sábado, 6 de septiembre de 2025

Lo románico

 (Colaboración de M. Regalado)


"Allá en la vieja Castilla     /     un rincón se me olvidaba,                    

Zamora había por nombre,    /    Zamora la bien cercada;                       

de un lado la cerca el Duero,    /   del otro, Peña Tajada;              

del otro veintiséis cubos,     /    del otro la barbacana.                           

Quien os la tomare, hija,     /    la mi maldición le caiga.                       

Todos dicen amen, amen,    /    sino don Sancho, que calla."   

(Del romance de Doña Urraca – Romancero Viejo)


Cuando en su lecho de muerte en 1065, Fernando I de León pronunciaba estas palabras dirigidas a su hija Urraca, que le reprochaba el reparto de sus reinos entre sus hermanos varones "y a mí, porque soy mujer, dejaisme desheredada”, no podía imaginar el auge económico que aquel “rincón” tomaría en los siglos XII y XIII, ligado al paso de peregrinos hacia Santiago y al consecuente asentamiento de artesanos y comerciantes, entre otros aspectos.

La repoblación de la ciudad y la distribución de sus barrios en parroquias, hicieron que cada uno de ellos construyera su propio templo. Y así, nos llega hasta hoy la fortuna de poder contemplar hasta 23 iglesias románicas en el casco urbano de Zamora, 14 de ellas en su zona  histórica, lo que la ha hecho ser merecedora del título de “Capital Mundial del Románico”. 

Desde la más monumental, su Catedral de El Salvador, hasta la más humilde extramuros de la ciudad, la de Santiago de los Caballeros, donde cuenta la ¿historia? ¿tradición? ¿leyenda? que fue armado caballero el Cid Campeador.

Pero es la de Santa María la Nueva, esa pequeña joya, la que con más frecuencia suele ser el objeto de mi mirada ad-mirada. No es la más grande, ni la más antigua, ni la más espectacular, pero… quizá me atrae su historia, sus leyendas…

Quizá esta mente fantasiosa mía conduce mi imaginación hasta hacerme sentir casi testigo, de los hechos que en ella ocurrieron en 1158: el llamado Motín de la Trucha (una de las revueltas burguesas que se sucedieron en el norte de la península en el Siglo  XII)         

La Iglesia de Santa María era el lugar de reunión de los nobles de la ciudad para cualquier asunto a tratar sobre sus intereses colectivos.

Y cuando me acerco a Santa María la Nueva, mi imaginación viaja en el tiempo hasta el año 1158 y “veo” a los nobles de la ciudad que se han reunido en el interior de la iglesia para discurrir la forma de castigar al osado mozo plebeyo, hijo de un zapatero (y a cuantos se pusieron de su parte) que tuvo la insolencia de quedarse aquella mañana con la última trucha del mercado y no se avino a cederla al criado del noble que también la pretendía, esgrimiendo que su señor tenía preferencia sobre un simple zapatero.

Y puedo “ver” al pueblo indignado revolviéndose contra los desmanes de la nobleza local y prendiendo fuego a la Iglesia de Santa María con todos los nobles dentro, reunidos para discurrir sobre el castigo ejemplar que darían a la plebe. Y me dejo llevar por la parte de leyenda, que cuenta que murieron buena parte de los allí reunidos, pero se salvaron del incendio las Hostias consagradas, que salieron volando por una grieta de la pared hasta el cercano beaterio  de Las Dueñas, en cuyo convento aún se encuentran, al parecer, hoy día.

Y de ahí su apellido de “la Nueva”: asustados por la dimensión y las consecuencias de aquel su acto violento y temiendo el castigo del rey de León Fernando II, se exiliaron en Portugal, desde donde le comunicaron que se unirían al reino portugués si no les perdonaba y les dejaba volver a Zamora ya “absueltos”. El rey les concedió el perdón, era importante no perder población y poder frente al vecino luso. Pero les puso una condición: deberían reconstruir la parte del templo que había sido destruido por el incendio que ellos mismos provocaron. Y así lo hicieron. Y en lo sucesivo la Iglesia de Santa María sería llamada, además, “la Nueva”.

“Todos los nombres que llevé en las manos, en la boca, en los ojos, hoy se juntan en el papel, parece que estoy viendo su voz, tocando su música... (...) Plaza de Santa María la Nueva.

Una

cigueña en la espadaña.

Inhiesta.

Pura

palabra, hiriendo el cielo."

(Blas de Otero)

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