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ilustración creada con IA |
Hacia el sureste de Madrid, la fértil comarca de Las Vegas nos invita a disfrutar de tanto…A mí me recuerda su paisaje a las pinturas de Carmen Laffon: quietud y calma recorren el Tajuña, leves colinas y reposo de un día en el relato de Sánchez Ferlosio.
Desde hace mucho tiempo, Chinchón
ocupa un enclave privilegiado: amplitud de naturaleza entre la estepa y las
encinas, olivos y meseta.
Localidad para vivir, visitar,
pasear en la hora sexta, descansar en las vísperas y conocer y seguir
conociendo. Para recordar aquel virreinato con una esposa enferma de malaria a
la que curó una indígena con la famosa “quinina”.
Condes, monjas y frailes.
Casi siempre lo hemos observado a
ras de suelo, desde esa Plaza Mayor, tan simétrica e igualada en su redondez
taurina y fílmica, tan de postal y Patrimonio Histórico: bares, tabernas,
soportales, balcones de un verde brillante, bullicio y gente, mucha gente.
Anís.
Callejear por San Antón y su
plaza donde los “pequeños” vecinos de antaño, hoy historiadores, daban patadas
a un balón y ahora muestran orgullosos aquellos rincones de su infancia.
Nos recibe la familia Palacios:
auténticos artesanos de la madera, ebanistería esmerada, gremial, heredada de
generaciones…
Un lujo otear el horizonte desde
la antigua iglesia de la Piedad, que se abre al visitante con unas puertas
magníficamente trabajadas, e imaginar que entre el teatro Lope de Vega y la
actual Asunción, existió un pasadizo volado…fantasía hecha realidad al acceder
a su interior y admirar la Ascensión pintada
por Goya en su retablo central.
Sábado de Gloria, Domingo de
Resurrección y Lunes de Pascua. Las Clarisas y los Agustinos: moles
conventuales de poderío ancestral y rezos presentes.
La vista se pierde por las
llanuras mientras vigila atenta la Torre del Reloj, tan arriba, tan alta.
Paisanaje curioso y variado en
una semana santa perimetrada y sin salir de nuestra comunidad, como el resto,
claro. Quizá sea un momento vacacional a pequeña escala, con movimientos
reducidos, límites sanitarios precisos y obligaciones y responsabilidades
personales y sociales.
Horizontes manchegos, colores
matizados por la luz del atardecer y leves sonidos festivos.
El arco de palacio nos enseña
alguna casa solariega y blasonada que recuerda momentos de otras épocas; la
hermandad de la Soledad, pasos procesionados que hoy reposan para su
contemplación.
Beatitud y complacencia en una
visita esperada e inesperada. Chinchón siempre sorprendente.
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Un nuevo chinchón
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