viernes, 4 de abril de 2025

El río Arga a su paso por Burlada


Río Arga

Me gusta siempre que vuelvo a esa localidad navarra, cerca de Pamplona, asomarme y ver la porción de corriente que enmarca la ventana de mi cuarto. Únicamente un trozo de la fluida longitud del Arga hasta llegar a su desembocadura…en el Ebro.

El Arga, cada vez más ancho y plano, limpio ahora, turbio en otras ocasiones. Calmo y plácido, discurre por sus márgenes sin sobresalir de los límites, evitando sobresaltos.

Cuando se desboca, suena a estruendo, llega hasta las casas próximas, anega huertas y chabisques, y ese ruido en la noche silenciosa que despierta a los vecinos, y a los animales domésticos…. Ese ruido atemoriza. Es un rugido que traga y envuelve todo lo que encuentra a su paso. A mí nunca me ha pillado en una de esas.

El río atraviesa diferentes poblaciones forales y cambia de aspecto estacional y fluvial.

Para todos los gustos. Aficionados a la pesca, palistas en piraguas, bañistas estivales…A sus orillas descubro la nogalera o la chopera, para mí siempre será la arboleda, un término más genérico sin distingos arbóreos, y sobre todo, muy familiar.

A la sombra, bancos y senderos, paseos de caminantes dominicales: chubasquero, bolso cruzado, algún bastón y…¡¡hala!! a echar alguna hora matutina.

Calderetada en honor a la Virgen de la Asunción en un agosto solanero, fiestas y jolgorio de jóvenes y abuelos, reposo y bailes, comida y chistes. El Arga lo contempla y sigue su curso…

El verde primaveral y el marronoso del otoño, el desolado invierno y el florido verano: suma y sigue; la vida se abre paso más allá del tiempo en una población marcada por un río que a veces la inunda, la sorprende: agua de susto, catástrofe urbana y vuelta a empezar.

Ese río recorre el depósito del agua, lo deja de lado, allá arriba en una colina de cúspide curva, redonda, nada escarpada, fácil de acceder.

El Arga se tapa los oídos durante las noches de fuegos artificiales. Siempre desde mi ventana. La carretera acerca coches que visitan Burlada, centro cultural de jóvenes y maduros; sociedades gastronómicas, txokos y escuelas. Nuevas plazas, nuevos nombres y habitantes que llegan de otras latitudes nacionales y extranjeras. Parques, tiendas que cambian de nombre y de dueños; colegios y escolares, bilingüismo. Pintadas de otros tiempos y grafiti actuales.

Se oyen las campanas de la iglesia más próxima; cielo nublado que amenaza lluvia: ¡¡ay, los tejados!! Cuidado con el río que amenaza con escaparse del redil…Vuelve la tranquilidad desde mi ventana.

El puente viejo, muy cerca, permite que transcurra bajo sus ojos poco apuntados y rodeado de una vegetación matizada; se mezcla tierra fértil con las ramas que flotan, arrastradas por la corriente. En momentos de sequía cuesta atisbarlo, casi no se aprecia su caudal y parece que lo ha engullido la tierra, que se ha evaporado, pero ahí sigue, perenne su cauce, más allá del tiempo.

Me reconcilia su visión, esa imagen que desde la capital se convierte en idilio y que en su presencia, al abrir el cristal, me devuelve memorias pretéritas y recuerdos muy de ahora.

Yo he vivido en Burlada, de cara al Arga al que es difícil darle la espalda…visita obligada y deseada.

(Publicado en marzo de 2022 en El Obrero)

1 comentario:

  1. Evocador, emotivo, y tan bello y minucioso describiendo que casi puede sentirse el rumor o el bramido (según discurra) del agua, el aroma a vegetal y a lo familiar de la arboleda…

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