jueves, 2 de enero de 2025

A vueltas con el "edadismo"

Yo que me afano en que me vean, caigo en la trampa de los microedadismos…
Estoy acostumbrada a visibilizarme, que podríamos entenderlo como una forma de “autoamor”, es decir, si yo no me quiero, a ver quién va a quererme. Me lo he trabajado y lo sigo haciendo. Me quiero mucho, que es una forma popular de decir “no tengo abuela” o “¡¡Modesto!!, baja, que sube Pilar” y así transito en mi día a día. Como las subidas y bajadas de azúcar o de tensión arterial: en ocasiones equilibradas y en ocasiones desaforadas.
Pues bien, he comprobado que cuando irradio amor hacia mí, consigo el ajeno.
Llamémoslo actitud, apostura, presunción…conforme una va cumpliendo años, nota
ausencias, miradas inexistentes, atención huidiza y turnos de palabra esquivos…dan
ganas de gritar “¡¡oiga, que estoy aquí!!”, “y a mí… ¿cuándo me toca?”
Esta disquisición inicial me lleva al tema del fenómeno edadista (una culebrilla roja
subraya esta palabra, aunque edadismo aparece limpia de polvo y paja -señal de que la
RAE ya la incluyó en su tesoro terminológico).
Soy de las que llevo dinero en metálico (“kas”) y dinero plástico (“credicar”), por eso,
cuando veo que alguien a mi alrededor, gira la muñeca, enseña un reloj (feísimo, por
cierto) y lo posa sobre el datáfono portátil de cualquier establecimiento comercial: bar,
restaurante, tienda…me pasmo y se me escapa, sin filtro y sin maldad: “madre mía, qué
modernez”, con lo que parece que mi estulticia de rubia teñida se acentúa. Y lo profiero
en alto sea un genZ, una yaya octogenaria o una amiga sesentera como yo.
Soy consciente de que al avanzar en el almanaque anual se pierden neuronas, pero no
inteligencia ni capacidades a la velocidad de la decrepitud de las dendritas. Así que
debería darme un punto en la boca y callarme. Lo que refleja mi comentario en alto es el
reconocimiento de mi estulticia e inopia, de un complejo de inferioridad que lo quiero
hacer público por si alguien se lanza a criticar mi lerdez de persona mayor.
En el taxi, en el banco, en el súper…yo, a lo seguro: dinero contante y sonante y como
mucho, tarjeta.
Mi admiración a esos relojes de personas, que más allá de la edad, lucen pagos directos
e instantáneos.
Mi admiración a la edad…ya lo decía Góngora en sus Soledades.

1 comentario:

  1. La verdad es que el dinero contante y sonante es lo más inteligente; al menos lo más anónimo, lo cual no es moco de pavo en los tiempos que corren.
    Y, bueno, que teniendo en cuenta tu aclaración de que "...lo profiero
    en alto sea un genZ, una yaya octogenaria o una amiga sesentera", eso es redención total para la sospecha de microedadismo.
    Saludos y feliz nuevo año

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