jueves, 2 de enero de 2025

De juerga con Donizetti…

María Stuarda - Donizetti

Pasamos una tarde en el Teatro Real. Se representa la ópera Maria Stuarda de Donizetti, basada en el texto homónimo de Schiller.

Entre Lisette Oropesa y Aigul Akhmetshina anda el juego: Maria e Isabel respectivamente, la escocesa y la inglesa a la greña en un escenario paralítico.
Un enredo de faldas, -bueno polisones, terciopelos, pelucones, perlongas, anillacos y pedrolos- con algún lío entre los gallos del corral: Leicester, Talbot…un sinvivir de tronío y tronos, herencia territorial, amalgama de poder, dolor, sangre y patíbulo: tajo y hacha para la testa de Maria que rueda entre llantos y venganzas. Fin. Aplausos y más aplausos.
La vida misma hecha historia por aquel tiempo histórico que tantas páginas han llenado
y de tantas consecuencias hasta ahora mismo. Somos hijos de nuestro pasado.
La música del italiano me recuerda a los pasacalles de fiestas populares, a las dianas que despiertan resacas y a rondallas de tunas que rondan. Dan ganas de moverse en la silla, de abrazar al de al lado y marcarse unos vaivenes al compás de la melodía marcada por un ritmo fácil y de percusión colosal. Y un coro, espectacular.
Vamos, una pura juerga, como en las sobremesas de los txokos, que en sincera
francachela se arrancan los varones haciendo varias voces. Igual que en escena: Maria
lamentándose, Isabel enrabietada, Maria piadosa, Isabel resolutiva…a pesar del
contenido trágico y del funesto destino de la protagonista, el compositor nos regala la
alegría de su música, dicharachera y optimista. Un puro juego.
Muy buen rato, como ya he dicho en alguna ocasión: fácil y rápido. Ópera corta y
amena. Sigo confiando en que del universo caiga un meteorito y descomponga por
completo el edifico -casposo y rancio- que alberga el canto (bel) capitalino; a ver si de
una vez se alza una nueva edificación al estilo de la ópera de Cracovia o la de
Copenhague con visibilidad per tutti.
Mientras tanto, yo me encierro con Donizetti en la jaula: sonido en directo e imagen en
pantalla gigante.

A vueltas con el "edadismo"

Edadismos y microedadismos
Yo que me afano en que me vean, caigo en la trampa de los microedadismos…
Estoy acostumbrada a visibilizarme, que podríamos entenderlo como una forma de “autoamor”, es decir, si yo no me quiero, a ver quién va a quererme. Me lo he trabajado y lo sigo haciendo. Me quiero mucho, que es una forma popular de decir “no tengo abuela” o “¡¡Modesto!!, baja, que sube Pilar” y así transito en mi día a día. Como las subidas y bajadas de azúcar o de tensión arterial: en ocasiones equilibradas y en ocasiones desaforadas.
Pues bien, he comprobado que cuando irradio amor hacia mí, consigo el ajeno.
Llamémoslo actitud, apostura, presunción…conforme una va cumpliendo años, nota
ausencias, miradas inexistentes, atención huidiza y turnos de palabra esquivos…dan
ganas de gritar “¡¡oiga, que estoy aquí!!”, “y a mí… ¿cuándo me toca?”
Esta disquisición inicial me lleva al tema del fenómeno edadista (una culebrilla roja
subraya esta palabra, aunque edadismo aparece limpia de polvo y paja -señal de que la
RAE ya la incluyó en su tesoro terminológico).
Soy de las que llevo dinero en metálico (“kas”) y dinero plástico (“credicar”), por eso,
cuando veo que alguien a mi alrededor, gira la muñeca, enseña un reloj (feísimo, por
cierto) y lo posa sobre el datáfono portátil de cualquier establecimiento comercial: bar,
restaurante, tienda…me pasmo y se me escapa, sin filtro y sin maldad: “madre mía, qué
modernez”, con lo que parece que mi estulticia de rubia teñida se acentúa. Y lo profiero
en alto sea un genZ, una yaya octogenaria o una amiga sesentera como yo.
Soy consciente de que al avanzar en el almanaque anual se pierden neuronas, pero no
inteligencia ni capacidades a la velocidad de la decrepitud de las dendritas. Así que
debería darme un punto en la boca y callarme. Lo que refleja mi comentario en alto es el
reconocimiento de mi estulticia e inopia, de un complejo de inferioridad que lo quiero
hacer público por si alguien se lanza a criticar mi lerdez de persona mayor.
En el taxi, en el banco, en el súper…yo, a lo seguro: dinero contante y sonante y como
mucho, tarjeta.
Mi admiración a esos relojes de personas, que más allá de la edad, lucen pagos directos
e instantáneos.
Mi admiración a la edad…ya lo decía Góngora en sus Soledades.

lunes, 30 de diciembre de 2024

Han Kang: en boca cerrada…


hang kang la clase de griego
Me he quedado muda al leer "La clase de griego" de Han Kang.
He apretado la boca con todas mis fuerzas, tanto, como la protagonista de "La vegetariana".
En Seúl. Ambas mujeres no hablan, ni abren la boca: una no produce sonido alguno, la otra no ingiere bocado.
La presión, el dolor físico y el sufrimiento mental que padecen provocan en el lector angustia, rabia y ganas de gritar…: “pero, ¿¿por qué no comes??”; “pero, por favor, ¡¡di algo!!”. Eso es lo fácil. Vociferar frente a dos mujeres casadas, madres de familia, con parientes cercanos y una situación económica desahogada. Frases que martillean la cabeza de quienes se acercan a dos de los libros más famosos de la reciente premio Nobel.
En ninguna de esas bocas clausuradas a cal y canto, entran moscas como reza la paremia. Asistimos a un viaje vital destructivo y delirante, paranoico, aterrador, atosigante en el caso de la vegetariana y a un camino pedregoso, lacerante, tierno, emotivo y salvífico en la clase.
Ambos libros parecen hechos el uno para el otro, aunque se pueden leer en el orden que se quiera. Los dos configuran parte de un universo cultural, de inteligencias superiores, mujeres decididas y reprimidas, mujeres con ansias de independencia que no se avienen al yugo social de unos parámetros muy convencionales.
Leer a Han Kang es no pasar un buen rato, es desear pasar el rato, es compartir ese rato con la autora es volver a leer su último libro: Imposible decir adiós.

Un trocito de París



París bajo la nieve
Hoy hemos caminado por pasajes que agrupaban patios de vecindad llenos de pequeños 
negocios familiares de estampación, chocolaterías centenarias, libros de viejo y juguetes antiguos, entre portales que suben a viviendas sin ascensor.
Laberintos angostos, y por encima de nuestras cabezas buhardillas enmarcadas en mansardas que perfilan el cielo gris plomizo de un París gélido. Es noviembre.
Cultura surrealista en el Pompidou: brillante la exposición.
Buena comida y compras por la tarde.
Al anochecer de la capital, en la ópera de La Bastille, La flauta mágica en un horror escenográfico. Aplaude el paisanaje que asiste al espectáculo: mucho esnob ataviado con ropajes imposibles, desgreñados…
Vuelta en el metro al hotel. Bullanga en las calles, cerveza y cigarrillos a tutiplén (no me
sorprende que ardiera la aguja de Notre Dame)
Y mañana, Louvre.

sábado, 28 de diciembre de 2024

L’autre fille de Annie Ernaux

libro la otra hija de annie ernaux

Hace mucho tiempo que descubrí a Annie Ernaux: me la presentó una amiga librera y desde entonces la sigo, la leo y disfruto con sus libros.
La carta que le escribe a su hermana muerta Ginette, me deja temblando, como en todos y cada uno de sus relatos. Y no sé si tiemblo de emoción, de sentir una vez más que algo de lo que leo supone un déjà vu o por el placer estético de sus palabras.
Abrir un libro de la Nobel significa desgranar algo de sí misma, de sus entretelas anímicas…y siempre conmueve: entre filosofía e intimismo, ficción biográfica o biografía novelada, realidad hiriente y heridas personales, que en muchas ocasiones cobran el cariz de universales. Y todo ello con un lenguaje sin alambicamientos ni florituras, descarnado y a flor de piel.
Ginette ha muerto a los seis años de difteria y su hermana, la autora, nacida dos años después, descubre un domingo de verano que tiene, ha tenido una hermana.
Escucha accidentalmente el relato a sus padres (matrimonio convulso y atormentado) que hablan sobre la desgracia de una muerte incomprensible y trágica.
A partir de ese momento, Annie Ernaux se desdobla, se mira al espejo y parece no
encontrarse. El secreto está guardado bajo muchas llaves familiares, en un silencio
plúmbeo que arrastra a la autora a mantener una conversación con su otro yo. Fotos, recuerdos inexistentes, imágenes febriles, culpa y dolor…comienza el camino de su propia expiación (como en tantos otros de sus títulos).
Y envuelve al lector en una marabunta de sensaciones, indescriptibles o no tanto, con un fuerte asidero en la tierra, en sus raíces: un torbellino sentimental del que la autora nos hace partícipes sin escamotear detalle; imposible experimentar lo ajeno ni distanciarse del cuadro que, en menos de 90 páginas, sacude conciencias.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Días de garabullos

Días de garabullos
Un amigo me enseñó esta palabra que usaba mucho su madre.

En nuestra correspondencia cada vez que él me dice: “hoy toca día de garabullos” creo entender jornada de trajín, ajetreo, líos, movidas, caos, acción trepidante, un sindiós (qué gran término leí en Farruquiño de Torrente Ballester), un sinvivir, un no parar…vaya, lo que vienen siendo estas jornadas vacacionales en las que se celebra la Navidad (con mayúscula para la mayoría) y todos los festejos del almanaque ad hoc.

Mensajes a cascoporro, contestados y dejados en visto, llamadas por teléfono a la antigua (para algunos, fundamental oír la voz), cantaleta social de villancico, espumillón y bolas brillibrilli, enfados y empujones, atascos, olvidos y recuerdos, comer y beber (o hacer como si…) chinchin, olores de horno, aromas de perfumes caros (o a granel), el tiempo justo, cuántos seremos, ¡vaya!, seguro que sí, luego, ya veremos, mejor, ¡venga!, atiborrados (o no) …

A mí las navidades (con minúscula) no me gustan.

Pero, para el resto…¡Feliz Navidad!

domingo, 22 de diciembre de 2024

Alipori: el 22 de diciembre y el 5 de enero

 

Costumbres navideñas - lotería y reyes magos


Eso es lo que siento, mucha vergüenza ajena. No resisto la cantaleta de los niños, no resisto el bombear de números, ni las entrevistas a quienes asisten a dicho circo, ni los  reporteros buscando originalidad donde no la hay.
Alipori: así me siento…entre pudor y culpa, rubor y rabia, urticaria y ofensa…esos dos días me llevan a mi pasado infantojuvenil desde mi presente de boomer sesentera.
Recuerdo a mi madre con cuánta ilusión extendía en la mesa de la cocina lo que yo creía eran recibos y facturas…se trataba de “participaciones” que le habían regalado por la compra diaria en la carnicería o el pescatero o en el ultramarinos.
Son números del “gordo” me decía: en fin…ya se preveía el runrún televisivo o radiofónico del 22 dando la murga san Ildefonso.
Callada, yo asistía a la espera de que saliera el ansiado premio (dinero fácil y rápido que iba a solucionar muchas situaciones calamitosas) y cuando al final, la ilusión materna se desvanecía, mi madre decía: “bueno, la pedrea” y yo fabulaba con ese término: una pedrada, menos da una piedra…y seguía: “con esto, para la del niño”, en esa noche “maga”.
Callada… y enrabietada porque no tocó, nunca tocaba y nunca toca. Poca realidad y
mucho delirio. Fin.
Es el anhelo de los pobres, duros a pesetas, tapar agujeros y entrechocar de copas.
Me debato si estos juegos de azar -no creo en el acaso ni en la eventualidad- son una muestra de vulgaridad, ignorancia, pacatería…propios de “mayoras” y “señoros”.
En cualquier caso, dinero tirado. Sin más.

sábado, 21 de diciembre de 2024

La palabra y la ortografía navideña...

ortografía en las palabras navideñas

Muy pronto las fiestas navideñas. Sí, con minúscula ese calificativo especificativo. Durante estas fechas predominan esencialmente muchos adjetivos antepuestos, la mayoría puros epítetos enfáticos, que de tan manidos por repetirlos contumazmente, se han desemantizado y configuran un cliché, una expresión soldada sin distinguirse los elementos formantes de la misma; hagamos la prueba pronunciando: “feliznochebuena”, “feliznavidad”, "felizaño"…ahí van, emitidas sin pausa, del tirón, una sola palabra: así las recoge nuestro pabellón auditivo y las registra nuestro cerebelo: un gran almacén léxico.

A vueltas con la ortografía, la Academia nos recuerda algo sobre la escritura en estos días tan propicios para comunicarnos con mensajes llenos de buenos deseos e ilusión.
“Nochebuena” y “Nochevieja” -ambas en una sola palabra-, “Navidad”, “Navidades” “Año Nuevo” y “Reyes” lucen con mayúscula inicial por tratarse de nombres propios de festividades según la RAE y la Fundéu. Ahora bien, si Navidades y Navidad van referidas al periodo de tiempo o lapso, se admite también su escritura con minúscula: “en las próximas navidades habrá muchos desplazamientos”, por ejemplo.
Enviamos y recibimos misivas festivas de salutación a rebosar de términos como: felizprósperoamor, pazfelicidad, que en la mayoría de las ocasiones aparecen con letra capital: “El rector deseó una Feliz Navidad a la comunidad universitaria” y sobra la mayúscula en el adjetivo que debe figurar así “feliz”; de la misma manera deberemos atender a la felicitación del año venidero siguiendo la pauta: “feliz Navidad y próspero año nuevo”.
Veremos cuántos de nosotros tenemos reaños para admitirlo y enviar el deseo en letra capitidisminuida, porque las próximas jornadas, asistimos a un desparrame de sirope y almíbar, todo un discurso social empalagoso de dicha y fortuna, propia y ajena y por supuesto, las palabras se hacen eco del sentir humano como bombillas navideñas.

(Publicado en diciembre-2021 en Arco Europeo)

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Leer o no leer: ¡¡vaya papelón!!

 

relajarse leyendo un libro

La ventaja de un libro es la libertad que proporciona al lector.

Y no solo me refiero a la posibilidad que nos brinda la lectura de echar la imaginación a volar y a que cada uno haga su propia interpretación del contenido, convirtiendo este en un crisol de imágenes, fotogramas, intenciones, ilusiones…; aludo a la oportunidad de elegir las coordenadas espacio-temporales. Un libro es un regalo siempre. De eso hablo también.

Me consta que un libro adquiere tal categoría cuando un receptor se enzarza en sus páginas, se enreda en sus líneas y deshace la madeja a su gusto, sin intentar adivinar por qué ni para qué: sin ir más allá que de su propia complacencia. Aplaudo el puro disfrute y el hedonismo del paseo y la travesía que nos promete.

Entraríamos ahora en los caminos procelosos del fin y el objeto de la escritura. Para otro momento.

Elegir un espacio y un tiempo no es algo que se haga sin más ni más: cuenta el ánimo, las ganas y la emoción que cualquiera experimenta cuando tiene en sus manos, ante sus ojos, algo inédito, novedoso en lo que quizá se pueda reconocer, o aprender o descubrir.

O todo a la vez. Todo esto es privativo de la persona que se zambulle en un libro.

Escribo desde la experiencia. ¿Qué puede pasar después de leer un libro? Mucho o nada. No caben las medias tintas, ni la tibieza: desde un “me apasiona” hasta un “sin más” existe un abanico de matices muy personales. Esa es la libertad de la que hablo hoy.


"La mente del autor
está llena de pulsiones, pálpitos
irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios..."

Sin ánimo de dirigir voluntades ni coartar límites, quienes escribimos pedimos al posible lector que abra los ojos, de la cara y de la inteligencia…y el corazón.

Seguro que se tropiezan con desahogos, confesiones, relatos, crónicas, humor y amor, color y dolor; personas y emociones. Y sentimiento. Muchos sentimientos. Y frivolidad y superficie, claro que sí.

La mente del autor está llena de pulsiones, pálpitos, irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios…¡¡vaya bajón si no gusta lo que escribo!!

La forma de escribir, la figura que se perfila del vaciarse uno, las costuras de las carnes y las venas fluidas…no son metáforas ni símbolos, sino expresión de uno mismo y de otros, mirados con esa lupa que deforma la realidad. Escribir o no escribir…¡¡vaya papelón!!

Toda una gesta laboriosa que deja al descubierto tesoros interiores alumbrados por la luz ajena para compartir con seres invisibles, anónimos y desconocidos. Esperan palabras claras, sonoras, fáciles, sabidas…que no se haga duro el periplo cerebral de rastrear su significado por ignorancia o por olvido. Escribir...y hacerlo a la velocidad del rayo. Intuición y perspicacia. Arte y chispa. Gracia y garbo. Sensibilidad y tensión. Del blanco prístino al rojo pasión. Mundos inhóspitos y escenas compartidas, agilidad y freno. Todo cabe en la lectura.

Casualidades y circunstancias de la vida: a veces escribimos y otras leemos…

(Publicado en noviembre-2021 en Elobrero.es)

sábado, 14 de diciembre de 2024

¿Es usted «spornosexual» o le excita más la «anortografofilia»?

 La irrealidad de las palabras nuevas

Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar.
En lenguaje cortazariano, la lengua, su estudio y su práctica constituyen un itinerario a veces franqueable y otras un muro contra el que nos estrellamos y nos damos de bruces. Si brujuleamos por las redes, encontramos «palabros» muy «excitantes», llenos de sorpresas, emociones, chistes, disparates y parafilias.
La Academia poco o ningún caso hace a palabras como «heteroflexible», «lumbersexual», «arromántico», «bicurioso», «amomaxia», «amiquesis», «narratofilia» y «quinunolagnia»: suma y sigue. Y no se deja llevar por la riada tumultuosa de estas nuevas creaciones, llenas de prefijos, derivación y parasíntesis.
Hay que testar, comprobar y reposar, todo a su tiempo, o de lo contrario se corre el riesgo de la caducidad terminológica antes de que cuaje este fenómeno tan actual.

El placer de leer faltas de ortografía

Algunos artículos se dedican al análisis de la «anortografofilia», por ejemplo, citada en los libros Perversiones y Pervertidos, algo así como la consecución de momentos esplendorosos personales, íntimos y únicos a fuerza de leer faltas de ortografías en los mensajes que uno recibe. Natural como la vida misma, en apariencia.
Esta parafilia entra dentro del grupo de «palabros» como «demisexual» –conexión emocional con la otra persona– o sapiosexual –quien se excita con las conversaciones inteligentes y huye del cortejo rutinario y se enciende con mentes audaces–. De ahí al «leñasexual», un paso: la rudeza atractiva del aspecto leñador, barbudo y ataviado de cuadros en una granja más o menos urbanita pero sí algo bucólica.
El metrosexual está desfasado y ahora se lleva el «spornosexual» y las redes tienen mucho que decir y sobre todo mucho que exhibir: constituyen un espejo de músculos y tabletas sin derretir, fibra esculpida a golpe de crossfit y selfie que colgar de Instagram para escarnio y envidia de propios y extraños.

El culto al ego

Algo que ver tiene todo este fenómeno terminológico con la realidad, con la propia sociedad a la que pertenecemos: el culto al yo, al ego, con una mirada puesta en el otro. El narcisismo y el yoísmo cotizan al alza dentro de un complejo entramado de relaciones sociales y humanas de las que el lenguaje no puede sustraerse.
Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar. De ahí que toda la batería de sufijos resulten de vital importancia: «sanicentrismo», por ejemplo, parece querer definir a aquella persona que nos da un toque y así nos centra sin irnos por las ramas y atinar con nuestros comportamientos y acciones, algo importante a la hora de la toma de decisiones tanto en lo personal como en lo profesional.
(Publicado en septiembre de 2021 en The Objective)

viernes, 13 de diciembre de 2024

¿Son más listos quienes más tacos dicen?

 

los tacos y la inteligencia


¿Es difícil escribir un artículo sobre los tacos y palabras malsonantes sin incluir ninguno en su redacción? Dados los tiempos que corren, convendría soltar más de uno. Variaditos, eso sí.Para algunos, las palabrotas suponen una descarga emocional, un alivio terapéutico, pues liberan tensiones emocionales, algo así como un bálsamo o un analgésico.
Algo de ello debían saber autores como Quevedo y Góngora, por ejemplo, o la corriente literaria goliardesca y los libros de caballerías, o el marqués de Sade, entre otros. Los autores del romanticismo introdujeron el lenguaje popular en la literatura, pero será en el naturalismo con Zola cuando hablemos de un auténtico sociolecto.
Somos conscientes, por tanto, de que a lo largo de la historia de la lengua y de la literatura el taco ha estado presente en textos de relevancia.
Les gros mots forman parte de la espontaneidad y de la expresividad propias del registro coloquial, caracterizado por cierta naturalidad y flexibilidad en la comunicación diaria, ya sea entre amigos, familiares o conocidos.
¿Son los tacos de mal gusto?
No obstante, convendría su uso en la justa medida para controlar su alcance. Los contrarios a dicho empleo se basan en razones de lo que denominan “buen gusto”: ante público femenino aconsejan desterrarlos de su vocabulario porque causa mala impresión; tampoco es de buen tono que las clases sociales más privilegiadas o profesiones de elevado rango intelectual escupan palabrotas. Y los niños, que son como esponjas, que ni los oigan, por supuesto: padres y profesores deben inculcar ejemplo a pupilos y vástagos.
Existen estudios que avalan la virtud del taco, pues demuestran que las personas que los profieren son más inteligentes y que poseen una mayor capacidad de recursos léxicos y estilísticos en su expresión tanto escrita como oral.
Sin entrar en matices, sostenemos que conocer una amplia terminología ad hoc permite al emisor garantizar la cualidad de persona culta, porque sabrá en qué contexto y con qué receptores usar o no aquellas palabras que expresen de la manera más correcta y clara el mensaje que desea transmitir, con un código que ambos intervinientes conocen. Eso es comunicación: cifrar y descodificar la lengua.
De esta manera, el lenguaje nos iguala y convierte en grupo homogéneo a los jóvenes, más allá de que sean “chonis”, “cayetanos”, “canis” o “pijas”.
Ahora bien, no debemos perder de vista el valor comunicativo que poseen en el teatro actual, considerado el género literario más próximo a la conversación por su carácter dialógico.
No abusar de su uso
Además, el DRAE, como sinónimo, aporta el término “juramento” en la acepción número 19 de la palabra “taco” y la mayoría de lingüistas señalan que el problema del taco es la reiteración y el abuso: de tanto repetirlo pierde su carga semántica, sea expresiva o sanitizadora como elemento catártico de ciertas emociones.
Un importante número de investigadores ha analizado algunos de los aspectos de este lenguaje soez y concluyen que los disfemismos, como se denominan a estos términos, no siempre designan una realidad peyorativa o con intención de rebajarla de categoría, sino que constituyen herramientas para manifestar cercanía, cariño, afecto o complicidad, y no solo se emplean en contextos con algún tipo de violencia o de transgresión social ni de ruptura de lo convencional.
Otras voces añaden que en los últimos tiempos España asiste a un abuso indiscriminado de tacos en todos los ámbitos y a todas las edades; mucho más en este lado del océano.
El taco no sabe de trabajos, ni de tramos de edades, ni de componendas sociales ni origen o estudios, de regiones o mayor o menor educación. El taco está ahí conviviendo con tantos otros términos y la Fundéu constata que el español es un idioma rico en tacos.
Regañinas de antaño, lavar la boca con jabón, castigos y reprimendas que coartaban la expresión de emociones, sentimientos y sensaciones: frustración, alegría, enfado, desengaño, pena, dolor, satisfacción (suma y sigue), hoy no se contemplan pues: “Los tacos aparecen en el discurso cuando hay una intensidad afectiva que no se puede simbolizar”, explica Irene Sáez Larrán, psicóloga y psicoterapeuta, autora de “GuíaBurros. Guía para entender a los adolescentes”.
Hacer un uso contextualizado
Sería bueno proponer un variado elenco de “tacos y animar a su uso contextualizado y comunicativo.
En la actualidad, los medios de comunicación también tienen mucho que decir al respecto y, lejos de utilizar el criterio de urbanidad o moralidad, prefieren la consigna de lo políticamente correcto para garantizar la comunicación.
Recordar tiempos pacatos distorsiona la comunicación: sin molestar ni ofender, el taco forma parte de nuestro idioma. 
Recordemos la importancia de las palabras: aprendamos y practiquemos su correcto manejo.
(Publicado en agosto de 2021 en The Conversation)

viernes, 6 de diciembre de 2024

Presentación poemario "Éramos esto"

presentación poemario eramos esto
 El pasado 29 de noviembre se presentó en el Centro Riojano de la calle Serrano de Madrid, el último poemario de Pilar Úcar: ÉRAMOS ESTO, prologado por Clemente Hérnández.

Leemos en la red:
SINOPSIS DE "ÉRAMOS ESTO":La profesora Pilar Úcar Ventura irrumpe con una poesía intensa, que sabe encontrar en la intensidad poética, una voz serena y equilibrada.

Pilar Úcar presentación

44.- NI TANTO

Evito el silencio
que rompe la postura.
Sentimiento blando
que flota entre ambos
y que abre paraísos
recorridos.
Voz sin estridencias,
con querer basta,
amordazados.
Conciencia de la imposibilidad
total.
La memoria borra,
sin pudor,
los instantes,
más recientes.
Miedos pretéritos,
intentos y acertijos, sin molestar,
sin invadir.