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viernes, 28 de marzo de 2025

Las jergas profesionales

¿Por qué las jergas profesionales nos resultan tan difíciles de entender?

el laberinto de las jergas profesionales

En la consulta del hematólogo, el médico nos dice que “como principal complicación en postrasplante precoz se presenta EVOH-SOS leve, resuelto con defibrotide y tratamiento diurético. Prendimiento granulocítico en el día +24 y plaquetario del +42”. “O sea, que me voy a morir, piensa uno.

Leemos en un titular la noticia económica acerca de la OPA hostil que va realizar una empresa. Se nos dispara la imaginación y no sabemos si cierran esa compañía y sus empleados van al paro, si la trasladan de sede o nos va a invadir algún enemigo.

“La calibración de esa pieza depende de su desviación y habrá que hacer un análisis de la tolerancia dimensional y verificar su acabado superficial”. Así leemos en el manual de instrucciones del coche que nos acabamos de comprar. Y estamos a punto de devolverlo.

Que alguien me explique qué quiere decir todo esto. No entiendo nada. Groucho Marx en Una noche en la ópera caricaturizó lo enrevesado del lenguaje jurídico-administrativo con su famosa interpretación: “Eso sí que no me gusta nada. Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?”

Con este ejemplo cómico se hace patente la ininteligibilidad de muchos de los mensajes que recibimos en relación a los lenguajes específicos o especializados, es decir, lo que conocemos como las jergas profesionales. Normalmente, se nos escapa casi por completo o en su totalidad su contenido.

Comprender los términos de una hipoteca

Cualquiera que haya solicitado un crédito o haya alquilado un piso, leído un informe médico, escuchado una noticia sobre los avances técnicos o desee pedir una hipoteca, se habrá encontrado con que no todo lo que escucha, lee o firma le resulta de fácil comprensión.

Parece que nos advierten que el lenguaje dedicado a la administración y a la jurisprudencia, a la medicina, a la técnica y a la economía y las finanzas va dirigido a unos pocos. ¿Por qué cuesta tanto captar esos mensajes? ¿Por qué resultan oscuros y crípticos como si fueran jeroglíficos egipcios?

Quizá son los profesionales de cada una de esas áreas quienes se entienden entre sí y el resto queda al margen de su comunicación, apartados y sin posibilidad de participar.

la dificultad de comprender las jergas profesionales

Podríamos pensar que bajo sus mensajes se oculta una intencionalidad, ficticia o real, que dificulta e impide desentrañar el contenido, o quizá ocurre que solo son capaces de expresarse como lo hacen, según lo han aprendido y practicado en su quehacer diario, o tal vez sean lenguajes, no para legos ni profanos en la materia, sino para especialistas en cada uno de los ámbitos particulares.

¿Nos quieren ocultar algo?

Por tanto, cabe preguntarse, ¿se aprovechan del dominio del lenguaje tan específico? Las disciplinas profesionales se parapetan en la monosemia del léxico que utilizan, es decir, en el significado único de cada palabra, sin metáforas ni simbolismos ni connotación personal. Pero, ¿pretenden ocultar algo?

Parece que los lenguajes específicos desvirtúan la realidad, la quieren sustraer, camuflar o solapar; casi siempre subsiste un aire de engaño y de presuposición de ignorancia por parte del receptor. Ahora bien, sus propios usuarios nos aseguran con tajancia y rotundidad que se trata de una forma de expresarse objetiva y neutra.

Deberíamos empezar a perder el miedo a preguntar y pedir que aclaren o expliquen lo que no llegamos a entender. No debemos pensar que la dificultad de comprensión eleva el rango ni la jerarquía a la persona que lo usa. La profundidad de un mensaje se ha de transmitir de manera clara y asequible y esto no significa perder categoría profesional.

Todo ello implica una comunicación con términos sencillos y una redacción sin complicaciones sintácticas para transmitir la idea de forma directa, sin ampulosidad ni ambigüedad.

El uso de las siglas sin referencias, el predominio de la puntuación en las frases cortas y sin verbo, la excesiva nominalización, extranjerismos y latinismos han resultado ser algunas de las principales trabas que hacen de estos lenguajes específicos algo poco accesible y atemorizante.

Iniciativas para facilitar la comprensión

En este sentido, observamos que existen ciertas iniciativas como el Plain language, en los países anglosajones, o el Programa Finanzas para todos, por ejemplo, de cara a facilitar y acercar dichas jergas a la mayoría de hablantes para su comprensión y entendimiento.
Y "ADICAE - Consumidores Críticos, Responsables y Solidarios", se explica muy clarito en este "DICCIONARIO FINANCIERO - PARA QUE NO TE TOMEN EL PELO"  que puedes consultar pinchando en el enlace o en la propia imagen.
Diccionario financiero para que no te tomen el pelo

Debería existir un esfuerzo conjunto entre los profesionales de sus áreas específicas y el usuario del lenguaje estándar empleado por cualquiera.
Conviene clarificar en los diccionarios con definiciones sencillas y asequibles para todos y enseñar no solo desde los niveles más escolares el vocabulario técnico para adquirir cierta familiaridad con sus rasgos propios, sino también permitir, favorecer y proponer el aprendizaje transversal de dichas jergas profesionales a los estudiantes universitarios en cada una de sus titulaciones.
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viernes, 21 de marzo de 2025

Nunca borrar

 UNA TÉCNICA DE ESCRITURA PARA EVITAR EL OLVIDO

Una técnica de escritura: Escribir, escribir siempre y nunca borrar


Cuántas veces preguntan a los escritores más o menos exitosos cómo escriben, es decir, dónde han aprendido a escribir, la técnica que utilizan, cómo organizan los personajes, o seleccionan los contenidos, en qué se basan, cuáles son sus fuentes de inspiración.

¡¡Y cuántas sorpresas de muchos colores nos deparan sus respuestas!!

Un buen puñado de firmas famosas suelen contestar que a escribir se aprende escribiendo y que ellos lo han hecho desde muy temprana edad, y por supuesto, leyendo. Y escuchando historias a los abuelos, a algún tío que volvía de ultramar y contaba sus viajes de intrépido marino.

Yo creo que para escribir hay que fijarse mucho, y mirar mucho también: con los ojos de la cara y de la inteligencia, y observar. Ojos de búho atento. Siempre con la antena conectada.

Mirar y no dejar de mirar. De la mirada a la imaginación y a la fantasía. Inventar vidas, conversaciones, crearlas y recrearlas a nuestro gusto y manera. En la marquesina del bus esperando el trasporte público o la ruta escolar, en el súper o en el parque, en los teatros y en las calles…con mascarilla y con la distancia social reglamentaria, ¡¡pasan tantas cosas!! Y todos los días, solo hay que estar “ojo avizor”. Y a escribir…

Pero la memoria es frágil.

La mayoría de los escritores coincide en el truco y la estrategia de apuntar, y apuntar de todo. No sé si a la manera de nuestros antiguos apuntes académicos, o sí, tal vez ayude… ahora no tanto porque casi todo va en ordenador… esos folios de notas tomadas en clase a toda velocidad, llenos de símbolos y abreviaturas que solo el dueño era capaz de entender, han sido sustituidas por los audios y el tecleteo.

Escribir listas de cosas por hacer, cosas que comprar, cosas que recordar, muchas cosas…me estoy repitiendo, lo sé: pero ocurre que en parte la técnica de la escritura consiste en eso: en repetir. Borrar, NUNCA, en mayúsculas. Trazar esquemas, flechas, guiones y comillas, todo un diseño de simples bocetos que van a cobrar vida con el tiempo, a corto, medio o largo plazo.

Y no cejar en el empeño como muchos dicen hoy en día. Continuar…


Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro.

Papeles y papelitos metidos en tantos  sitios  luego olvidados y vuelta a escribir.

Y todo vale. Yo defiendo que cuando nos viene una idea no conviene dejarla escapar.

Una idea, un pensamiento, una opinión, un argumento o una emoción. Y plasmarla: cuanto antes, mejor.

Recuerdo nuestras redacciones: “La primavera”, “¿Qué vas a hacer durante el verano?”, “Describe el fin de semana”… Lo de siempre, y nos parecía monótono y aburrido. No, en absoluto.

Ahora nos devanamos la sesera en lograr pura originalidad, llegamos al estrambote y a la psicodelia. Y yo entono el mea culpa, claro que sí.

Conviene escribir para no olvidar: las historias que escuchamos o las vivencias propias; para realizar un ejercicio de memoria tan devastada por ciertas moderneces educativas.

Y una vez ya con ganas y tiempo para escribir, avanzar unas líneas más: añadir recuerdos, imágenes y sentimientos; llenar el prosaísmo de la cotidianeidad de algo nuevo, o dejar la realidad tal cual la vemos o nos la plantean.

Reposar. Dejar que descanse el escrito. Nunca revisar inmediatamente lo que acabamos de expresar. Los ojos y el cerebro, somos conscientes de que para escribir empleamos algo más que los apéndices digitales, no dan más de sí. Que se echen una siesta un rato.

Y luego, después de pasear al perro, o ver una serie, o preparar la cena…retomamos lo que ya forma parte de nuestra historia. Verba volant…y ahora es cuando acecha la tentación: con pálpito releemos, y la temible tecla “delete” nos espera sonriendo para que la pulsemos. NO: Borrar, nunca.

Si lo hacemos una vez, entramos en bucle y no dejamos de escribir y borrar, escribir y borrar, encadenando eslabones de un cordón interminable.

Propongo una lectura tranquila sin ánimo justiciero: y a partir de entonces, modificar, añadir, cortar, aumentar a modo de patchwork.

Ya tenemos la segunda versión. Deberíamos buscar a un “sufridor” como en antiguos concursos para que nos escuche lo que acabamos de reescribir: a poder ser alguien que nos aprecie pero que no sienta amor desmedido por nosotros.

Tendremos de esta manera dos puntos de vista: el ajeno y el propio. Nosotros mismos nos vamos a escuchar y parece que estamos en otra sintonía. Nada más lejos que sentir de nuevo la dichosa tentación de borrar.

Después de este ejercicio oral y del esfuerzo que hemos realizado, un nuevo descanso.

Sí. Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro. De nuevo, ante ese primer y retocado intento de escritura, leemos y damos los últimos toques.Ya tenemos unas líneas definitivas para entregar.

Borrar, nunca.

(Publicado en 2021 en El Obrero)

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domingo, 9 de marzo de 2025

Ceremonia de los premios Blanco, Negro y Magenta 2025

  

Blanco, Negro y Magenta
El pasado viernes 7 se celebró en el auditorio del Museo Thyssen una nueva edición de los premios que concede la Asociación Blanco, Negro y Magentauna asociación de mujeres artistas que trabaja desde las artes visuales sobre el concepto de igualdad; además de dar visibilidad a las mujeres artistas y denunciar las injusticias que se producen contra las mujeres, la asociación lleva a cabo una continua lucha contra la violencia machista.

El viernes a las 6 de la tarde, nos reunimos un numeroso público en un acto festivo para reconocer el trabajo de las fotógrafas María Antonia García de la Vega y Soledad Córdoba; premiar al mejor aliado: Luis García Montero, a la Fundación Enaire y al programa El intermedio por sus secciones “Goles son señores” y “Mujer tenía que ser”.

El premio al compromiso fue este año para Cristina AlmeidaPaca Sauquillo y Manuela Carmena.

Hubo danza, aplausos, sonrisas y carcajadas, afecto y ternura. Recuerdos a quienes no nos acompañan ya, deseos de solidaridad y ganas de continuar estableciendo puentes, rompiendo muros. Una red de manos amigas desde el arte creado por mujeres. 

sábado, 1 de marzo de 2025

Esos cielos de verano... tan bonitos

cielo nubes caprichosas
cielo en A Guarda (Pontevedra) - archivo personal

Me distraigo con los hombres y las mujeres del tiempo.

Se mueven por la pantalla en un ir y venir frenético, imparable, ademanes por doquier, gestos y más gestos, bamboleo de brazos y manos, señalando aquí y allí. Imposible concentrarse. Quizá son los nuevos “tiempos” que marcan modas y épocas, lejanas de otras anteriores.

Al final, acabo consultando qué va a hacer mañana o como mucho en los próximos tres días, en mi móvil. Sin animación, “quieto parao” y así retengo lo que me interesa.

Y a partir de ahí, de esos datos…me gusta mucho contemplar los cielos de verano.

Como los pescadores, o los pastores y agricultores que amanecen (o antes, incluso) y levantan la cabeza, en silencio a ver cómo vienen dadas hoy. Expectación diaria.

cielo en Dubrovnik
cielo en Dubrovnik - archivo personal

Yo miro por la ventana y observo colores, siempre hay matices, un cromatismo que se percibe con ojos de bienestar, sorpresa, miedo, ilusión…imprevisibles, tal vez: distintos, siempre… más allá de la latitud donde uno se encuentre.

Siento predilección por la gama de los metalizados: grises que conocí en las pinturas de El Greco, envueltos y cubiertos por un blanco manchado de cúmulos o nimbos…también los estratos se superponen.

Y por los celestes velazqueños que no siempre son azules, sin más, recorren la claridad y la oscuridad a su gusto.

cielo azul
cielo en Madrid - archivo personal

Los enrojecidos de los impresionistas se acercan a la mínima expresión de un cielo delineado, y los cubistas enmarcan una planicie celeste sospechosa y poco natural.

Amanece y por el norte se anticipan temperaturas cálidas pero el cielo aventura más bien lluvia. Día cubierto de nubes espesas que recortan un paisaje verde intenso. Grises suaves y resquicios de un blanco incipiente, el horizonte apunta tormenta. Parece que se desplazan esas masas apagadas allá arriba, lánguidas…en la paleta etérea se adivina un día de bochorno veraniego.

mar y cielo reflejos
cielo sobre el Duero en Zamora - archivo personal

Amanece por el centro y el día tornasolado de una bruma mullida promete calor. Mi retina capta un blanco tiza enredado en el azul pastel.

Son cielos bonitos: de verano. Muy característicos en muchas ocasiones de nuestro ánimo, de nuestros ánimos. Pigmentos para todos los gustos.


Quizá solo sean reflejo de nuestro propio sentir, proyectado hacia el exterior. Están ahí para ser observados, termómetros de un tiempo, de un verano más que discurre estacionalmente a puro brochazo coloreado.

Cielos atronadores, inquietantes, despejados y relampagueantes. Cielos cantados y repudiados, rimados y fraseados. Apuntados y señalados desde la tierra, sobrevolados y superados, místicos y humanos. Suplicantes y agradecidos, expresivos y prometedores. Metafóricos e imaginados.

Amanece en el norte y en el centro. También en el sur y en Levante.

Esos cielos de verano…

(Publicado en El Obrero en agosto de 2021)

sábado, 22 de febrero de 2025

Manos de Goya, Dedos de la IA

las manos de la IA
la IA y sus manos de seis dedos



Me mandan fotos de la IA cuando se le piden imágenes de manos y dedos. Y ella, ni corta ni perezosa, aumenta los dígitos, y en lugar de 5 al apéndice manual le atiza uno más.


Inmediatamente pienso en Goya, en el magnífico artista redivivo que se manifiesta en la actualidad y en el Greco, que también  ve cómo le suplantan la forma de pintar manos y dedos: el maño torpe en su trazado según algunos expertos, el toledano de adopción, sensual y femíneo.
Goya detalle última comunión San Jose de Calasanz
Goya - Detalle de
Ultima comunión de S.José de Calasanz
El Greco Pio V
Pío V  -  El Greco

Manos y dedos que dan para no pocas conversaciones eruditas y populares; más allá de las que perfilan las manicuristas, encontramos las gestuales y parlanchinas que palmotean el viento, cual abanico estival. Unidas la falange, la falangina y la falangeta a la palma tenemos una manaza, que no “un manazas”, aquel que a mano abierta te atiza un zasca, o encontramos una manito (allende los mares), que no “un manitas” o saludamos al que se toma el brazo después del apretujón que te la destroza (conviene evitar caireles que adornan dedos). Pero (casi) siempre son 5 dedos los que conforman una mano.

Menos en la IA, que se deja llevar por su euforia y con un toque de hipérbole las hace prolíficas: manos con más dedos, de los habituales. Vaya lío que se haría el de Fuendetodos si tuviera que retratar más apéndices o la que armaría Doménikos para recrear esa extremidad tan difícil encima del pecho.

La IA tiene vida propia, hace lo que le viene en gana, y si cuela, cuela y si no, a otra cosa mariposa.

Aunque bien mirados…lo mismo se trata de un reflejo del foco, del ojo, de la sombra…


martes, 28 de enero de 2025

¿Qué hacemos con las palabras?

 

palabras

Palabras y más palabras: la palabra proferida, la silenciada, la palabra traducida y la interpretada. Esa palabra que nos ahoga…
Escuchamos palabras, muchas. 
La palabra fija realidades, tiende puentes y quiebra barreras. 
Hablamos y lo hacemos desde nuestras entretelas; creamos redes verbales llenas de sentimientos, afectos y desencuentros. La palabra pronunciada a voz herida, la que se escapa a puro grito y la que clama reflexión.

Contamos sentires y expresamos quereres; la palabra que entendemos y la que nunca llegaremos a comprender.

El abismo entre la comunicación o la ignorancia. Somos seres sociales y necesitamos establecer canales: el lingüístico, imprescindible, y el cultural, sin lugar a dudas. Ahí tenemos el binomio abierto por el que se escapan ideas, prejuicios, deseos, pensamientos, ilusiones y vida.

El ser humano posee la capacidad de desarrollar estas coordenadas con el fin de aproximar al otro, y así facilitar la sonrisa facial, reflejo del entendimiento mutuo.
En alguna ocasión he hablado del papel mediador que cumplen traductores e intérpretes. De su relevancia en la actualidad; resulta necesario traducir e interpretar textos, informes, discursos, acuerdos y resoluciones, mensajes privados y consensos colectivos.

Mucho se nombra el cliché de la “torre de Babel” y la imaginación febril de quien suscribe estas líneas se desboca provocando fotogramas caotizados en un batiburrillo de márgenes sin definir, un totum revolutum cuya confusión solo conduce al marasmo.

Si ya Alfonso X en sus famosas Partidas animaba al estudio y al trabajo conjunto entre discípulos y maestros, o Cervantes instaba a la impresión de libros en su obra canónica, si el Padre Benito Feijóo se esforzaba denodadamente por desterrar supercherías o José Cadalso describía viajes y costumbres, sería porque ellos entre otros muchos algo sabían de tradiciones, cultura e idiomas…cada uno en su género, desde su esquina literaria: leyes, teatro, novelas o cartas.
Fueron algunos de los pioneros que anhelaban la luz en ese galimatías que provoca el fruncimiento de quien ignora los entresijos de mensajes imposibles de descifrar.


Por eso, hemos de pensar en una lengua con palabras; dicha afirmación no debe considerarse perogrullada. Traducir e interpretar consiste en emplear la palabra como portadora de la idea: única llave para abrir y explicar conceptos, para visualizar obras y acciones, para testificar a los demás lo material y lo espiritual. Quevedo, Montaigne, Unamuno…versaron y fabularon con palabras plenas de verdad, crearon mundos propios de la naturaleza humana convencidos de que el hombre lo es por la palabra, auténtico y genuino instrumento para mostrar nuestra propia forma de percibir el mundo, por lo tanto, el reflejo cultural de una sociedad en un momento determinado.

París acoge una institución, en la que he impartido varias conferencias hace unos días: el antiguamente llamado Institut Supérieure d’Interprétation et de Traduction (ISIT), que hoy recibe el nombre de Institut de Management et de Communication Interculturels.

Muy interesante si analizamos la nomenclatura actual según lo que venimos contando.

Creo que no es muy arriesgado afirmar que la palabra es mitad de quien habla y mitad de quien la escucha: “et voilà”: traducir e interpretar consiste en transmitir, avanzar en el conocimiento del otro y de su contexto, es decir, descubrir sus particularidades e ir más allá de la “aldea”, para evitar el etnocentrismo y provocar sinergias, movimientos continuos entre emisor y receptor, llegar a los demás en su más amplio sentido.

Para la interpretación se precisa un nutrido bagaje cultural, una buena dosis de intuición, de creatividad, incluso ciertas dotes de improvisación en tiempos de globalidad, una época de ausencia de fronteras idiomáticas en que traducir e interpretar favorece el vínculo entre diferentes modelos de sociedades, que se manifiestan por medio de su lengua; la misma expresión “cultura velada” (hidden culture) refleja la imposibilidad de transmitir una lengua sin hacer continua referencia a la cultura de sus hablantes.

La palabra que une, siempre, la palabra serena que conduce a la paz.

Ojalá que estas palabras no se las lleve el viento y permanezcan en nuestra memoria y sobre todo… en el corazón.

sábado, 25 de enero de 2025

Hoy he vuelto al metro...


Metro Madrid

Después de varios años sin bajar al subway, hoy me he decidido y he hecho una inmersión por el underground madrileño.

He comprobado lo fácil que es viajar con una tarjeta, que lo mismo sirve para el bus que para el metro con múltiples posibilidades de pago…y lo amable que es el personal que atiende a una sesentera, rubia y tonta como yo que ha dejado de estar en la circulación viaria durante algún tiempo.

Llevo en Madrid casi 40 años y nunca he conseguido aprenderme los números de las líneas, solo me guío por colores…gran problema si fuera daltónica.

Así que entro en la (línea) gris, la circular y ¡ojo! si la tomo en una o en otra dirección.

Observo que todo el mundo va con su móvil menos yo, que, a buen recaudo en el bolsillo con tapa y botón de mi abrigo, lo dejo quieto.

Y empiezo a mirar, sin pudor divino y con osadía humana a diestro y siniestro. Con los ojos de la cara y con los ojos de la inteligencia.

¡Qué diferentes somos los blancos y los negros, los amarillos y oliváceos…! Un gran crisol de gente, una amplia paleta polícroma, un auténtico espectro de humanos. Mascotas no encontré, pero recuerdo y me consta que haberlas haylas y suben a los vagones.

Pijas universitarias con melenas bamboleantes, universitarios flowerpower con tupés al viento, chándales y zapatillas de colorinchis, eslavos, dominicanos, vietnamitas, ecuatorianos, alemanes, angoleños y cameruneses…sí, por mi edad y mi trabajo, he llegado a diferenciar e identificar, con escaso margen de error, su origen propio y familiar. Otra cosa es que nos engañe la pupila y confundamos el ser con el nacer.

Mucha población autóctona que viaja gratis en el metro por superar los 65. Bolsas, mochilas y móviles, gran cantidad de sonidos, pitidos, conversaciones, canciones que escupen las pantallas electrónicas.

Decido usar las escaleras mecánicas: no quiero obedecer a mi hematóloga y practicar los steps subiendo a pie. Veo la zona del desfibrilador: bien, just in case.

Para volver a casa, repito, pero al revés, mi camino subterráneo y me da la sensación de que el viaje transita más rápido; paradas y más paradas…18 minutos bajo tierra mirando y mirando más.

Cejas muy depiladas: quizá siempre se han depilado mucho, pero ahora ya no hay distingos en cuidados de belleza entre unos, unas y unes. Uñas limadas y decoradas para ellos, ellas y elles.

Atuendos indefinidos que lo mismo sirven para los chicos, las chicas y les chiques.

Nuestros políticos, nuestras políticas, nuestres polítiques deberían darse un paseíto por el metro y ver con los ojos de la cara y con los ojos de la inteligencia (si les alumbra) la realidad. Que no es una, es mucha.

Quizá ya lo saben…pero faltan ganas y actitud.

martes, 21 de enero de 2025

La palabra y la fábula


La cigarra y la hormiga - fábula

La fábula es una composición literaria protagonizada principalmente por animales, de cuyas peripecias se deriva una moraleja.
Muchos han sido los famosos que han cultivado esta forma de escribir y de enseñar, lo de divertir (docere et monere dieciochesco) está por ver.
Lecciones de vida que la literatura se empecina en expresar para adoctrinar.
En la película Los lunes al sol, hay una escena memorable interpretada por Javier Bardem en la que para dormir a un niño del que cuida esa noche, lee la fábula de La cigarra y la hormiga.
Y él, hace una exégesis a modo de panegírico marxista reivindicando la alegría de vivir de la cigarra y deplorando la actitud especuladora de la hormiga, tan “hormiguita” ella.
A Esopo también se le atribuye la fábula de La rana y el escorpión muy repetida en especial por narradores orales africanos con ciertas variaciones en la elección del animalario según coordenadas geográficas.
En ambos relatos predomina la conversación sencilla, la interacción entre los personajes basada en pregunta y respuesta, un vocabulario muy simple, y la estructura sintáctica a modo de estribillo con escasos nexos y pocas subordinaciones.
La enjundia hay que descubrirla al final, en la moraleja, muy breve, un auténtico despliegue de conceptismo consistente en reconvenir al respetable -ignorante e infantil- advertirle de su estulticia e inexperiencia, so pretexto de autoridad fingida, sabia y madura.
Ahora que estamos a principios de año tan pletóricos y llenos de deseos, sería bueno psicoanalizar a cada uno de esos animalitos, tan dulces y dañinos, tan tóxicos y enmascarados, pero nunca ingenuos, e invitarles a que sigan tocando la guitarra, almacenando el grano, o cruzando la charca, pero sobre todo, dar un puntapié al escorpión, alacrán y cocodrilo para que se hundan definitivamente, sin posibilidad de picar.

jueves, 2 de enero de 2025

A vueltas con el "edadismo"

Edadismos y microedadismos
Yo que me afano en que me vean, caigo en la trampa de los microedadismos…
Estoy acostumbrada a visibilizarme, que podríamos entenderlo como una forma de “autoamor”, es decir, si yo no me quiero, a ver quién va a quererme. Me lo he trabajado y lo sigo haciendo. Me quiero mucho, que es una forma popular de decir “no tengo abuela” o “¡¡Modesto!!, baja, que sube Pilar” y así transito en mi día a día. Como las subidas y bajadas de azúcar o de tensión arterial: en ocasiones equilibradas y en ocasiones desaforadas.
Pues bien, he comprobado que cuando irradio amor hacia mí, consigo el ajeno.
Llamémoslo actitud, apostura, presunción…conforme una va cumpliendo años, nota
ausencias, miradas inexistentes, atención huidiza y turnos de palabra esquivos…dan
ganas de gritar “¡¡oiga, que estoy aquí!!”, “y a mí… ¿cuándo me toca?”
Esta disquisición inicial me lleva al tema del fenómeno edadista (una culebrilla roja
subraya esta palabra, aunque edadismo aparece limpia de polvo y paja -señal de que la
RAE ya la incluyó en su tesoro terminológico).
Soy de las que llevo dinero en metálico (“kas”) y dinero plástico (“credicar”), por eso,
cuando veo que alguien a mi alrededor, gira la muñeca, enseña un reloj (feísimo, por
cierto) y lo posa sobre el datáfono portátil de cualquier establecimiento comercial: bar,
restaurante, tienda…me pasmo y se me escapa, sin filtro y sin maldad: “madre mía, qué
modernez”, con lo que parece que mi estulticia de rubia teñida se acentúa. Y lo profiero
en alto sea un genZ, una yaya octogenaria o una amiga sesentera como yo.
Soy consciente de que al avanzar en el almanaque anual se pierden neuronas, pero no
inteligencia ni capacidades a la velocidad de la decrepitud de las dendritas. Así que
debería darme un punto en la boca y callarme. Lo que refleja mi comentario en alto es el
reconocimiento de mi estulticia e inopia, de un complejo de inferioridad que lo quiero
hacer público por si alguien se lanza a criticar mi lerdez de persona mayor.
En el taxi, en el banco, en el súper…yo, a lo seguro: dinero contante y sonante y como
mucho, tarjeta.
Mi admiración a esos relojes de personas, que más allá de la edad, lucen pagos directos
e instantáneos.
Mi admiración a la edad…ya lo decía Góngora en sus Soledades.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Días de garabullos

Días de garabullos
Un amigo me enseñó esta palabra que usaba mucho su madre.

En nuestra correspondencia cada vez que él me dice: “hoy toca día de garabullos” creo entender jornada de trajín, ajetreo, líos, movidas, caos, acción trepidante, un sindiós (qué gran término leí en Farruquiño de Torrente Ballester), un sinvivir, un no parar…vaya, lo que vienen siendo estas jornadas vacacionales en las que se celebra la Navidad (con mayúscula para la mayoría) y todos los festejos del almanaque ad hoc.

Mensajes a cascoporro, contestados y dejados en visto, llamadas por teléfono a la antigua (para algunos, fundamental oír la voz), cantaleta social de villancico, espumillón y bolas brillibrilli, enfados y empujones, atascos, olvidos y recuerdos, comer y beber (o hacer como si…) chinchin, olores de horno, aromas de perfumes caros (o a granel), el tiempo justo, cuántos seremos, ¡vaya!, seguro que sí, luego, ya veremos, mejor, ¡venga!, atiborrados (o no) …

A mí las navidades (con minúscula) no me gustan.

Pero, para el resto…¡Feliz Navidad!

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Leer o no leer: ¡¡vaya papelón!!

 

relajarse leyendo un libro

La ventaja de un libro es la libertad que proporciona al lector.

Y no solo me refiero a la posibilidad que nos brinda la lectura de echar la imaginación a volar y a que cada uno haga su propia interpretación del contenido, convirtiendo este en un crisol de imágenes, fotogramas, intenciones, ilusiones…; aludo a la oportunidad de elegir las coordenadas espacio-temporales. Un libro es un regalo siempre. De eso hablo también.

Me consta que un libro adquiere tal categoría cuando un receptor se enzarza en sus páginas, se enreda en sus líneas y deshace la madeja a su gusto, sin intentar adivinar por qué ni para qué: sin ir más allá que de su propia complacencia. Aplaudo el puro disfrute y el hedonismo del paseo y la travesía que nos promete.

Entraríamos ahora en los caminos procelosos del fin y el objeto de la escritura. Para otro momento.

Elegir un espacio y un tiempo no es algo que se haga sin más ni más: cuenta el ánimo, las ganas y la emoción que cualquiera experimenta cuando tiene en sus manos, ante sus ojos, algo inédito, novedoso en lo que quizá se pueda reconocer, o aprender o descubrir.

O todo a la vez. Todo esto es privativo de la persona que se zambulle en un libro.

Escribo desde la experiencia. ¿Qué puede pasar después de leer un libro? Mucho o nada. No caben las medias tintas, ni la tibieza: desde un “me apasiona” hasta un “sin más” existe un abanico de matices muy personales. Esa es la libertad de la que hablo hoy.


"La mente del autor
está llena de pulsiones, pálpitos
irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios..."

Sin ánimo de dirigir voluntades ni coartar límites, quienes escribimos pedimos al posible lector que abra los ojos, de la cara y de la inteligencia…y el corazón.

Seguro que se tropiezan con desahogos, confesiones, relatos, crónicas, humor y amor, color y dolor; personas y emociones. Y sentimiento. Muchos sentimientos. Y frivolidad y superficie, claro que sí.

La mente del autor está llena de pulsiones, pálpitos, irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios…¡¡vaya bajón si no gusta lo que escribo!!

La forma de escribir, la figura que se perfila del vaciarse uno, las costuras de las carnes y las venas fluidas…no son metáforas ni símbolos, sino expresión de uno mismo y de otros, mirados con esa lupa que deforma la realidad. Escribir o no escribir…¡¡vaya papelón!!

Toda una gesta laboriosa que deja al descubierto tesoros interiores alumbrados por la luz ajena para compartir con seres invisibles, anónimos y desconocidos. Esperan palabras claras, sonoras, fáciles, sabidas…que no se haga duro el periplo cerebral de rastrear su significado por ignorancia o por olvido. Escribir...y hacerlo a la velocidad del rayo. Intuición y perspicacia. Arte y chispa. Gracia y garbo. Sensibilidad y tensión. Del blanco prístino al rojo pasión. Mundos inhóspitos y escenas compartidas, agilidad y freno. Todo cabe en la lectura.

Casualidades y circunstancias de la vida: a veces escribimos y otras leemos…

(Publicado en noviembre-2021 en Elobrero.es)

viernes, 13 de diciembre de 2024

¿Son más listos quienes más tacos dicen?

 

los tacos y la inteligencia


¿Es difícil escribir un artículo sobre los tacos y palabras malsonantes sin incluir ninguno en su redacción? Dados los tiempos que corren, convendría soltar más de uno. Variaditos, eso sí.Para algunos, las palabrotas suponen una descarga emocional, un alivio terapéutico, pues liberan tensiones emocionales, algo así como un bálsamo o un analgésico.
Algo de ello debían saber autores como Quevedo y Góngora, por ejemplo, o la corriente literaria goliardesca y los libros de caballerías, o el marqués de Sade, entre otros. Los autores del romanticismo introdujeron el lenguaje popular en la literatura, pero será en el naturalismo con Zola cuando hablemos de un auténtico sociolecto.
Somos conscientes, por tanto, de que a lo largo de la historia de la lengua y de la literatura el taco ha estado presente en textos de relevancia.
Les gros mots forman parte de la espontaneidad y de la expresividad propias del registro coloquial, caracterizado por cierta naturalidad y flexibilidad en la comunicación diaria, ya sea entre amigos, familiares o conocidos.
¿Son los tacos de mal gusto?
No obstante, convendría su uso en la justa medida para controlar su alcance. Los contrarios a dicho empleo se basan en razones de lo que denominan “buen gusto”: ante público femenino aconsejan desterrarlos de su vocabulario porque causa mala impresión; tampoco es de buen tono que las clases sociales más privilegiadas o profesiones de elevado rango intelectual escupan palabrotas. Y los niños, que son como esponjas, que ni los oigan, por supuesto: padres y profesores deben inculcar ejemplo a pupilos y vástagos.
Existen estudios que avalan la virtud del taco, pues demuestran que las personas que los profieren son más inteligentes y que poseen una mayor capacidad de recursos léxicos y estilísticos en su expresión tanto escrita como oral.
Sin entrar en matices, sostenemos que conocer una amplia terminología ad hoc permite al emisor garantizar la cualidad de persona culta, porque sabrá en qué contexto y con qué receptores usar o no aquellas palabras que expresen de la manera más correcta y clara el mensaje que desea transmitir, con un código que ambos intervinientes conocen. Eso es comunicación: cifrar y descodificar la lengua.
De esta manera, el lenguaje nos iguala y convierte en grupo homogéneo a los jóvenes, más allá de que sean “chonis”, “cayetanos”, “canis” o “pijas”.
Ahora bien, no debemos perder de vista el valor comunicativo que poseen en el teatro actual, considerado el género literario más próximo a la conversación por su carácter dialógico.
No abusar de su uso
Además, el DRAE, como sinónimo, aporta el término “juramento” en la acepción número 19 de la palabra “taco” y la mayoría de lingüistas señalan que el problema del taco es la reiteración y el abuso: de tanto repetirlo pierde su carga semántica, sea expresiva o sanitizadora como elemento catártico de ciertas emociones.
Un importante número de investigadores ha analizado algunos de los aspectos de este lenguaje soez y concluyen que los disfemismos, como se denominan a estos términos, no siempre designan una realidad peyorativa o con intención de rebajarla de categoría, sino que constituyen herramientas para manifestar cercanía, cariño, afecto o complicidad, y no solo se emplean en contextos con algún tipo de violencia o de transgresión social ni de ruptura de lo convencional.
Otras voces añaden que en los últimos tiempos España asiste a un abuso indiscriminado de tacos en todos los ámbitos y a todas las edades; mucho más en este lado del océano.
El taco no sabe de trabajos, ni de tramos de edades, ni de componendas sociales ni origen o estudios, de regiones o mayor o menor educación. El taco está ahí conviviendo con tantos otros términos y la Fundéu constata que el español es un idioma rico en tacos.
Regañinas de antaño, lavar la boca con jabón, castigos y reprimendas que coartaban la expresión de emociones, sentimientos y sensaciones: frustración, alegría, enfado, desengaño, pena, dolor, satisfacción (suma y sigue), hoy no se contemplan pues: “Los tacos aparecen en el discurso cuando hay una intensidad afectiva que no se puede simbolizar”, explica Irene Sáez Larrán, psicóloga y psicoterapeuta, autora de “GuíaBurros. Guía para entender a los adolescentes”.
Hacer un uso contextualizado
Sería bueno proponer un variado elenco de “tacos y animar a su uso contextualizado y comunicativo.
En la actualidad, los medios de comunicación también tienen mucho que decir al respecto y, lejos de utilizar el criterio de urbanidad o moralidad, prefieren la consigna de lo políticamente correcto para garantizar la comunicación.
Recordar tiempos pacatos distorsiona la comunicación: sin molestar ni ofender, el taco forma parte de nuestro idioma. 
Recordemos la importancia de las palabras: aprendamos y practiquemos su correcto manejo.
(Publicado en agosto de 2021 en The Conversation)