lunes, 30 de diciembre de 2024

Han Kang: en boca cerrada…


Me he quedado muda al leer "La clase de griego" de Han Kang.
He apretado la boca con todas mis fuerzas, tanto, como la protagonista de "La vegetariana".
En Seúl. Ambas mujeres no hablan, ni abren la boca: una no produce sonido alguno, la otra no ingiere bocado.
La presión, el dolor físico y el sufrimiento mental que padecen provocan en el lector angustia, rabia y ganas de gritar…: “pero, ¿¿por qué no comes??”; “pero, por favor, ¡¡di algo!!”. Eso es lo fácil. Vociferar frente a dos mujeres casadas, madres de familia, con parientes cercanos y una situación económica desahogada. Frases que martillean la cabeza de quienes se acercan a dos de los libros más famosos de la reciente premio Nobel.
En ninguna de esas bocas clausuradas a cal y canto, entran moscas como reza la paremia. Asistimos a un viaje vital destructivo y delirante, paranoico, aterrador, atosigante en el caso de la vegetariana y a un camino pedregoso, lacerante, tierno, emotivo y salvífico en la clase.
Ambos libros parecen hechos el uno para el otro, aunque se pueden leer en el orden que se quiera. Los dos configuran parte de un universo cultural, de inteligencias superiores, mujeres decididas y reprimidas, mujeres con ansias de independencia que no se avienen al yugo social de unos parámetros muy convencionales.
Leer a Han Kang es no pasar un buen rato, es desear pasar el rato, es compartir ese rato con la autora es volver a leer su último libro: Imposible decir adiós.

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