Por eso, en este momento,
las palabras, sobran.
Querida Marce: ¡¡larga vida a Palabradas!! Siempre.
"Palabradas-blog" es su contenido, ese que tu creatividad alimenta. Mantener el recipiente en forma es una labor de la que disfruto.
Página de la escritora Pilar Úcar.
Por eso, en este momento,
las palabras, sobran.
Querida Marce: ¡¡larga vida a Palabradas!! Siempre.
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| "Danza koi" de Jimena Bravo |
Jimena Bravo Regalado nos presenta esta su pintura al óleo de dos peces koi nadando en un fondo azul profundo que sugiere movimiento y armonía, remolinos y líneas fluidas que evocan corrientes de agua. Trazos llenos de dinamismo y energía casi espiritual (a mí me recuerda a la representación gráfica del yin y el yang).
Leo con ganas este libro de Juan Tallón después de revisar en diagonal la sinopsis (siempre
excesivas y desparramadas) de la contraportada. Anagrama es lo que tiene:
cuenta de manera exhaustiva qué va a encontrar el público lector.
Se
lleva lo coral, sea a voces de grupo musical o en forma de dúo como es el caso:
Travis y Anne, pareja moderna de profesionales y padres de un niño, comparten
en estas escasas 155 páginas el trajín de la víspera de sus vacaciones
veraniegas, y con ellos asistimos a una canícula urbanita atosigante (real y
metafórica).
Él
cuenta sus peripecias en forma de soliloquio agónico, de conversaciones con sus
colegas en la revista de la que es subdirector y ella le da al monólogo
salpicado de comentarios interrumpidos constantemente, propios de una mujer
multitask.
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| “Timeless Magic”, 2023. Artículos Raku negros de la era Taisho (1912-1926), laca urushi, oro de 24 quilates y resina. Foto de Naoko Fukumaru. |
Ortega y Gasset nos lo advirtió: la importancia de las circunstancias de uno mismo. Y yo añadiría: las verdades de uno mismo. “Yo soy yo y mis circunstancias”. Yo soy yo y mis verdades. Por eso, porque son mías.
Al modo de Corto Maltés que se grabó la línea de la fortuna con una navaja y la escondía por el mal trazado que dejó en la palma de su mano, hacemos gala de nuestras verdades a grito herido y luego las escondemos, por si las moscas. Todo un universo muy personal, muy relativo con pretensiones de convencer al prójimo, de traerlo a nuestro terreno. Los debates políticos, las tertulias televisivas, los coloquios intelectualoides constituyen claros ejemplos de imposición de verdades taxativas que pretenden soslayar una fanfarronería e inmadurez solemnes de sus protagonistas. Abogo por la tolerancia y la pluralidad frente a la uniformidad; por el buen talante, ahora y siempre.
La heterogeneidad de las minúsculas piezas quebradas de una terracota, el diverso origen de nuestros antepasados, la pluralidad de pareceres y opiniones configuran una forma de ser abierta, con amplitud de miras sin estrecheces ni apreturas sino esperanzada hacia nuevos horizontes. Despejemos la maraña mental que nos aturde, salgamos a “reunirnos” solidariamente con un pegamento flexible y dúctil. Compartir, sumar, acercar, comprender…vivir con (o ¿convivir?). Debemos creernos con las tripas la cantinela de aceptar sin arrogancia lo diferente, saludar y acoger al lejano, esperar y dar…pensar y hablar bien, respetar. Escuchar y sonreír, construir. Pero con verdades, no medias verdades.
Como el kintsugi o como el marinero, el ser humano es capaz de recomponer algo nuevo con sus circunstancias personales para armar una colectividad saludable, veraz, revitalizada, llena de verdades, insisto. Vivimos inmersos en los –ismos: escepticismo, pesimismo, relativismo, victimismo, edadismo…poco artísticos y nada vanguardistas de antaño. Quizá una buena receta para elaborar un menú digerible consistiría en calmar al quejoso, acallar esas alarmas disonantes que nos llegan desde posturas ideológicas extremas, aguijonear al indolente que se deja arrastrar por la masa amorfa, despreciar al maldiciente, nada conciliador y detractor del bien social, y de postre, ironía y sarcasmo al prepotente. Bajarlo de la nube a la realidad, a la verdad. Igual tenemos que emprender los viajes que realizó Corto Maltés para aprender a pegar los platos rotos, para contar nuestra verdad y esmaltarla con las otras verdades ajenas. Verdades completas y no medias verdades.
Inquiero: ¿han leído nuestras autoridades a Ortega y Gasset? ¿Saben recomponer las piezas desencajadas? Querer es poder…”Me parto de la risa” (sin paliativos hiperbólicos).
(Publicado en El Obrero en Enero de 2021)
Armamos nuestras verdades a trozos y descubrimos que la reparación no borra las grietas, solo las celebra. - Pilar Úcar.
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| Foto de luis otto en Unsplash |
Bueno, eso era antes…: sí, recuerdo
que a mi llegada a Madrid muchos años atrás, daba miedo pasear por sus calles.
Desde hace tiempo es un auténtico
placer mezclarse con su vecindad tan variopinta.
No se trata solo de un colectivo
visible y reivindicativo. Diseño, cafés, música y colores. Tranquilidad y
alguna que otra paloma que no se asusta de la presencia de pies con piernas
mezclados entre sus patas.
Locales de poesía y tertulias
literarias, bistrots sofisticados y panaderías refinadas y exquisitas,
guirnaldas que animan a pasar al interior de establecimientos curiosos; teatro
y hoteles. Librerías espaciosas de mente.
Un mosaico de seguidores de la moda
“del rollo”, “cayetanos”, “hípsters”…
Algún que otro escenógrafo nos
sugiere cómo anudar el fular de seda, y la mejor manera de prender el broche
para lucirlo en la solapa (siempre en la izquierda, por cierto).
Gente de barrio encantada de vivir
en un ámbito madrileño abierto a tantas ideologías, pensares y actuaciones.
Ese quiosco que despliega su
mercancía a ojos vista. Mercados y olores.
San Marcos, Pelayo y Luis de
Góngora. Se abren las persianas a las 11.00 de la mañana y la sonrisa puesta
para todo aquel que los visita.
Libertad, Belén y Gravina.
Edificios remozados, esquinas
aprovechadas, banderas, rincones pintorescos, flores y plantas luciendo
fachadas muy parecidas de suaves tonalidades.
Vanguardia y clasicismo; vericuetos
sin estrecheces y plazas.
Varias palomas se cruzan a nuestro
paso, habituadas a su estancia con los humanos.
Ambiente, orgullo y copas. Comida
excelente, construcciones singulares y museos.
San Lucas, Augusto Figueroa y San
Marcos.
Calma. Un tentempié saludable para
continuar callejeando. Y da igual pasar dos veces por el mismo sitio. Nuevos
descubrimientos y recovecos particulares. Placidez.
Carritos de la compra a San Antón,
beatas a las “Góngoras”, funcionarios a las “Siete chimeneas”.
Sin rozar la Gran Vía, un universo
complaciente y moderno. Pocos coches, sin prisa y gran dedicación. Esmero e
interés. Ganas de hablar y de pasar un buen rato entre espejos y vestidores.
Decoración esmerada y mucho gusto. Formas estilizadas.
Buen tono y mejor entonación. Los
ojos expresan sosiego. Una quietud vacacional y ociosa salpicada de brotes
sorprendentes: me imagino a la felina Zapaquilda en La Gatomaquia de
Lope escudriñando…
Luz en los escaparates, carteles
atractivos, puertas abiertas, terrazas primaverales.
Y… palomas revoloteando a nuestro
alrededor.
Vecinos, amigos y visitantes. Con
mascarilla y distanciados, afables siempre.
Perros con dueños, motos insonoras,
rodadas suaves, aceras limpias y balcones arbolados.
Respeto y convivencia. Conocer y
compartir. Disfrutar de ese oasis capitalino. Cada uno a lo suyo sin molestar.
Modelo de la movida ochentera, hoy referente internacional. Sensación de
comodidad. Sin apreturas.
Un saludo, una invitación, más
calles y mucho paseo. Avanza la mañana y prometemos volver otro día. Muy
pronto.
Las palomas se han acostumbrado a
nosotros.
“¿Has visto? ¡Qué mal se conserva esa tía para su edad!”
En no pocas ocasiones hemos escuchado proferir expresiones denigrantes y vejatorias dirigidas a las mujeres: “Estará con la regla”, “anda con la menopausia”, “mira qué buena está”, “¿dónde se cree que va vestida así?”
El lenguaje se convierte en un arma de acoso sexual. Y no solo se trata de hostigamiento marcado por la jerarquía del “acosador” hacia la víctima, sino que se da este tipo de situaciones entre iguales, sin distinción de rango, en una situación simétrica profesionalmente pero asincrónica en cuanto al trato y tratamiento en ámbitos públicos y privados.
Todo ello supone una regresión y una vuelta al primitivo, al modo carpetovetónico de tantos referentes que conocemos. Quienes ejercen el acoso verbal.
El lenguaje identifica a cada uno y habla de su propia personalidad, de su comportamiento individual. Estos acosadores actúan así porque lo han hecho de niños, lo han visto en el núcleo familiar y en su ambiente más próximo.
Está relacionado con galanteo de otras épocas, el protocolo para cortejar a la fémina con el poder de la palabra, revestido de un donjuanismo atávico y en no pocas situaciones con la intención de molestar e intimidar (“¡Pero, mujer, si solo es un piropo!”).
La persona que piropea siempre está en una posición de poder y autoridad. En este tipo de acoso, el acosador se siente con el derecho de interpelar a las víctimas en la calle, en el trabajo, sin haber recibido previamente su consentimiento y entendiendo que sus comentarios hacia las víctimas están justificados, son halagos o son socialmente aceptados. La palabra lanzada supone que la persona que recibe esa “lanza” nos pertenece, la hacemos nuestra sin pedir permiso, así, porque sí.
En España no hay aún legislación específica, aunque desde el Ministerio de Igualdad se está depurando el borrador de La ley de libertad sexual que incluirá en el Código Penal el delito de “acoso ocasional” el conocido como “acoso callejero”, es decir, aquellas “expresiones, comportamientos o proposiciones sexuales o sexistas” que pongan a la víctima en una situación “objetivamente humillante, hostil o intimidatoria”.
Se trata de proteger de forma integral el derecho a la libertad sexual mediante la prevención y la erradicación de todas las violencias sexuales, que afectan a las mujeres de manera desproporcionada, como manifestación de la discriminación, situaciones de desigualdad y las relaciones de poder de género.
Hasta ahora solo estaban penadas estas situaciones en el ámbito de la violencia doméstica, esto es, entre familiares, pareja o expareja. En este tipo de circunstancias, la palabra clave es “consentimiento”: si la víctima que recibe la expresión ofensiva no la ha deseado, se considerará delito.
Ante la falta de denuncia hay que atender este problema con actos preventivos más que reactivos, tales como campañas de concienciación sobre qué es el acoso y cómo se puede determinar, y destinar recursos para facilitar y favorecer una educación igualitaria. Toca volver a aprender: desaprender y reeducar atendiendo siempre a los derechos individuales; recuperar el valor de la palabra conciliadora para evitar comportamientos abusivos.
El acoso verbal consiste en un lance sexual indeseado, una intrusión no solicitada de los acosadores en los sentimientos, pensamientos, actitudes, espacio, tiempo, energías y cuerpos de las víctimas; muchos de ellos tienen su origen en el desdén y provocan “la descalificación y la anulación”. Suponen una bofetada, un ninguneo, incluso todo un chantaje.
Algunos estudios realizados sobre el acoso verbal a una amplia muestra de mujeres demuestran que el 72 % no consideraba apropiado silbar a una mujer por la calle, mientras que el 20 % afirmaba que es aceptable en ocasiones; el 55 % calificó esta práctica de “acoso” y solo el 20 % afirmaba que era “cortés”.
En las últimas décadas han surgido grupos como Stop Street Harassment o Hollaback, la campaña Stop Telling Women to Smile_ (“Dejad de Decir a las Mujeres que Sonrían”) e iniciativas muy secundadas como Cards Against Harassment (“Cartas Contra el Acoso”), todas ellas con la pretensión de visibilizar y denunciar situaciones de acoso verbal.
Recuperemos el halago familiar cálido y afectuoso, un reconocimiento y premio que nos llega de la voz del otro como una mano tendida al corazón; una palabra amable sin intención perversa, sin jerarquía ni preminencia hacia el próximo, sin deseo de someter y subyugar.
Nuestras palabras hablan de nosotros. La palabra es producto de nuestros pensamientos, que pasan a ser emociones y estas se verbalizan y se muestran en actos concretos.
Nuestro objetivo será desterrar palabras agresivas, insolentes, procaces y subversivas, desconsideradas, faltas de urbanidad y respeto que se cuelan de malos modos en las relaciones humanas, sociales y profesionales contraviniendo las reglas del juego y del trato.
Hoy mismo hace un año, en el
Ateneo de Madrid, se presentaba uno de ellos: “Otro Siglo de Oro” de Pilar Úcar.
La descripción de su
contraportada hacía prácticamente imposible resistirse a su adquisición y a su
lectura. Y a fe que no defrauda. O quizá sí, porque al lector se le antojan cortas sus 90 páginas preñadas de una atractiva, culta e ingeniosa literatura:
¿Podríamos imaginar al conocido Lazarillo recorriendo las orillas del Tormes transformado en Lazarilla? Seguro que la joven no habría aguantado los palos y el hambre que sufrió el pícaro y les habría hecho la peineta a más de uno de esos amos fantoches, hipócritas y machistas.
¿Y si Quevedo (don Francisco) hubiera invitado a don Luis (de Góngora) a fundar juntos, una asociación poética sin ánimo de lucro? Habrían celebrado el éxito, saliendo de copas por los garitos del Madrid de los Austrias, hasta altas horas de la noche y habrían acabado de botellón en Moncloa.
La presentación un éxito, público atento, estupendo coloquio final y preguntas a las que la autora fue respondiendo con esa brillante mezcla de inteligencia y humor que sólo Pilar
maneja con tanta naturalidad.
Lo admito, yo estaba además con los “efectos secundarios” de la presentación: el
inesperado capítulo extra librum del reencuentro con la autora después de tantos años. Y la
mutua decisión de que esos lapsos en vacío no volverían a repetirse.
Sí, para mí es un libro especial. Hoy cumple un año.
(Artículo que publiqué hace tiempo en otra plataforma digital -Diario Responsable-, pero quería traerlo aquí porque sé que puede interesarte si sigues los temas del blog)
Parece ser que desde temprana edad veía muy clara la denominación de su futuro trabajo. En su cabecita debió pensar: “si un hombre que maneja una nave es piloto, yo, pilota”. Ahora bien, ¿qué pasaría si preguntáramos a nuestras jóvenes estudiantes qué desean ser en un futuro?
Quizá alguna contestara que piloto, pero me atrevo a asegurar que no en femenino. Al pronunciar “pilota” se arriesgaría a la hilaridad del resto, al gesto raro: ¡qué mal suena!
Me consta que muchas de las profesionales en ejercicio pertenecientes a sectores como la jurisprudencia, la ciencia y la técnica se definen como: fiscal, ingeniero, físico, arquitecto, juez. Sí es cierto, que leemos en algunos titulares “jueza”, pero no deja de advertirse cierta renuencia a hacerlo de manera fluida.
Parece, pues, que la tendencia no va en el sentido de “pilota”. Y eso que la Fundeu acepta el término, mientras que la RAE prefiere la piloto. Sabemos por la normativa académica que el género gramatical no marcado es el masculino: “Los padres” engloba a padres y madres, “los estudiantes”, a alumnos y alumnas que asisten a nuestras aulas... Ahora bien, leemos que la RAE prefiere “El rey y la reina”. ¿Toda una declaración de intenciones?
Y desde alguna comunidad, como recientemente la aragonesa, se publica un documento que aconseja a sus funcionarios el término de “criaturas” y no el de “el niño y la niña”. ¿Estamos asistiendo a una feminización del lenguaje?
Por lo que venimos diciendo hasta ahora no es así.
Reconocemos, no obstante, que algo está pasando: la realidad cambia, sufre modificaciones constantes que en algunas ocasiones recoge el idioma. Y eso está muy bien: la inquietud por la lengua, por su expresión y la comunicación. Ahora bien, necesitamos tiempo, adaptación, acomodo y reflexión. Conviene profundizar en la intención del mensaje: no se puede vender humo. La lengua ha de estar anclada a la realidad y la realidad se ha de ver reflejada en la lengua. Acompasar el ritmo de una y otra, cuesta…
Imaginemos nuestra asistencia a una conferencia, por ejemplo, en la que su protagonista nos saluda así: “Bienvenidos, bienvenidas, buenas tardes a todos y todas, amigos y amigas, queridos y queridas asistentes y asistentas”... y así ad infinitum. Sospecho que el auditorio se incomodaría en sus sillas y se preguntaría: “¿Hasta cuándo?” “¿Va a seguir mucho rato?”
Quizá a alguno se le ocurra acudir en auxilio de la @ o de la x o de la e… Les diré que, en una ocasión, inicié una charla intentando leer y pronunciar, incluso teatralizar estos… ¿signos? ¿Qué pasó? Risas y sorpresa.
Claro que, si además nos piden la redacción de un artículo, la duda es acuciante hasta cierto punto: somos conocedores de la importancia del cómputo de las palabras y de la extensión de las líneas para tal publicación. Parece pues, que no resulta tan negativo el criterio de la economía (espacio-temporal) para seguir empleando el género masculino (no marcado gramaticalmente).
Avancemos un poco más en nuestras reflexiones: conforme la mujer se incorpora a nuevos trabajos desempeñados tradicionalmente por hombres, el idioma ha de incorporar esas nuevas palabras que las definen: sumillera, crupiera, alfereza, caba… Fruncimos el ceño, seguro y somos capaces hasta de pronunciar en alto a la vez que leemos estas líneas para escucharnos. Lo ocasional y lo esporádico –nunca marginal– deben dar paso a lo habitual; hay que atender las nuevas corrientes sociales, escuchar y prestar oídos a lo distinto. No desterrarlo de buenas a primeras.
A vueltas con el femenino… Quienes nos dedicamos a la enseñanza del español a extranjeros, temblamos en la lección dedicada al vocabulario de animales. A todos nos vienen imágenes de tiburón, ballena, zorro, vaca, perro… Cuántas connotaciones… negativas, por supuesto, siempre que se dirigen a la mujer… Aquí lo dejo.
Igual que hoy con alguna “tipa”, “individua” o “elementa”. el escandaloso “miembra” de hace años nos parece una ingenuidad.
En efecto: hay que apoyar la diversidad, la visualización o la empatía sin cortapisas, con sentido común y sin llegar al absurdo ni a lo rocambolesco. No podemos permitir que la carcasa confunda, destruya y distorsione el mensaje. Abomino del lema que algunos cargos públicos lucen: “si no puedes convencerlos, confúndelos”. No somos ni ignorantos ni ignorantas…
La palabra es puente entre personas, la palabra acerca, acompaña, atrae y seduce…
Por cierto, mientras escribo estas líneas, mi corrector no deja de subrayarme en rojo una gran cantidad de vocablos empleados en lo que están leyendo.
Feliz día a todas.
Y, claro está, a la propietaria de este sitio, a Pilar Úcar: ¡Feliz día, amiga!
Ella mantiene esta página con esa sabia mixtura de rigor y humor que hace que, al leerla, puedas imaginarla con una ceja
levantada y a la vez con una sonrisa. Y en ocasiones con algún gesto pelin irritado, síntoma de estar concibiendo alguna de sus famosas “impopularidades”.
Y aunque corregir exámenes debería dar derecho a canonización, el amor por lo que hace la mantiene ahí, haciendo de cada clase un pequeño viaje por la belleza del lenguaje y sin perder la fe ante una generación que piensa que los acentos son opcionales.
Ella sabe que una buena palabra puede cambiarlo todo. Y es
capaz de combinar la firmeza de una regla ortográfica con la delicadeza de un
buen poema.
Felicidades de nuevo, Pilar. Permítete hoy dar festivo a tu
mente siempre bullente y, aunque sea por un día, disfrutar de un merecido punto
y aparte.
A mí me suena todo este contenido a escritores
juveniles dados a la hipérbole, a lo truculento, a lo extremo muy en la línea
de los 90. Un déjà vu que no me termina de convencer. Cuentos
y más cuentos superlativos que me dejan indiferente.
Pero ya sabemos, que para gustos, los colores y libros hay muchos para todo el público lector.
Bérot llega por la senda de su anterior libro "Como bestias", turbadora y turbia, revolviendo conciencias y enredando los
entresijos del alma.
En un entorno agreste y rural, ambiente en el que parece
desenvolverse como pocas, afronta y nos confronta a una madre, que no sabe que
lo va a ser, frente a su bebé, nacida en la bañera, de un día para otro.
El cerebro de la fémina quizá ha bloqueado el desarrollo del
feto que termina por vivir en una noche convulsa de camino al hospital.
El pueblo se pone en marcha para preparar la venida de Eva:
nunca se nombra este nombre que todos han decidido por votación popular.
Comienza la vorágine de una lectura que se puede hacer
siguiendo varias instrucciones de la propia autora según se desee leer por
temas, personajes o siguiendo el orden de las páginas.
Voces, dureza, silencios, coro, recuerdos, opiniones,
historias calladas, secretos desvelados, cabras y nieve, pastoreo y vacas,
maestra y dueñas del bar, vecinos, revancha familiar, parejas opacas y el
instinto maternal que no sabemos si existe o no.
En tela de juicio el amor de madre, en solfa los patrones
ancestrales unidos por ese cordón umbilical que ata y ahoga.
El final… o el principio.