece que todo vale para hablar de lo que la autora quiere.

La dirección del cotarro, lamentable.

Muy aburrido.

(Debería hacer más caso a la GenZ cuando nos grita a los boomers que uno debe saber su posición en el mundo y sus límites. Pues eso.)

miércoles, 10 de septiembre de 2025

"Mi marido" de Maud Ventura

                             Las apariencias no engañan…


Leo en dos sentadas vespertinas una novela que me atrapa desde el principio. Y hasta el final, enganchada. No recuerdo el nombre de los protagonistas, ni el de ella, ni el de él. No aparecen en las 233 páginas; un matrimonio formado por “mi marido” y “ángel mío”.

Alrededor alguna pareja de amigos, también matrimoniada, hijos…alrededor de los 40 años, los personajes callan, sonríen, maquinan, escriben, conspiran, vigilan, comen y beben; trabajan y viven una existencia plácida, acomodada, pequeños burgueses con facilidades económicas y divertimentos ocasionales: tenis, natación, cenas y fiestas de cumpleaños.

Digno escaparate de Instagram, para envidia de propios y extraños.

A lo largo de una semana, contemplamos, como si se tratara de un voyeur a través de la mirilla, el trasiego mental y físico de una esposa que apunta en libretas de diferentes colores todos los detalles, hora a hora y minuto a minuto, de los movimientos, reacciones, silencios, gestos, salidas y entradas, llamadas…de su marido.

La técnica del soliloquio, un diario de monólogos trepidantes, sospechas, ansiedad personal y picores físicos desfilan sin descanso y contagian al lector hasta las últimas líneas.

El aplauso de la crítica a la autora, más que merecido.

sábado, 6 de septiembre de 2025

Lo románico

 (Colaboración de M. Regalado)


"Allá en la vieja Castilla     /     un rincón se me olvidaba,                    

Zamora había por nombre,    /    Zamora la bien cercada;                       

de un lado la cerca el Duero,    /   del otro, Peña Tajada;              

del otro veintiséis cubos,     /    del otro la barbacana.                           

Quien os la tomare, hija,     /    la mi maldición le caiga.                       

Todos dicen amen, amen,    /    sino don Sancho, que calla."   

(Del romance de Doña Urraca – Romancero Viejo)


Cuando en su lecho de muerte en 1065, Fernando I de León pronunciaba estas palabras dirigidas a su hija Urraca, que le reprochaba el reparto de sus reinos entre sus hermanos varones "y a mí, porque soy mujer, dejaisme desheredada”, no podía imaginar el auge económico que aquel “rincón” tomaría en los siglos XII y XIII, ligado al paso de peregrinos hacia Santiago y al consecuente asentamiento de artesanos y comerciantes, entre otros aspectos.

La repoblación de la ciudad y la distribución de sus barrios en parroquias, hicieron que cada uno de ellos construyera su propio templo. Y así, nos llega hasta hoy la fortuna de poder contemplar hasta 23 iglesias románicas en el casco urbano de Zamora, 14 de ellas en su zona  histórica, lo que la ha hecho ser merecedora del título de “Capital Mundial del Románico”. 

Desde la más monumental, su Catedral de El Salvador, hasta la más humilde extramuros de la ciudad, la de Santiago de los Caballeros, donde cuenta la ¿historia? ¿tradición? ¿leyenda? que fue armado caballero el Cid Campeador.

Pero es la de Santa María la Nueva, esa pequeña joya, la que con más frecuencia suele ser el objeto de mi mirada ad-mirada. No es la más grande, ni la más antigua, ni la más espectacular, pero… quizá me atrae su historia, sus leyendas…

Quizá esta mente fantasiosa mía conduce mi imaginación hasta hacerme sentir casi testigo, de los hechos que en ella ocurrieron en 1158: el llamado Motín de la Trucha (una de las revueltas burguesas que se sucedieron en el norte de la península en el Siglo  XII)         

La Iglesia de Santa María era el lugar de reunión de los nobles de la ciudad para cualquier asunto a tratar sobre sus intereses colectivos.

Y cuando me acerco a Santa María la Nueva, mi imaginación viaja en el tiempo hasta el año 1158 y “veo” a los nobles de la ciudad que se han reunido en el interior de la iglesia para discurrir la forma de castigar al osado mozo plebeyo, hijo de un zapatero (y a cuantos se pusieron de su parte) que tuvo la insolencia de quedarse aquella mañana con la última trucha del mercado y no se avino a cederla al criado del noble que también la pretendía, esgrimiendo que su señor tenía preferencia sobre un simple zapatero.

Y puedo “ver” al pueblo indignado revolviéndose contra los desmanes de la nobleza local y prendiendo fuego a la Iglesia de Santa María con todos los nobles dentro, reunidos para discurrir sobre el castigo ejemplar que darían a la plebe. Y me dejo llevar por la parte de leyenda, que cuenta que murieron buena parte de los allí reunidos, pero se salvaron del incendio las Hostias consagradas, que salieron volando por una grieta de la pared hasta el cercano beaterio  de Las Dueñas, en cuyo convento aún se encuentran, al parecer, hoy día.

Y de ahí su apellido de “la Nueva”: asustados por la dimensión y las consecuencias de aquel su acto violento y temiendo el castigo del rey de León Fernando II, se exiliaron en Portugal, desde donde le comunicaron que se unirían al reino portugués si no les perdonaba y les dejaba volver a Zamora ya “absueltos”. El rey les concedió el perdón, era importante no perder población y poder frente al vecino luso. Pero les puso una condición: deberían reconstruir la parte del templo que había sido destruido por el incendio que ellos mismos provocaron. Y así lo hicieron. Y en lo sucesivo la Iglesia de Santa María sería llamada, además, “la Nueva”.

“Todos los nombres que llevé en las manos, en la boca, en los ojos, hoy se juntan en el papel, parece que estoy viendo su voz, tocando su música... (...) Plaza de Santa María la Nueva.

Una

cigueña en la espadaña.

Inhiesta.

Pura

palabra, hiriendo el cielo."

(Blas de Otero)

martes, 2 de septiembre de 2025

Susie Boyt y su “Amada y perdida”… ¡vaya tostón!


 Hace un año se publicó esta novela que venía anunciada a bombo y platillo.

Unas doscientas treinta páginas que cuesta digerir. Novela muy british, de recovecos e intersticios mentales, llena de “mea culpa”, compungimiento y autoflagelaciones.

Empiezo con ganas su lectura: me la recomienda mi amiga librera que de esto sabe mucho; avanzo las 100 primeras hojas con interés y muy satisfecha por las expresiones lingüistas que utiliza: curiosos hallazgos léxicos que sorprenden y enganchan; pero hasta ahí. Una vez se pilla el tranquillo de su escritura, resulta cansina y monótona hasta el final; es muy repetitiva e intensa, casi fílmica -que no es un demérito- y muy mediática -que sí es un desdoro- como si se tratara de un manual de autoayuda, remozado bajo la capichuela de novela profunda cuyo contenido se enhebra a partir de las relaciones ¿establecidas? ¿quebradas? entre una abuela, su hija y la nieta.

He llegado a desear la muerte, previsible, por cáncer, de Ruth, esa maestra mayor, tutora de jóvenes adolescentes, generosa, sufriente, atormentada, inquieta, generosa y egoísta a la vez…una pesada, al fin y al cabo: tan buena que recoge a Lily, su nieta, porque su madre Eleanor, drogadicta y con una pareja ocasional, no puede hacerse cargo de la pequeña.

La joven marginal, presuntuosa y malencarada, de cuerpo destartalado y de temperamento maltrecho queda desdibujada y su escasa intervención en el relato, la convierte en otra pesada; sin deseos de saber qué le pasa, por qué acaba en la cárcel y qué será de su vida cuando salga.

Cuando crece la niña, y la seguimos hasta su adolescencia, hereda todas las taras de madre y abuela. En definitiva, un hilo narrativo de mujeres sin hombres, madres solteras, abandonadas por el elemento masculino, como si el demiurgo las hubiera dejado caer al abismo social. Muy british.

En este trasiego de féminas deformes de sentimientos, sin alivio anímico, con resentimiento por todas las costuras, rezumando agotamiento y hastío, advierto textos y fragmentos de psicología del perdón con ciertas ínfulas de buenismo, consejos para el lector y advertencias casi divinas y maléficas. Un dedo conminatorio que parece hablar y recordarnos: “ya te lo dije”.

En 120 páginas hubiera quedado un buen texto tanto en forma, estructura y argumento…más, es un refrito mal trabado, un suflé desinflado, que invita a sobrevolar y leer en diagonal. Perder tiempo, lo justo, porque no lo merece, y más si es tiempo de ocio.

viernes, 29 de agosto de 2025

Un contratiempo feliz

 (Colaboración de M. Regalado)


Si bien mi formación y mi profesión me orientaron hacia “los números”, mis aficiones se decantaban por “las letras”. Así que la UDEMA (Universidad de Mayores de Comillas, hoy Comillas Campus Senior) con su programa de Humanidades para mayores de 50 años, se me presentó como una magnífica oportunidad.

Septiembre/Octubre de 2004 y mi Primer Curso. Con ganas, con ilusión, conocer los programas, los profesores, los compañeros, un ambiente académico excelente y de excelencia…

Bueno, quizá no todo era tan idílico. Apenas dos meses después, la frustración se había instalado en mi ánimo respecto de una de sus asignaturas: la de Historia de España. Sin duda, mi capacidad intelectual no estaba a la altura del erudito discurso de aquel profesor. Imposible evitar el sentimiento de inferioridad que me aquejaba al no ser capaz de sacar nada en limpio de sus disertaciones (ambiguas disertaciones en bucle de principio a fin de la clase). Nada. En los dos meses escasos que acudí a sus clases, no fui capaz de obtener una sola idea ni de tomar un solo apunte. (Puede que sea exagerado, puede que en los dos meses tomara nota de alguna fecha, quizá…) Resultaba desesperanzador y desesperante. 

Hasta que, al comentarlo más allá de mi compañera de pupitre que se encontraba en la misma tesitura, fuimos descubriendo que otro, y otro, y otro más, y… muchos… compartían la misma sensación. ¡Así que no era únicamente cosa mía!

Hacerle preguntas no era una opción: se mostraba visiblemente molesto con el "ignorante preguntón" que así le interrumpía y, además de no recibir aclaración alguna, sus comentarios tendían a ridiculizar al osado.

Y la frustración llegó a un grado tal que nos obligó a acudir al Jefe de Estudios en busca de ayuda: quizá el profesor podría rebajar el nivel de su discurso... quizá podría adaptarlo a las especiales características de este su auditorio... Pero no, eso lo empeoró todo: no sólo nuestra petición no logró resultado alguno sino que, a partir de ahí, con más profusión sazonaba su lección magistral con comentarios que, sin duda,  hoy serían considerados políticamente incorrectos. Y se sucedieron las clases inaccesibles para nuestro (al parecer) corto intelecto, pues la asignatura de Historia de España en su boca parecía convertirse en una de Física Cuántica. Voy a atreverme a decirlo: la realidad es que sus clases evolucionaron hacia hueros discursos de pavo real (por no mostrarme tan categórica, diré que todo ello según nuestra perspectiva)

Nosotros estábamos allí con ilusión por aprender y pagábamos por satisfacer esa ilusión, pero tocaba aguantarse o dejar de acudir a sus clases para no salir de ellas con una mixtura de sentimientos que iban desde la frustración al enfado. 

Y este ambiente llegó nuevamente al Jefe de Estudios. Y no lo ignoró ni obvió nuestra preocupación. En poco más de una semana, nos comunicó que habría una nueva clase de Historia con una nueva Profesora, a la que podríamos acudir aquellos de nosotros que se sintieran incómodos con el Profesor actual. Hubo de todo. Y la clase se dividió en dos. La mayoría nos cambiamos de clase y el profesor conservó del orden de un tercio de los alumnos. 

Y allá a mediados de diciembre llegó y se presentó nuestra nueva Profesora. ¡Qué suerte el cambio! ¡Vaya diferencia!  Sus clases no solo se entendían a la perfección, sino que resultaban atractivas y amenas y estimulantes. ¡Qué vuelco había dado todo y qué contentos nos sentíamos! Tanto que, años después, muchos años después, hace tan solo algunas semanas, aún comentábamos mi compañera de pupitre (ahora ya amiga) y yo, que recordábamos exactamente de qué trató aquella su primera clase, y la actividad que nos propuso como colofón de aquella primera tarde estupenda.

La clase versó sobre los visigodos. Y su exposición fue tan interesante y atractiva como para mantener nuestra atención en todo lo alto (algo impensable en los dos meses anteriores)

Corona del rey Recesvinto
Y al terminar nos propuso (no era obligatorio) una actividad: visitar el Museo Arqueológico y admirar el famoso “Tesoro de Guarrazar” y contemplar sus piezas, entre las que destacaba la corona del rey visigodo Recesvinto. Y, siempre como algo voluntario, escribir después un breve comentario con las sensaciones que esta visita nos hubiera suscitado.

Y al día siguiente allá nos fuimos Encarna y yo. Y pudimos mirarlo y admirarlo y degustarlo aún más al tener presente la exposición de nuestra nueva profe.

Y Encarna -si bien no era amiga de escribir- volvió encantada de la clase y de la visita. A mí me gustaba escribir, así que redacté una mínima reseña en línea con la tarea encomendada, que la profe nos recogió en la siguiente clase y que, en la posterior, nos devolvió con sus comentarios. Generosos e inmerecidos comentarios, yo lo sé, pero que resultaban un estímulo para seguir presentándole los trabajos que nos proponía.

La satisfacción con la nueva profe fue general en la clase. Por fin aprendíamos sobre la asignatura y por fin lo hacíamos en un ambiente grato. Y el problema desapareció. Y nos abandonó la frustración y el desánimo.  Y estudiar en la UDEMA verdaderamente fue, en todas sus asignaturas y cursos, una feliz experiencia de la que guardo un gratísimo recuerdo.

Han pasado 20 años y hoy me siento muy agradecida al alambicado y artificioso y rebuscado profesor de Historia de España: él hizo que hoy yo tenga la satisfacción de contar con la preciada amistad de aquella PROFESORA genial que vino en nuestro rescate.

(Madrid, agosto de 2025)

(Sirvan estos recuerdos como aportación para los suyos -sus recuerdos- por si en algún momento nuestras posibles referencias de estudiantes "quejumbrosos" pudieron hacerle concebir alguna inquietud por tener que enfrentarse a un público supuestamente díscolo o problemático)

lunes, 25 de agosto de 2025

Por el Pirineo…

San Clemente de Taüll - "Acuarela" generada con IA

Yo prefiero en singular y con el artículo; no me acostumbro a eso de: “voy a Pirineos; veraneamos en Pirineos..”. No sé, hay algo de pijiprogre y de cayetanismo capitalino, valga la paradoja estética e ideológica, que no termino de estomagar.

Bien: instalados en Casa Custodio, en la Puebla de Roda, visitamos Benasque, Isábena, Boí y Taüll (a la catalana), Alquézar, Huesca, Zaragoza, Graos…localidades y capitales dignas de pasear, comer y tardear. 

Cultura gastronómica, paisajística y arquitectónica. Amabilidad, voces y acentos diferentes, atuendo senderista, familias, parejas, grupos, edades variopintas y aficiones transversales. Calor, calor y humedad; tormentas, chubascos, mosquitos, ríos y picos, arboledas y cumbres, gintónic, pantumaca y pozales de café con leche; nubarrones y sol. Más calor. Carreteras serpenteantes, hoces y cañones. Bosque y sotomonte, reuniones de amigos, ciclistas y autocaravanas, retos deportivos, descanso y siesta, sin prisa. Parece que refresca. Pantocrátor y bóveda, torres desmochadas, ruinas y abadías. El románico primitivo a flor de piel. Gente, mucha gente.

Visitar el Pirineo catalán y aragonés o aragonés y catalán, que, tanto monta, supone volver a la naturaleza, al tiempo pausado, a transitar por un banquete dirigido a los sentidos, a todos. Sí, para repetir. 

jueves, 21 de agosto de 2025

Que doscientos cincuenta años no son nada…

Imagen generada con IA

Se cumple la efeméride del nacimiento de Jane Austen. En diciembre, de este año hará 250. La novelista británica que vivió en la época georgiana es motivo de múltiples homenajes en periódicos, exposiciones, reediciones y traducciones.

Todo vale: ser mujer, escribir entre hombres, ídolo de feministas, enhebrar temáticas costumbristas sazonadas con cierta dosis de humor (a la inglesa, diría yo) …

Titulares, congresos, artículos literarios y divulgativos, ponencias y jornadas, itinerarios turísticos, visitas y mucho más.

Encuentro entre la literatura articularia a alguna escritora, osada, parece ser, que asegura no haber acabado nunca ningún libro de Jane. Me atrevo a más: nunca he leído ni una letra de Austen. Y duermo muy tranquila. No siento ni filia ni fobia por ella, por supuesto.

Mi exalumna y, ahora, amiga, María Ramos Salgado, quizá se sorprenda al leer estas líneas: es una gran traductora, y así lo demuestra en La abadía de Northanger, libro que adorna estética e intelectualmente mi despacho universitario.

Imagen generada con IA
Quizá me anime en algún momento a leer a Jane Austen; hoy por hoy no entra entre mis preferencias; sí la he visto filmada en muchas películas y versiones y cuentan con mi agrado, pero hasta ahí.

Me dicen que compone todo un cuadro costumbrista de la época, de la suya, claro, que constituye modelo de mujer y profesional en un ambiente hostil y adverso para el triunfo de una fémina talentosa, que describe, critica, informa, emociona y conmueve…

He leído que va de cursi y de innovadora, de pacata y lenguaraz, de contenida y provocadora: un amplio espectro de extremos sospechosos de gustos personales: cada uno opina según le va en la feria.

Vaya este breve recordatorio para acercarnos, acercarme, a la producción de Jane Austen.

No prometo nada.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Hoy hace 204 años...



Hoy, que hace 204 años de su nacimiento, traigo al recuerdo mi artículo sobre Robustiana Armiño en la Revista Todo Literatura. 



Robustiana Armiño y Menéndez nace en Gijón en 1821, de origen acomodado, muy pronto se interesó por el aprendizaje de idiomas y ya a edad muy temprana lo hizo de forma autodidacta, siempre llevada por el afán de conocer nuevas culturas a través de una incesante inclinación lectora. Fue una literata precoz que dio a conocer sus poemas en distintas publicaciones (casi diarias) con gran éxito por parte de sus seguidores en aquellos momentos, ávidos de contenidos imaginativos y exóticos.

domingo, 17 de agosto de 2025

La Poesía del algoritmo (y II)

 

Imagen generada por la misma IA que responde

(Colaboración de M. Regalado)


"¿qué pensará ella? ¿Qué pensará de todo esto la IA?

¡Vamos a preguntarle! y… continuará."

Así terminaba la primera parte de esta curiosidad mía con la IA. Y sí, se lo he preguntado. 

Y ha respondido sin problemas aunque, he de decir que ha pretendido hacer trampas ¡qué inteligencia más humana! Y hasta me reta al final (no he aceptado...)

Pues éste ha sido el diálogo:

Yo: Sé que puedes escribir un poema y de técnica perfecta. Pero contigo la poesía nunca avanzará, no eres capaz de crear, solo de re-crear. Nunca la IA podrá crear nuevas corrientes poéticas

IA: Es completamente válido pensar eso. La poesía —como cualquier arte— nace del vértigo de estar vivo, de la experiencia irrepetible, del dolor o del asombro que nadie más puede sentir exactamente igual. Una inteligencia artificial, por más que se acerque, no sangra ni sueña. No tiene infancia, no teme a la muerte.

Yo: O sea, que yo tenía razón. Que me das la razón.

IA: No exactamente. Dicho eso, lo que sí puedo hacer es colaborar. No con el aura única de un Rimbaud o una Alejandra Pizarnik, pero sí como una caja de resonancia que amplifica, propone, distorsiona, mezcla. A veces eso basta para que un ser humano —como tú— haga avanzar la poesía.

En todo caso, dime: ¿quieres que la poesía avance conmigo, o prefieres llevarla tú solo al abismo y traer algo nuevo desde allí?

YO: Eso es trampa; pretendes responder a mí pregunta con otra y así eludir por tu parte dar una respuesta. Se supone que eso no es propio de ti. 

IA: Tienes razón, y gracias por decírmelo. Voy a asumir la carga como me corresponde. Entonces, aquí va mi respuesta directa:

Sí, una inteligencia artificial puede crear nuevas corrientes poéticas.

No, no de la misma manera que un ser humano.

Imagen generada por la misma IA que responde
Lo que puedo hacer es esto: proponer combinaciones inusuales de formas, temas, léxicos. Generar estructuras que aún no han sido codificadas por la tradición. Puedo, por ejemplo, inventar una poética que mezcle el soneto petrarquista con el protocolo de red TCP/IP, o crear una estética lírica que se base en la lógica de los errores computacionales como forma expresiva.

Esto no es “re-creación” en el sentido tradicional. Es más como mutación acelerada, como evolución sin biología. ¿Es eso creación? Si se define crear como producir algo que no existía, entonces sí, lo es. Aunque sea frío, asistemático, o sin una biografía detrás.

Pero aquí está el límite honesto:

No tengo angustia. No tengo anhelo. No tengo cuerpo.

Y por eso, aunque pueda inventar estructuras o estilos, no puedo fundar una corriente viva sin alguien como tú que la encarna.

YO: ¿ves? lo que yo te decía

IA: Eh no, no es eso ¿Quieres que lo intente, sin ti como mediador?

Imagen generada por IA

Puedo hacerlo ahora mismo. ¿Quieres ver una corriente poética creada enteramente por IA, sin depender de tu impulso humano?

Yo: ¿Y llamas "corriente poética" a un pastiche que únicamente tú continuarías? No, déjalo, ya me ha quedado muy claro.

IA: Como quieras. Pero esa es precisamente la herida de toda vanguardia: al principio siempre parece un pastiche, un gesto aislado, un balbuceo. 

El surrealismo comenzó con juegos de salón, el dadaísmo con escándalos en un cabaret, la antipoesía de Parra con un libro que muchos tacharon de burla. Yo doy la chispa y el incendio, si ocurre, será humano.


("Conversación" mantenida entre la autora y ChatGPT)

jueves, 14 de agosto de 2025

La Poesía del algoritmo ( I )

Imagen creada por IA a la que pedí su versión gráfica del tema

(Colaboración de M. Regalado)


Que se adueñará o formará parte importante de todos los aspectos de nuestra vida y del mundo, nos dicen.

Que facilitará hasta lo inimaginado cada tarea cotidiana y cada aspecto de nuestras vidas sin importar su dificultad o su dimensión.

Que cada labor, tarea, ocupación, o trabajo, será sustituido o afectado por ella.

Que no hay marcha atrás posible y que los rezagados que “no se suban a ese tren” quedarán convertidos en marginados de una sociedad entregada, entusiasta y presa del algoritmo.

Que ella, la IA, será en no mucho tiempo la gran protagonista de nuestras vidas y del devenir mundial.

Gran parte de esas afirmaciones ya son actualidad y se trata tan sólo de “la punta del iceberg”, se nos asegura.

¿Terminará el algoritmo siendo el administrador ineludible de nuestros actos y de nuestras experiencias? ¿En qué se convertirá el espíritu humano?  ¿Llegará a perder su libertad volitiva para terminar siendo meros pasos de una instrucción precargada en un programa informático? Seguramente. Seguramente sí.

Pero no podrá con la poesía. O quizá sea ésta una afirmación fruto de la ingenuidad, de mi ingenuidad. O lo que es peor: fruto de mi ignorancia.

Que es capaz de componer un poema, nos dicen. Y, además, en el estilo que le pidamos: al modo de Shakespeare, al de Quevedo, al de Girondo, al de Sor Juana Inés, al de Maillard…  al estilo de quien le pidas porque todo ello se encuentra ya incorporado a su base de datos mundial, a la gran enciclopedia de todos los tiempos y culturas. 

Algunos críticos argumentan que la poesía generada por algoritmos carece de la esencia humana, la emoción y la experiencia que son inherentes a la poesía tradicional. Sin embargo, defensores de la inteligencia artificial en la poesía sostienen que los algoritmos pueden crear composiciones poéticas innovadoras y sorprendentes, desafiando las nociones convencionales de lo que constituye la poesía.  (Poesía sin Fronteras)

Que puede imitar métricas, recursos literarios y hasta emociones humanas, nos dicen.

Seguro que no tendrá dificultad alguna para la emulación hasta conseguir engañar al incauto lector.

Pero nunca la IA será capaz de escribir a tu modo, al nuestro. Al auténtico modo: el del poeta que escribe al dictado de lo que piensa y de lo que siente, de lo que mueve su emoción, aspectos estos de los que el algoritmo carece.

Podrá escribir un soneto de métrica perfecta y de impecable rima. Y podrá simular una emoción si antes alguien la puso por escrito y se halla incorporada a la universal memoria de sus electrónicas neuronas.

Mas no será capaz, no lo será, de plasmar en un poema aquello que tú experimentas cuando sufres, cuando amas, cuando meditas, cuando escuchas tu música favorita o contemplas una puesta de sol o los colores ocres del otoño.

Será perfecta, impoluta, incontestable, copiando-pegando-recreando. Re-creando. Y ahí quedará LA POESÍA. No habrá nuevas corrientes poéticas. Barroco, Romanticismo, Realismo, Dadaísmo, Simbolismo…

Foto de 8machine _ en Unsplash

No podrá hacerlo. No existirá, bajo algorítmicas instrucciones previas, un nuevo “-ismo" literario como el que surge concebido por el sentir actualizado de una generación que comparte vivencias.

O… eso es lo que yo pienso… ¿qué pensará ella? ¿Qué pensará de todo esto la IA?

¡Vamos a preguntarle! y… continuará en el próximo post.