La irrealidad de las palabras nuevas
Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar.
En lenguaje cortazariano, la lengua, su estudio y su práctica constituyen un itinerario a veces franqueable y otras un muro contra el que nos estrellamos y nos damos de bruces. Si brujuleamos por las redes, encontramos «palabros» muy «excitantes», llenos de sorpresas, emociones, chistes, disparates y parafilias.
La Academia poco o ningún caso hace a palabras como «heteroflexible», «lumbersexual», «arromántico», «bicurioso», «amomaxia», «amiquesis», «narratofilia» y «quinunolagnia»: suma y sigue. Y no se deja llevar por la riada tumultuosa de estas nuevas creaciones, llenas de prefijos, derivación y parasíntesis.
Hay que testar, comprobar y reposar, todo a su tiempo, o de lo contrario se corre el riesgo de la caducidad terminológica antes de que cuaje este fenómeno tan actual.
En lenguaje cortazariano, la lengua, su estudio y su práctica constituyen un itinerario a veces franqueable y otras un muro contra el que nos estrellamos y nos damos de bruces. Si brujuleamos por las redes, encontramos «palabros» muy «excitantes», llenos de sorpresas, emociones, chistes, disparates y parafilias.
La Academia poco o ningún caso hace a palabras como «heteroflexible», «lumbersexual», «arromántico», «bicurioso», «amomaxia», «amiquesis», «narratofilia» y «quinunolagnia»: suma y sigue. Y no se deja llevar por la riada tumultuosa de estas nuevas creaciones, llenas de prefijos, derivación y parasíntesis.
Hay que testar, comprobar y reposar, todo a su tiempo, o de lo contrario se corre el riesgo de la caducidad terminológica antes de que cuaje este fenómeno tan actual.
El placer de leer faltas de ortografía
Algunos artículos se dedican al análisis de la «anortografofilia», por ejemplo, citada en los libros Perversiones y Pervertidos, algo así como la consecución de momentos esplendorosos personales, íntimos y únicos a fuerza de leer faltas de ortografías en los mensajes que uno recibe. Natural como la vida misma, en apariencia.
Esta parafilia entra dentro del grupo de «palabros» como «demisexual» –conexión emocional con la otra persona– o sapiosexual –quien se excita con las conversaciones inteligentes y huye del cortejo rutinario y se enciende con mentes audaces–. De ahí al «leñasexual», un paso: la rudeza atractiva del aspecto leñador, barbudo y ataviado de cuadros en una granja más o menos urbanita pero sí algo bucólica.
El metrosexual está desfasado y ahora se lleva el «spornosexual» y las redes tienen mucho que decir y sobre todo mucho que exhibir: constituyen un espejo de músculos y tabletas sin derretir, fibra esculpida a golpe de crossfit y selfie que colgar de Instagram para escarnio y envidia de propios y extraños.
Esta parafilia entra dentro del grupo de «palabros» como «demisexual» –conexión emocional con la otra persona– o sapiosexual –quien se excita con las conversaciones inteligentes y huye del cortejo rutinario y se enciende con mentes audaces–. De ahí al «leñasexual», un paso: la rudeza atractiva del aspecto leñador, barbudo y ataviado de cuadros en una granja más o menos urbanita pero sí algo bucólica.
El metrosexual está desfasado y ahora se lleva el «spornosexual» y las redes tienen mucho que decir y sobre todo mucho que exhibir: constituyen un espejo de músculos y tabletas sin derretir, fibra esculpida a golpe de crossfit y selfie que colgar de Instagram para escarnio y envidia de propios y extraños.
El culto al ego
Algo que ver tiene todo este fenómeno terminológico con la realidad, con la propia sociedad a la que pertenecemos: el culto al yo, al ego, con una mirada puesta en el otro. El narcisismo y el yoísmo cotizan al alza dentro de un complejo entramado de relaciones sociales y humanas de las que el lenguaje no puede sustraerse.
Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar. De ahí que toda la batería de sufijos resulten de vital importancia: «sanicentrismo», por ejemplo, parece querer definir a aquella persona que nos da un toque y así nos centra sin irnos por las ramas y atinar con nuestros comportamientos y acciones, algo importante a la hora de la toma de decisiones tanto en lo personal como en lo profesional.
Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar. De ahí que toda la batería de sufijos resulten de vital importancia: «sanicentrismo», por ejemplo, parece querer definir a aquella persona que nos da un toque y así nos centra sin irnos por las ramas y atinar con nuestros comportamientos y acciones, algo importante a la hora de la toma de decisiones tanto en lo personal como en lo profesional.
(Publicado en septiembre de 2021 en The Objective)