viernes, 2 de mayo de 2025

Un perro de carácter

 

Un perro de carácter, libro de Sandor Marai

Un perro de carácter, de Sándor Márai

De este escritor, creo que he leído todo o casi todo. Muy importante, el matiz del casi, por si las moscas.

Doy con este relato sobre un perro que el protagonista, un caballero residente en el barrio de Krisztina en Buda, regala a su esposa, la dama, por nochebuena.

Promete al principio, parece que hay frases contundentes más allá de la anécdota canina, pero al final, resulta tan tediosa la narración, el perro y los humanos que lo rodean, que se hace inevitable acabarla por la vía rápida: en diagonal.

Un tostonazo, porque para concluir con una moraleja tan obvia como conocida: “amamos más los defectos que las cualidades de los otros”, no hacían falta 190 páginas sobre el ir y venir de un can, feo, mixto y mordedor…como el escorpión de la fábula clásica.

Sospecho que el autor intentó ser algo original, y se pasó de frenada: no veía la forma de poner punto y final a esta historieta, en apariencia amable y hasta sostenible, piadosa y comprensiva…como casi siempre resulta en sus otros libros.

Este, un “truño”, perruno, claro.

martes, 29 de abril de 2025

The Blackout. El apagón

 

El apagón


En octubre de 2019 se estrenó en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid el cortometraje de Mikel Navarro titulado The Blackout. El apagón. Una distopía que se iba a producir cerca de 2050.
Sin luz, sin comunicaciones...el mundo va a la deriva. Las máscaras se adueñan de las vidas humanas.

Luz y comunicaciones. Letras y palabras. Hablar y escribir. Todo tan necesario, tan imprescindible.
Una reflexión futurible, tan actual.

Puedes ver el cortometraje de Mikel pinchando en su imagen de portada.

Y en este enlace, el acto de su proyección en la Universidad Pontificia de Comillas que tuve el honor de organizar.


El apagón
imagen creada con IA


lunes, 28 de abril de 2025

Roadtrip: carretera y manta... “Camino Soria”

 

Camino Soria
imagen creada con IA

Siempre he compartido y tarareado muchos de los versos musicados del grupo Gabinete Caligari. Y ahora, desde este presente, sigo haciéndolo. Me gustan sus canciones.

Y tienen razón: sí, ese “camino Soria”, es “cadencioso”.

Disfruto observando la corriente del río Duero por las márgenes de Almazán; su contemplación resulta preciosa; creo que Machado se quedó corto con su ya literaria y famosa “curva de ballesta”.

Desde mi asiento en el autobús hacia mi destino foral, espero con ganas llegar a la localidad soriana porque sé que van a aparecer, en medio de la vasta extensión mesetera parques plácidos, calles antiguas, paseos apacibles, puro sosiego y mucha tranquilidad.

El conductor aminora y se reduce la velocidad del trayecto: aprovecho para alargar la cabeza y mirar a un lado y a otro, estirarme todo lo que me permite el espacio y no perderme nada de la naturaleza que tan bien reconozco, pues soy consciente de la fugacidad del momento. Permanezco atenta.

Cruzamos despacio y me vienen imágenes becquerianas, evocaciones de que allí, no muy lejos, surge la leyenda del “monte de las ánimas”, en los alrededores de la capital.

Emociones de recuerdos pretéritos, de privaciones y ausencias, melancolía y esperanza, sonrisa dibujada levemente, tapada por la mascarilla. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

El río y su curso, los árboles enramados, desnudos o poblados, estacionales, cromáticos: del terroso al glauco, del amarronado al ceniciento, cetrinos y hasta verdemar, si me apuran, por el reflejo del sol en una tarde cristalina. Arcos y empedrado, puertas señoriales y campanario quedo. Descanso, placidez y “gloria”.

Rememoración de tantos años, de tantas rutas con la manta liada, kilómetros y horas: muchas memorias, algunas… indelebles en la piel.

Lágrimas silenciosas y minúsculas de diminutos afectos, hoy adultos con ilusiones renovadas y horizontes luminosos.

Uno cambia de coche, de medio de locomoción, pero volvemos a repetir la ruta, ese mismo itinerario porque paladeamos con regusto lo perdurable e inamovible. Nos domina cierto aire de pertenencia casi inaprensible. Hidalgos y conventos, muros y arciprestes, abades y bosques, manzanos y madera.

La carretera nos depara rutinas desde el inicio del viaje: naves industriales, complejos comerciales, construcciones empresariales…en cuanto cojamos velocidad, llegará el remanso. Solo unos minutos que se suceden a veces tediosos y muy largos dormitando, o despejados en puro pensar.

Modorra vespertina a esas horas en que el tiempo no ha declinado aún. Lentamente…

Casi me incorporo al atisbar curvas en el “camino Soria”; un sendero que me lleva a las riberas de esa localidad que pronto volveré a ver y que por razones inexplicables, irracionales, inconscientes, me atrae. Y mucho. Almazán.

(Publicado en "El Obrero" en abril-2021)

jueves, 24 de abril de 2025

Las manos pequeñas

 

Libro las manos pequeñas

Las manos pequeñas de Andrés Barba

Leo con interés, y no sin cierta sospecha, este libro de bolsillo de la Colección Compactos de Anagrama. Sigo la opinión de “un lector genZ”, al respecto, y empiezo sus páginas, 108 en total, en letra de buen tamaño para mis gafas-lupa.

Al principio podría sorprender la forma de arrancar esta novela corta dividida en tres partes, pero luego abruma el espesor del relato. Entre la fantasía y la realidad, la crueldad y lo ingenuo, se debate la protagonista, Marina; les diré que yo al final he deseado que la mataran -mea culpa en estos días de contrición-, que no adivino del todo si se llega a producir este fatal desenlace.

En un orfanato, dominado por la escultura de Santa Ana, “de cara negra y vieja”, se desarrollan episodios vitales de niñas sin padres, acogidas bajo la protección de “la adulta”.

Ahí llega Marina, después de un terrible accidente de coche en el que “mi padre murió en el acto y mi madre en el hospital”: frasecita de marras a modo de cantaleta que resuena a lo largo de su estancia en dicha institución, rodeada de otras colegialas que la envidian y la desean. Ella mezcla amor, devoción y miedo al sentirse diferente en un terrible juego dominado por la obsesión de una muñeca inerte que cobra vida en forma de sus compañeras.

Y hasta ahí. Porque no sé si me ha gustado, o me ha espantado, no solo la forma sino también el contenido. El inicio prometía y conforme avanza la trama se descompone la línea.

(Me malicio que esa sospecha que apuntaba, se ha cumplido)

A ese “lector GenZ” que me lo ha recomendado, le he pasado un cuento magnífico de Ana María Matute, El niño que no sabía jugar, por si había cierto rescoldo en Las manos pequeñas.

La académica sí que sabía enhebrar historias turbias con una calidez y una potencia inimaginables.

lunes, 21 de abril de 2025

Chinchón y Las Vegas: mucho más que una plaza mayor

 

Plaza mayor de Chinchon
ilustración creada con IA

Hacia el sureste de Madrid, la fértil comarca de Las Vegas nos invita a disfrutar de tanto…A mí me recuerda su paisaje a las pinturas de Carmen Laffon: quietud y calma recorren el Tajuña, leves colinas y reposo de un día en el relato de Sánchez Ferlosio.

Desde hace mucho tiempo, Chinchón ocupa un enclave privilegiado: amplitud de naturaleza entre la estepa y las encinas, olivos y meseta.

Localidad para vivir, visitar, pasear en la hora sexta, descansar en las vísperas y conocer y seguir conociendo. Para recordar aquel virreinato con una esposa enferma de malaria a la que curó una indígena con la famosa “quinina”.

Condes, monjas y frailes.

Casi siempre lo hemos observado a ras de suelo, desde esa Plaza Mayor, tan simétrica e igualada en su redondez taurina y fílmica, tan de postal y Patrimonio Histórico: bares, tabernas, soportales, balcones de un verde brillante, bullicio y gente, mucha gente. Anís.

Callejear por San Antón y su plaza donde los “pequeños” vecinos de antaño, hoy historiadores, daban patadas a un balón y ahora muestran orgullosos aquellos rincones de su infancia.

Nos recibe la familia Palacios: auténticos artesanos de la madera, ebanistería esmerada, gremial, heredada de generaciones…

Un lujo otear el horizonte desde la antigua iglesia de la Piedad, que se abre al visitante con unas puertas magníficamente trabajadas, e imaginar que entre el teatro Lope de Vega y la actual Asunción, existió un pasadizo volado…fantasía hecha realidad al acceder a su interior y admirar la Ascensión pintada por Goya en su retablo central.

Sábado de Gloria, Domingo de Resurrección y Lunes de Pascua. Las Clarisas y los Agustinos: moles conventuales de poderío ancestral y rezos presentes.

La vista se pierde por las llanuras mientras vigila atenta la Torre del Reloj, tan arriba, tan alta.

Paisanaje curioso y variado en una semana santa perimetrada y sin salir de nuestra comunidad, como el resto, claro. Quizá sea un momento vacacional a pequeña escala, con movimientos reducidos, límites sanitarios precisos y obligaciones y responsabilidades personales y sociales.

Horizontes manchegos, colores matizados por la luz del atardecer y leves sonidos festivos.

El arco de palacio nos enseña alguna casa solariega y blasonada que recuerda momentos de otras épocas; la hermandad de la Soledad, pasos procesionados que hoy reposan para su contemplación.

Beatitud y complacencia en una visita esperada e inesperada. Chinchón siempre sorprendente.

Volver a “Nuevo Chinchón”…

Un nuevo chinchón

(Publicado en Abril de 2021 en El Obrero)

sábado, 19 de abril de 2025

Como bestias

Como bestias
Lorena, amiga mía, y mi librera favorita, me recomendó Como bestias de Violaine Bérot, una novela…traducida por Pablo Martín Sánchez.

He dejado los puntos suspensivos porque no sé qué calificativo escoger para hablar de este libro de 138 páginas. Se trata de una historia magnífica, sorprendente, original, de contenido azaroso, de argumentos brutales, de personajes primitivos, de personas rudas y sensibles, de verdad y engaño. De realidad lacerante y salvaje, de episodios de naturaleza asilvestrada, de parajes huraños y caminos serpenteantes…estar en esos lugares con las hadas que cantan sueños y que protegen a nonatos, que cuidan de almas en peligro, acompañarlas en su refugio mientras salmodian y avisan.

Coros de tragedia, voces de luz y gritos mudos.

Una novela de amor y venganza, un relato de injusticia y dolor.

Su lectura estremece y atrapa; se necesita descansar de tantas piruetas del grandullón y de la niña, tomar aliento para seguir subiendo a las cumbres montañosas y bajar a un pueblo real para conocer una desgracia…

Solo diré que al acabar de leer Como bestias, pensé: “¡cómo me hubiera gustado ser yo la que escribiera esta historia!”

martes, 15 de abril de 2025

Divino Leño

Libro Poetas a la vera de la Cruz
- Colaboración de M. Regalado

(Incluido en el libro colectivo "Poetas a la Vera de la Cruz" 
en el V Centenario de la fundación de la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca)
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 ¿Quién lo salvó de ser hogar
y de ser brasa,
de ser lecho,
o soporte de humanos abandonos?

Es la sexta su hora;
se yergue en vertical
soportando el peso de mi culpa.

“Padre, perdónalos, no saben lo que hacen”

Leño Divino
de sublime misión y tan amarga,
                        desgarrado dolor,
                                 a Ti clavado el entregado Amante.

Tiene sueño de siglos
la mañana,
de glorias y de olvidos,
de tinieblas
y repentina luz.

Divino Leño de perpetua llama,
salvado por amor,
Sobre TI expira El Hombre
                                      y nos redime El Dios.


viernes, 11 de abril de 2025

“Todo recto, no tiene pérdida”

 

Todo recto


Algunas trampas del idioma


Igual que un iceberg, solo emitimos en muchas de nuestras expresiones la punta. De la gran masa de hielo flotante desgajada de un glaciar, únicamente sobresale una parte, mínima. Justo lo que vemos, o sea, lo que se escucha si tratamos de comunicación; así que hay mucho, sin duda, debajo de nuestros mensajes, que permanece sumergido, sobreentendido o adivinado por el receptor con más o menos acierto, con más o menos suerte.

“Todo recto, no tiene pérdida”. ¿Cuántas veces hemos oído esta indicación? y ¿cuántas veces nosotros la hemos dirigido a alguien despistado o desconocedor de la dirección por la que se nos pregunta?

Mis estudiantes extranjeros se interesan por qué gritamos los españoles al responder por la ubicación de una calle, un museo, un bar…al que ellos quieren llegar y no saben cómo hacerlo. Pues bien: como todo lo conocido resulta fácil, ya nos encargamos de insistir en lo “recto” del sitio y lo sencillo de acceder a él. Ante la sorpresa de “no tiene pérdida”, el guiri muy educado y aplicando las rutinas de conversación aprendidas en su nivel A1 de principiante, insiste: “no comprendo, me gustaría, por favor…” y ahí es donde ponen a prueba nuestra paciencia, la simpatía y amabilidad que caracterizan al español.

No solo repetimos una y otra vez la misma respuesta: no hemos cambiado ni una palabra, ni hemos buscado un sinónimo, ni hemos contemplado otra forma de enunciarla; no. Gritamos mirando en dirección al sitio demandado: “¡¡todo recto!!”,…no somos conscientes de que al añadir “no tiene pérdida”, la mente del extranjero lo asocia a otros elementos contextuales (¿perder? ¿yo? ¿femenino?... en un rápido repaso de la lección sobre pronombres y género gramatical)…y seguimos a voz herida, señalando con la cabeza, al borde del dislocamiento del cuello y con el brazo en movimiento, “modo pilates”, cual barrera de aparcamiento para arriba y para abajo, extendido y con energía. Mientras, pensamos: “pero, ¿cómo puede ser que no lo vea?” No que no nos entienda: el torpe es él, el otro; ¿cómo puede ser? -seguimos con el runrún y el movimiento corporal a la vez-que no vea el sitio?”

Impulsamos la señalización a puro decibelio, intentando disimular su incapacidad. Sé de más de un caso en que han desistido del intento de la explicación y han acompañado al “preguntón” al sitio de marras, o incluso cogiéndoles del brazo les han girado el cuerpo poniéndolos en ruta: “¡my space, please!”, se habrá alarmado el extranjero en tiempos libres de pandemia; claro que ahora tal “amabilidad” de acercamiento físico sería impensable; entre el ruido callejero y la mascarilla, se impone el grito.


Entre lo que pensamos y lo que expresamos hay un trayecto enredoso en el que no siempre vamos de la mano. Por eso, “todo recto, no tiene pérdida”

“Todo recto, no tiene pérdida”… como te digan eso en plena vía de circulación, en la carretera, tú en el coche y con la ventanilla bajada, (ya hemos “desenchufado” el GPS porque una vez llegado al sitio, solo necesitamos encontrar el apartamento y nos las prometemos muy felices, hartos de escuchar la atiplada voz de la Siri, Aura, Alexa o Leia de turno), date por perdido, realmente, perdido. “Recto”, vale, y te encuentras con rotondas (¿recto?): “¡a ver!, paso por encima, piso el parterre, salto la fuente o ¿qué?”. Y las curvas…pues vaya forma de indicar la rectitud llena de tramos torcidos.

¡Todo lo que nos ha camuflado el iceberg comunicativo!: dada la prisa y la urgencia de la pregunta, nos aprestamos muy solícitos a dar puntual respuesta al requerimiento ajeno sin tener en cuenta que expresamos lo mínimo, casi con abreviaturas y monosílabos, y el resto lo dejamos a la interpretación del otro. Son las atrampas del idioma.

Recuerdo en una ocasión, caminando por Manhattan para llegar a Macy’s, paré a un transeúnte que podía ser de cualquier sitio menos de la ciudad, es lo que pasa con el crisol neoyorkino, pero tuve suerte y tras preguntarle cómo ir a esos grandes almacenes, empezó su relato… a la tercera indicación, mi nivel de inglés se colapsó y mi interés decayó y se escurrió por las alcantarillas humeantes; en mi mente bailaba un galimatías de números, “streets”, “corners”, “blocks”, y yo traducía pasos, cuadras, esquinas…cabeceando y pensando que lo entendía, pero sin retener tal manual de instrucciones. Esperé y aguanté el tirón gélido de aquella mañana de diciembre de compras prenavideñas y me despedí: “thanks a lot and have a nice day”, que yo ya si eso… seguiré andando o pillaré un taxi. Son las trampas del idioma y los usos culturales.

Eso me pasa por preguntar…y no acordarme de Wittgenstein (1889-1951) y su máxima que hace referencia a que en caso de no poder hablar (aquí aplica preguntar), mejor callar; no tengo tan claro de que “preguntando se llega a Roma”, pues lo mismo nos encontramos girando completamente el globo terráqueo como Willy Fog.

No obstante, mayor perplejidad produce la respuesta: “no soy de aquí” ante la pregunta “¿sabe dónde está la calle X?” Y a mí, “¿qué más me da su origen? Tampoco yo soy de aquí y no se lo digo, por eso lo pregunto”. Una pura paradoja, un efecto contrastivo del idioma y una falta de comunicación absoluta. ¿Será que el cerebro nos la juega?, ¿que nos han programado para contestar lo mismo según el enunciado interrogativo pegue que no pegue? Lo propio del ser humano en estas situaciones, ¿es la incoherencia, la desconexión, el salir del paso?

“¿Me da fuego?” “No fumo”. Otra vez la cara de pasmo. A saber para qué y por qué uno pide fuego…bueno, eso sería rizar el rizo. Solo nos ha pedido el mechero en su pregunta metonímica, o eso espero, porque si no…lo vemos con el piti en la boca y esa imagen ayuda a dilucidar que quiere o cerillas (¡qué antigualla!) o encendedor (¡qué poco se fuma en nuestro país!; sí, lo afirmo y no por la covid ni el engorro de la mascarilla, lo constato en relación a otros países vecinos nuestros que parece que ya vengan con el cigarrillo incrustado de serie). De nuevo, el idioma trampeando. Nos traiciona al distorsionar nuestra comunicación con el otro, con los otros. La importancia de un correcto y exacto mensaje en cada uno de los contextos determinados (a vueltas con el significante y significado de Saussure, 1857-1913) para evitar dificultades y conflictos en la interacción social. Deseamos facilitar la comunicación de una manera útil y sencilla. Pero algo que en apariencia se ofrece natural y llano, resulta que es más complicado de lo que a primera vista pudiéramos imaginar.

Y con Noah Chomsky (1928-) hemos topado, y con su Gramática Generativa y el funcionamiento del lenguaje y las estructuras profunda y superficial en los diferentes idiomas. Ahí radica la punta del iceberg, en lo que se ve, lo que se emite, lo que se oye, lo que decimos: en definitiva, la expresión que emerge frente a la que subyace en la profundidad de nuestra mente, como el ochenta y nueve por ciento de masa helada bajo el agua. De lo hundido a lo flotante se produce una gran cantidad de transformaciones lingüísticas, algunas tan rápidas que parecen inconscientes: supresiones y elipsis, alteración sintáctica, simplificación léxica…operaciones ampliamente estudiadas por la neurociencia y la psicolingüística.

Suponemos mucho de nuestro receptor. Eso es lo que nos ocurre de manera muy habitual. Esperamos del otro que rellene, que cumplimente como en un documento oficial todos los elementos que nosotros no le transmitimos pero que los presentimos, y a veces, la comunicación se convierte en un acertijo. En una adivinanza de difícil solución.

Entre lo que pensamos y lo que expresamos hay un trayecto enredoso en el que no siempre vamos de la mano. Por eso, “todo recto, no tiene pérdida”.

(Publicado en febrero de 2021 en El Obrero)

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lunes, 7 de abril de 2025

Hormigas

 - Colaboración de M. Regalado

Procesión de hormigas

A menudo
se me antoja que tú y yo
somos de alguien hormigas ignorantes
expuestas al azar indiferente
de su mortal pisada.


Y que son estas calles que transito
enormes vericuetos,
cauces de asfalto
para una ingente procesión de hormigas
afanosas y ausentes
que ilusionan ser libres.

Pequeñez ignorante y orgullosa,
presa de su hormiguero.

viernes, 4 de abril de 2025

El río Arga a su paso por Burlada


Río Arga

Me gusta siempre que vuelvo a esa localidad navarra, cerca de Pamplona, asomarme y ver la porción de corriente que enmarca la ventana de mi cuarto. Únicamente un trozo de la fluida longitud del Arga hasta llegar a su desembocadura…en el Ebro.

El Arga, cada vez más ancho y plano, limpio ahora, turbio en otras ocasiones. Calmo y plácido, discurre por sus márgenes sin sobresalir de los límites, evitando sobresaltos.

Cuando se desboca, suena a estruendo, llega hasta las casas próximas, anega huertas y chabisques, y ese ruido en la noche silenciosa que despierta a los vecinos, y a los animales domésticos…. Ese ruido atemoriza. Es un rugido que traga y envuelve todo lo que encuentra a su paso. A mí nunca me ha pillado en una de esas.

El río atraviesa diferentes poblaciones forales y cambia de aspecto estacional y fluvial.

Para todos los gustos. Aficionados a la pesca, palistas en piraguas, bañistas estivales…A sus orillas descubro la nogalera o la chopera, para mí siempre será la arboleda, un término más genérico sin distingos arbóreos, y sobre todo, muy familiar.

A la sombra, bancos y senderos, paseos de caminantes dominicales: chubasquero, bolso cruzado, algún bastón y…¡¡hala!! a echar alguna hora matutina.

Calderetada en honor a la Virgen de la Asunción en un agosto solanero, fiestas y jolgorio de jóvenes y abuelos, reposo y bailes, comida y chistes. El Arga lo contempla y sigue su curso…

El verde primaveral y el marronoso del otoño, el desolado invierno y el florido verano: suma y sigue; la vida se abre paso más allá del tiempo en una población marcada por un río que a veces la inunda, la sorprende: agua de susto, catástrofe urbana y vuelta a empezar.

Ese río recorre el depósito del agua, lo deja de lado, allá arriba en una colina de cúspide curva, redonda, nada escarpada, fácil de acceder.

El Arga se tapa los oídos durante las noches de fuegos artificiales. Siempre desde mi ventana. La carretera acerca coches que visitan Burlada, centro cultural de jóvenes y maduros; sociedades gastronómicas, txokos y escuelas. Nuevas plazas, nuevos nombres y habitantes que llegan de otras latitudes nacionales y extranjeras. Parques, tiendas que cambian de nombre y de dueños; colegios y escolares, bilingüismo. Pintadas de otros tiempos y grafiti actuales.

Se oyen las campanas de la iglesia más próxima; cielo nublado que amenaza lluvia: ¡¡ay, los tejados!! Cuidado con el río que amenaza con escaparse del redil…Vuelve la tranquilidad desde mi ventana.

El puente viejo, muy cerca, permite que transcurra bajo sus ojos poco apuntados y rodeado de una vegetación matizada; se mezcla tierra fértil con las ramas que flotan, arrastradas por la corriente. En momentos de sequía cuesta atisbarlo, casi no se aprecia su caudal y parece que lo ha engullido la tierra, que se ha evaporado, pero ahí sigue, perenne su cauce, más allá del tiempo.

Me reconcilia su visión, esa imagen que desde la capital se convierte en idilio y que en su presencia, al abrir el cristal, me devuelve memorias pretéritas y recuerdos muy de ahora.

Yo he vivido en Burlada, de cara al Arga al que es difícil darle la espalda…visita obligada y deseada.

(Publicado en marzo de 2022 en El Obrero)

martes, 1 de abril de 2025

La palabra y ese … ”¿me entiendes?”

¿me entiendes?

Da igual el foro en el que nos encontremos, la conversación en la que participemos o el acto al que acudamos; siempre y de manera inevitable -o no tanto- se cuela el consabido sonsonete: “¿me entiendes?” un claro “a ver si te enteras, que te despistas y no me prestas atención”.
Todo ese magma lingüístico se adivina bajo las aguas procelosas del acto comunicativo como si fuera la masa espesa y compacta del iceberg que naufraga de un lado al otro del cerebro del emisor que reprocha al receptor su falta de comprensión.
De ahí al “¿sabes lo que te quiero decir?” un nanosegundo en el metaverso de la interacción humana. Todo son increpaciones a la estulticia manifiesta de quien escucha, pasmado, a ese hablante falto de expresividad.
En más de una ocasión, me he atrevido, cual receptora osada -que no ignorante, porque si algo no sé, pregunto y así evito el runrún de la duda perpetua- a espetar al marisabidillo de turno: “yo te entiendo, pero te explicas como el c… o como el r…” (coloquialismos muy del gusto de nuestros tineyers que evito en mi escritura pero no en mi oralidad) vamos, que no hay forma de entrever el mensaje que quiere proferir el supuesto y presuntuoso sabio porque desconoce los mínimos y básicos rudimentos del lenguaje.
Para mi propia tranquilidad y la del ajeno lector que sigue este observatorio, nos queda reconocer que el manido “¿me entiendes?” tan solo es una muletilla del discurso social, al modo de otros del pelo: “pues…, en fin…, a ver…, ya… claro…” elementos que nos proporciona el lenguaje en su función fática y que nos permite mantener el contacto con el otro.
¡Cuidado! Estoy hablando del contacto comunicativo, lo del “cum-tactum” para otra ocasión.
(Publicado en Isidora Cultural en agosto de 2024)

viernes, 28 de marzo de 2025

Las jergas profesionales

¿Por qué las jergas profesionales nos resultan tan difíciles de entender?

el laberinto de las jergas profesionales

En la consulta del hematólogo, el médico nos dice que “como principal complicación en postrasplante precoz se presenta EVOH-SOS leve, resuelto con defibrotide y tratamiento diurético. Prendimiento granulocítico en el día +24 y plaquetario del +42”. “O sea, que me voy a morir”, piensa uno.

Leemos en un titular la noticia económica acerca de la OPA hostil que va realizar una empresa. Se nos dispara la imaginación y no sabemos si cierran esa compañía y sus empleados van al paro, si la trasladan de sede o nos va a invadir algún enemigo.

“La calibración de esa pieza depende de su desviación y habrá que hacer un análisis de la tolerancia dimensional y verificar su acabado superficial”. Así leemos en el manual de instrucciones del coche que nos acabamos de comprar. Y estamos a punto de devolverlo.

Que alguien me explique qué quiere decir todo esto. No entiendo nada. Groucho Marx en Una noche en la ópera caricaturizó lo enrevesado del lenguaje jurídico-administrativo con su famosa interpretación: “Eso sí que no me gusta nada. Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?”

Con este ejemplo cómico se hace patente la ininteligibilidad de muchos de los mensajes que recibimos en relación a los lenguajes específicos o especializados, es decir, lo que conocemos como las jergas profesionales. Normalmente, se nos escapa casi por completo o en su totalidad su contenido.

Comprender los términos de una hipoteca

Cualquiera que haya solicitado un crédito o haya alquilado un piso, leído un informe médico, escuchado una noticia sobre los avances técnicos o desee pedir una hipoteca, se habrá encontrado con que no todo lo que escucha, lee o firma le resulta de fácil comprensión.

Parece que nos advierten que el lenguaje dedicado a la administración y a la jurisprudencia, a la medicina, a la técnica y a la economía y las finanzas va dirigido a unos pocos. ¿Por qué cuesta tanto captar esos mensajes? ¿Por qué resultan oscuros y crípticos como si fueran jeroglíficos egipcios?

Quizá son los profesionales de cada una de esas áreas quienes se entienden entre sí y el resto queda al margen de su comunicación, apartados y sin posibilidad de participar.

la dificultad de comprender las jergas profesionales

Podríamos pensar que bajo sus mensajes se oculta una intencionalidad, ficticia o real, que dificulta e impide desentrañar el contenido, o quizá ocurre que solo son capaces de expresarse como lo hacen, según lo han aprendido y practicado en su quehacer diario, o tal vez sean lenguajes, no para legos ni profanos en la materia, sino para especialistas en cada uno de los ámbitos particulares.

¿Nos quieren ocultar algo?

Por tanto, cabe preguntarse, ¿se aprovechan del dominio del lenguaje tan específico? Las disciplinas profesionales se parapetan en la monosemia del léxico que utilizan, es decir, en el significado único de cada palabra, sin metáforas ni simbolismos ni connotación personal. Pero, ¿pretenden ocultar algo?

Parece que los lenguajes específicos desvirtúan la realidad, la quieren sustraer, camuflar o solapar; casi siempre subsiste un aire de engaño y de presuposición de ignorancia por parte del receptor. Ahora bien, sus propios usuarios nos aseguran con tajancia y rotundidad que se trata de una forma de expresarse objetiva y neutra.

Deberíamos empezar a perder el miedo a preguntar y pedir que aclaren o expliquen lo que no llegamos a entender. No debemos pensar que la dificultad de comprensión eleva el rango ni la jerarquía a la persona que lo usa. La profundidad de un mensaje se ha de transmitir de manera clara y asequible y esto no significa perder categoría profesional.

Todo ello implica una comunicación con términos sencillos y una redacción sin complicaciones sintácticas para transmitir la idea de forma directa, sin ampulosidad ni ambigüedad.

El uso de las siglas sin referencias, el predominio de la puntuación en las frases cortas y sin verbo, la excesiva nominalización, extranjerismos y latinismos han resultado ser algunas de las principales trabas que hacen de estos lenguajes específicos algo poco accesible y atemorizante.

Iniciativas para facilitar la comprensión

En este sentido, observamos que existen ciertas iniciativas como el Plain language, en los países anglosajones, o el Programa Finanzas para todos, por ejemplo, de cara a facilitar y acercar dichas jergas a la mayoría de hablantes para su comprensión y entendimiento.
Y "ADICAE - Consumidores Críticos, Responsables y Solidarios", se explica muy clarito en este "DICCIONARIO FINANCIERO - PARA QUE NO TE TOMEN EL PELO"  que puedes consultar pinchando en el enlace o en la propia imagen.
Diccionario financiero para que no te tomen el pelo

Debería existir un esfuerzo conjunto entre los profesionales de sus áreas específicas y el usuario del lenguaje estándar empleado por cualquiera.
Conviene clarificar en los diccionarios con definiciones sencillas y asequibles para todos y enseñar no solo desde los niveles más escolares el vocabulario técnico para adquirir cierta familiaridad con sus rasgos propios, sino también permitir, favorecer y proponer el aprendizaje transversal de dichas jergas profesionales a los estudiantes universitarios en cada una de sus titulaciones.
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