La ventaja de un libro es la libertad que proporciona al lector.
Y no solo me refiero a la posibilidad que nos brinda la lectura de echar la imaginación a volar y a que cada uno haga su propia interpretación del contenido, convirtiendo este en un crisol de imágenes, fotogramas, intenciones, ilusiones…; aludo a la oportunidad de elegir las coordenadas espacio-temporales. Un libro es un regalo siempre. De eso hablo también.
Me consta que un libro adquiere tal categoría cuando un receptor se enzarza en sus páginas, se enreda en sus líneas y deshace la madeja a su gusto, sin intentar adivinar por qué ni para qué: sin ir más allá que de su propia complacencia. Aplaudo el puro disfrute y el hedonismo del paseo y la travesía que nos promete.
Entraríamos ahora en los caminos procelosos del fin y el objeto de la escritura. Para otro momento.
Elegir un espacio y un tiempo no es algo que se haga sin más ni más: cuenta el ánimo, las ganas y la emoción que cualquiera experimenta cuando tiene en sus manos, ante sus ojos, algo inédito, novedoso en lo que quizá se pueda reconocer, o aprender o descubrir.
O todo a la vez. Todo esto es privativo de la persona que se zambulle en un libro.
Escribo desde la experiencia. ¿Qué puede pasar después de leer un libro? Mucho o nada. No caben las medias tintas, ni la tibieza: desde un “me apasiona” hasta un “sin más” existe un abanico de matices muy personales. Esa es la libertad de la que hablo hoy.
"La mente del autor
está llena de pulsiones, pálpitos
irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios..."
Sin ánimo de dirigir voluntades ni coartar límites, quienes escribimos pedimos al posible lector que abra los ojos, de la cara y de la inteligencia…y el corazón.
Seguro que se tropiezan con desahogos, confesiones, relatos, crónicas, humor y amor, color y dolor; personas y emociones. Y sentimiento. Muchos sentimientos. Y frivolidad y superficie, claro que sí.
La mente del autor está llena de pulsiones, pálpitos, irreflexión, inquietud, miedos y esperanza, vida y misterios…¡¡vaya bajón si no gusta lo que escribo!!
La forma de escribir, la figura que se perfila del vaciarse uno, las costuras de las carnes y las venas fluidas…no son metáforas ni símbolos, sino expresión de uno mismo y de otros, mirados con esa lupa que deforma la realidad. Escribir o no escribir…¡¡vaya papelón!!
Toda una gesta laboriosa que deja al descubierto tesoros interiores alumbrados por la luz ajena para compartir con seres invisibles, anónimos y desconocidos. Esperan palabras claras, sonoras, fáciles, sabidas…que no se haga duro el periplo cerebral de rastrear su significado por ignorancia o por olvido. Escribir...y hacerlo a la velocidad del rayo. Intuición y perspicacia. Arte y chispa. Gracia y garbo. Sensibilidad y tensión. Del blanco prístino al rojo pasión. Mundos inhóspitos y escenas compartidas, agilidad y freno. Todo cabe en la lectura.
Casualidades y circunstancias de la vida: a veces escribimos y otras leemos…
(Publicado en noviembre-2021 en Elobrero.es)
Encantada de leer tus artículos.
ResponderEliminarEn mi experiencia, leer supone siempre un placer, y escribir un extraño mix de placer y sufrimiento.