lunes, 7 de abril de 2025

Hormigas

 - Colaboración de M. Regalado

Procesión de hormigas

A menudo
se me antoja que tú y yo
somos de alguien hormigas ignorantes
expuestas al azar indiferente
de su mortal pisada.


Y que son estas calles que transito
enormes vericuetos,
cauces de asfalto
para una ingente procesión de hormigas
afanosas y ausentes
que ilusionan ser libres.

Pequeñez ignorante y orgullosa,
presa de su hormiguero.

viernes, 4 de abril de 2025

El río Arga a su paso por Burlada


Río Arga

Me gusta siempre que vuelvo a esa localidad navarra, cerca de Pamplona, asomarme y ver la porción de corriente que enmarca la ventana de mi cuarto. Únicamente un trozo de la fluida longitud del Arga hasta llegar a su desembocadura…en el Ebro.

El Arga, cada vez más ancho y plano, limpio ahora, turbio en otras ocasiones. Calmo y plácido, discurre por sus márgenes sin sobresalir de los límites, evitando sobresaltos.

Cuando se desboca, suena a estruendo, llega hasta las casas próximas, anega huertas y chabisques, y ese ruido en la noche silenciosa que despierta a los vecinos, y a los animales domésticos…. Ese ruido atemoriza. Es un rugido que traga y envuelve todo lo que encuentra a su paso. A mí nunca me ha pillado en una de esas.

El río atraviesa diferentes poblaciones forales y cambia de aspecto estacional y fluvial.

Para todos los gustos. Aficionados a la pesca, palistas en piraguas, bañistas estivales…A sus orillas descubro la nogalera o la chopera, para mí siempre será la arboleda, un término más genérico sin distingos arbóreos, y sobre todo, muy familiar.

A la sombra, bancos y senderos, paseos de caminantes dominicales: chubasquero, bolso cruzado, algún bastón y…¡¡hala!! a echar alguna hora matutina.

Calderetada en honor a la Virgen de la Asunción en un agosto solanero, fiestas y jolgorio de jóvenes y abuelos, reposo y bailes, comida y chistes. El Arga lo contempla y sigue su curso…

El verde primaveral y el marronoso del otoño, el desolado invierno y el florido verano: suma y sigue; la vida se abre paso más allá del tiempo en una población marcada por un río que a veces la inunda, la sorprende: agua de susto, catástrofe urbana y vuelta a empezar.

Ese río recorre el depósito del agua, lo deja de lado, allá arriba en una colina de cúspide curva, redonda, nada escarpada, fácil de acceder.

El Arga se tapa los oídos durante las noches de fuegos artificiales. Siempre desde mi ventana. La carretera acerca coches que visitan Burlada, centro cultural de jóvenes y maduros; sociedades gastronómicas, txokos y escuelas. Nuevas plazas, nuevos nombres y habitantes que llegan de otras latitudes nacionales y extranjeras. Parques, tiendas que cambian de nombre y de dueños; colegios y escolares, bilingüismo. Pintadas de otros tiempos y grafiti actuales.

Se oyen las campanas de la iglesia más próxima; cielo nublado que amenaza lluvia: ¡¡ay, los tejados!! Cuidado con el río que amenaza con escaparse del redil…Vuelve la tranquilidad desde mi ventana.

El puente viejo, muy cerca, permite que transcurra bajo sus ojos poco apuntados y rodeado de una vegetación matizada; se mezcla tierra fértil con las ramas que flotan, arrastradas por la corriente. En momentos de sequía cuesta atisbarlo, casi no se aprecia su caudal y parece que lo ha engullido la tierra, que se ha evaporado, pero ahí sigue, perenne su cauce, más allá del tiempo.

Me reconcilia su visión, esa imagen que desde la capital se convierte en idilio y que en su presencia, al abrir el cristal, me devuelve memorias pretéritas y recuerdos muy de ahora.

Yo he vivido en Burlada, de cara al Arga al que es difícil darle la espalda…visita obligada y deseada.

(Publicado en marzo de 2022 en El Obrero)

martes, 1 de abril de 2025

La palabra y ese … ”¿me entiendes?”

¿me entiendes?

Da igual el foro en el que nos encontremos, la conversación en la que participemos o el acto al que acudamos; siempre y de manera inevitable -o no tanto- se cuela el consabido sonsonete: “¿me entiendes?” un claro “a ver si te enteras, que te despistas y no me prestas atención”.
Todo ese magma lingüístico se adivina bajo las aguas procelosas del acto comunicativo como si fuera la masa espesa y compacta del iceberg que naufraga de un lado al otro del cerebro del emisor que reprocha al receptor su falta de comprensión.
De ahí al “¿sabes lo que te quiero decir?” un nanosegundo en el metaverso de la interacción humana. Todo son increpaciones a la estulticia manifiesta de quien escucha, pasmado, a ese hablante falto de expresividad.
En más de una ocasión, me he atrevido, cual receptora osada -que no ignorante, porque si algo no sé, pregunto y así evito el runrún de la duda perpetua- a espetar al marisabidillo de turno: “yo te entiendo, pero te explicas como el c… o como el r…” (coloquialismos muy del gusto de nuestros tineyers que evito en mi escritura pero no en mi oralidad) vamos, que no hay forma de entrever el mensaje que quiere proferir el supuesto y presuntuoso sabio porque desconoce los mínimos y básicos rudimentos del lenguaje.
Para mi propia tranquilidad y la del ajeno lector que sigue este observatorio, nos queda reconocer que el manido “¿me entiendes?” tan solo es una muletilla del discurso social, al modo de otros del pelo: “pues…, en fin…, a ver…, ya… claro…” elementos que nos proporciona el lenguaje en su función fática y que nos permite mantener el contacto con el otro.
¡Cuidado! Estoy hablando del contacto comunicativo, lo del “cum-tactum” para otra ocasión.
(Publicado en Isidora Cultural en agosto de 2024)

viernes, 28 de marzo de 2025

Las jergas profesionales

¿Por qué las jergas profesionales nos resultan tan difíciles de entender?

el laberinto de las jergas profesionales

En la consulta del hematólogo, el médico nos dice que “como principal complicación en postrasplante precoz se presenta EVOH-SOS leve, resuelto con defibrotide y tratamiento diurético. Prendimiento granulocítico en el día +24 y plaquetario del +42”. “O sea, que me voy a morir, piensa uno.

Leemos en un titular la noticia económica acerca de la OPA hostil que va realizar una empresa. Se nos dispara la imaginación y no sabemos si cierran esa compañía y sus empleados van al paro, si la trasladan de sede o nos va a invadir algún enemigo.

“La calibración de esa pieza depende de su desviación y habrá que hacer un análisis de la tolerancia dimensional y verificar su acabado superficial”. Así leemos en el manual de instrucciones del coche que nos acabamos de comprar. Y estamos a punto de devolverlo.

Que alguien me explique qué quiere decir todo esto. No entiendo nada. Groucho Marx en Una noche en la ópera caricaturizó lo enrevesado del lenguaje jurídico-administrativo con su famosa interpretación: “Eso sí que no me gusta nada. Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?”

Con este ejemplo cómico se hace patente la ininteligibilidad de muchos de los mensajes que recibimos en relación a los lenguajes específicos o especializados, es decir, lo que conocemos como las jergas profesionales. Normalmente, se nos escapa casi por completo o en su totalidad su contenido.

Comprender los términos de una hipoteca

Cualquiera que haya solicitado un crédito o haya alquilado un piso, leído un informe médico, escuchado una noticia sobre los avances técnicos o desee pedir una hipoteca, se habrá encontrado con que no todo lo que escucha, lee o firma le resulta de fácil comprensión.

Parece que nos advierten que el lenguaje dedicado a la administración y a la jurisprudencia, a la medicina, a la técnica y a la economía y las finanzas va dirigido a unos pocos. ¿Por qué cuesta tanto captar esos mensajes? ¿Por qué resultan oscuros y crípticos como si fueran jeroglíficos egipcios?

Quizá son los profesionales de cada una de esas áreas quienes se entienden entre sí y el resto queda al margen de su comunicación, apartados y sin posibilidad de participar.

la dificultad de comprender las jergas profesionales

Podríamos pensar que bajo sus mensajes se oculta una intencionalidad, ficticia o real, que dificulta e impide desentrañar el contenido, o quizá ocurre que solo son capaces de expresarse como lo hacen, según lo han aprendido y practicado en su quehacer diario, o tal vez sean lenguajes, no para legos ni profanos en la materia, sino para especialistas en cada uno de los ámbitos particulares.

¿Nos quieren ocultar algo?

Por tanto, cabe preguntarse, ¿se aprovechan del dominio del lenguaje tan específico? Las disciplinas profesionales se parapetan en la monosemia del léxico que utilizan, es decir, en el significado único de cada palabra, sin metáforas ni simbolismos ni connotación personal. Pero, ¿pretenden ocultar algo?

Parece que los lenguajes específicos desvirtúan la realidad, la quieren sustraer, camuflar o solapar; casi siempre subsiste un aire de engaño y de presuposición de ignorancia por parte del receptor. Ahora bien, sus propios usuarios nos aseguran con tajancia y rotundidad que se trata de una forma de expresarse objetiva y neutra.

Deberíamos empezar a perder el miedo a preguntar y pedir que aclaren o expliquen lo que no llegamos a entender. No debemos pensar que la dificultad de comprensión eleva el rango ni la jerarquía a la persona que lo usa. La profundidad de un mensaje se ha de transmitir de manera clara y asequible y esto no significa perder categoría profesional.

Todo ello implica una comunicación con términos sencillos y una redacción sin complicaciones sintácticas para transmitir la idea de forma directa, sin ampulosidad ni ambigüedad.

El uso de las siglas sin referencias, el predominio de la puntuación en las frases cortas y sin verbo, la excesiva nominalización, extranjerismos y latinismos han resultado ser algunas de las principales trabas que hacen de estos lenguajes específicos algo poco accesible y atemorizante.

Iniciativas para facilitar la comprensión

En este sentido, observamos que existen ciertas iniciativas como el Plain language, en los países anglosajones, o el Programa Finanzas para todos, por ejemplo, de cara a facilitar y acercar dichas jergas a la mayoría de hablantes para su comprensión y entendimiento.
Y "ADICAE - Consumidores Críticos, Responsables y Solidarios", se explica muy clarito en este "DICCIONARIO FINANCIERO - PARA QUE NO TE TOMEN EL PELO"  que puedes consultar pinchando en el enlace o en la propia imagen.
Diccionario financiero para que no te tomen el pelo

Debería existir un esfuerzo conjunto entre los profesionales de sus áreas específicas y el usuario del lenguaje estándar empleado por cualquiera.
Conviene clarificar en los diccionarios con definiciones sencillas y asequibles para todos y enseñar no solo desde los niveles más escolares el vocabulario técnico para adquirir cierta familiaridad con sus rasgos propios, sino también permitir, favorecer y proponer el aprendizaje transversal de dichas jergas profesionales a los estudiantes universitarios en cada una de sus titulaciones.
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lunes, 24 de marzo de 2025

Topatumba

Hoy Oliverio Girondo

Frontera y umbral de las palabras: arrebato poético su libro último, donde desborda límites y amalgama vocablos para crear otros nuevos con múltiples sentidos. Experimentación extrema con el lenguaje, que se desborda y se multiplica en cada verso.

Como en su "Topatumba"      

Topatumba - Poema de Oliverio Girondo

Ay 

mi más mimo mío

mi bisvidita te ando

sí toda

así

te tato y topo tumbo y te arpo

y libo y libo tu halo

ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me levitabisma

mi tan todita lumbre

cátame tu evapulpo

sé sed sé sed

sé liana

anuda más

más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden

tu muy corola mía

oh su rocío

qué limbo

ízala tú mi tumba

así

ya en ti mi tea

toda mi llama tuya

destiérrame

aletea

lava ya emana el alma

te hisopo

                    toda mía

ay

                    entremuero

                                        vida

me cremas

                            te edenizo.



viernes, 21 de marzo de 2025

Nunca borrar

 UNA TÉCNICA DE ESCRITURA PARA EVITAR EL OLVIDO

Una técnica de escritura: Escribir, escribir siempre y nunca borrar


Cuántas veces preguntan a los escritores más o menos exitosos cómo escriben, es decir, dónde han aprendido a escribir, la técnica que utilizan, cómo organizan los personajes, o seleccionan los contenidos, en qué se basan, cuáles son sus fuentes de inspiración.

¡¡Y cuántas sorpresas de muchos colores nos deparan sus respuestas!!

Un buen puñado de firmas famosas suelen contestar que a escribir se aprende escribiendo y que ellos lo han hecho desde muy temprana edad, y por supuesto, leyendo. Y escuchando historias a los abuelos, a algún tío que volvía de ultramar y contaba sus viajes de intrépido marino.

Yo creo que para escribir hay que fijarse mucho, y mirar mucho también: con los ojos de la cara y de la inteligencia, y observar. Ojos de búho atento. Siempre con la antena conectada.

Mirar y no dejar de mirar. De la mirada a la imaginación y a la fantasía. Inventar vidas, conversaciones, crearlas y recrearlas a nuestro gusto y manera. En la marquesina del bus esperando el trasporte público o la ruta escolar, en el súper o en el parque, en los teatros y en las calles…con mascarilla y con la distancia social reglamentaria, ¡¡pasan tantas cosas!! Y todos los días, solo hay que estar “ojo avizor”. Y a escribir…

Pero la memoria es frágil.

La mayoría de los escritores coincide en el truco y la estrategia de apuntar, y apuntar de todo. No sé si a la manera de nuestros antiguos apuntes académicos, o sí, tal vez ayude… ahora no tanto porque casi todo va en ordenador… esos folios de notas tomadas en clase a toda velocidad, llenos de símbolos y abreviaturas que solo el dueño era capaz de entender, han sido sustituidas por los audios y el tecleteo.

Escribir listas de cosas por hacer, cosas que comprar, cosas que recordar, muchas cosas…me estoy repitiendo, lo sé: pero ocurre que en parte la técnica de la escritura consiste en eso: en repetir. Borrar, NUNCA, en mayúsculas. Trazar esquemas, flechas, guiones y comillas, todo un diseño de simples bocetos que van a cobrar vida con el tiempo, a corto, medio o largo plazo.

Y no cejar en el empeño como muchos dicen hoy en día. Continuar…


Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro.

Papeles y papelitos metidos en tantos  sitios  luego olvidados y vuelta a escribir.

Y todo vale. Yo defiendo que cuando nos viene una idea no conviene dejarla escapar.

Una idea, un pensamiento, una opinión, un argumento o una emoción. Y plasmarla: cuanto antes, mejor.

Recuerdo nuestras redacciones: “La primavera”, “¿Qué vas a hacer durante el verano?”, “Describe el fin de semana”… Lo de siempre, y nos parecía monótono y aburrido. No, en absoluto.

Ahora nos devanamos la sesera en lograr pura originalidad, llegamos al estrambote y a la psicodelia. Y yo entono el mea culpa, claro que sí.

Conviene escribir para no olvidar: las historias que escuchamos o las vivencias propias; para realizar un ejercicio de memoria tan devastada por ciertas moderneces educativas.

Y una vez ya con ganas y tiempo para escribir, avanzar unas líneas más: añadir recuerdos, imágenes y sentimientos; llenar el prosaísmo de la cotidianeidad de algo nuevo, o dejar la realidad tal cual la vemos o nos la plantean.

Reposar. Dejar que descanse el escrito. Nunca revisar inmediatamente lo que acabamos de expresar. Los ojos y el cerebro, somos conscientes de que para escribir empleamos algo más que los apéndices digitales, no dan más de sí. Que se echen una siesta un rato.

Y luego, después de pasear al perro, o ver una serie, o preparar la cena…retomamos lo que ya forma parte de nuestra historia. Verba volant…y ahora es cuando acecha la tentación: con pálpito releemos, y la temible tecla “delete” nos espera sonriendo para que la pulsemos. NO: Borrar, nunca.

Si lo hacemos una vez, entramos en bucle y no dejamos de escribir y borrar, escribir y borrar, encadenando eslabones de un cordón interminable.

Propongo una lectura tranquila sin ánimo justiciero: y a partir de entonces, modificar, añadir, cortar, aumentar a modo de patchwork.

Ya tenemos la segunda versión. Deberíamos buscar a un “sufridor” como en antiguos concursos para que nos escuche lo que acabamos de reescribir: a poder ser alguien que nos aprecie pero que no sienta amor desmedido por nosotros.

Tendremos de esta manera dos puntos de vista: el ajeno y el propio. Nosotros mismos nos vamos a escuchar y parece que estamos en otra sintonía. Nada más lejos que sentir de nuevo la dichosa tentación de borrar.

Después de este ejercicio oral y del esfuerzo que hemos realizado, un nuevo descanso.

Sí. Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro. De nuevo, ante ese primer y retocado intento de escritura, leemos y damos los últimos toques.Ya tenemos unas líneas definitivas para entregar.

Borrar, nunca.

(Publicado en 2021 en El Obrero)

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martes, 18 de marzo de 2025

No me gusta Lisboa: lo natural y lo común

 

No me gusta Lisboa

Cuando dices que vas a Lisboa, se ilumina la cara de quien lo escucha: “¡te va a encantar! ¡Qué ciudad, es preciosa!, ¡qué suerte!”

Cuando aclaras que es tu cuarta visita, las afirmaciones anteriores se redoblan: “¿a que sí?, ¡seguro que vas a descubrir cosas nuevas!, ¡yo viviría allí! …”

Y cuando concluyes que no, “que no me gusta, nada, pero nada es cero” que es la cuarta vez en la capital lusa y que en esta ocasión acompañas a alguien por primera vez, la sorpresa y el desencanto ajeno estallan en el otro.

Claro, que también me dirán por qué insisto una y otra vez.

A Lisboa viajé durante la luna de miel, un 1 de noviembre frío y neblinoso, gris y triste. Hotelazo.

A Lisboa volví un 9 de noviembre para un congreso sobre Cervantes: frío y con huelga de taxis, buen tiempo y excursiones a lugares turísticos. Hotelazo.

A Lisboa regresé un 30 de abril, puente madrileño: con mi hija; soleado, buen tiempo, visitas a lugares turísticos, restaurantes, fado. Hotelazo.

A Lisboa volví un 8 de agosto. Vacaciones estivales, con mi hijo. Canícula, visitas turísticas y cultura. Mucha interacción social. Hotelazo.

He creído necesario dar estos breves apuntes para matizar mi aseveración: “Lisboa no me gusta y punto, pero, por favor, no me perdonen la vida, no me miren mal”.

Parece que el sentido común invita a identificar Lisboa con una suerte de placer, encantamiento y gusto que a todo el mundo arrebatan, es decir al común de los mortales les gusta. Y a mí, no.

Quizá lo común no sea lo natural, es decir, que si a mí, una ciudad, en este caso, Lisboa, no me gusta, no estoy adoctrinando, ni mucho menos expresando mi ideología, tan solo una opinión, personal, valga el énfasis, de algo que va contracorriente, porque parece que lo natural es que Lisboa le guste a todo el mundo; sanseacabó, y ojo de aquel que diga lo contrario.

Pues bien, ni por costumbre, ni por tradición, ni por sentido común, la opinión es un derecho que ejercemos. Y tiene el valor que tiene. Como casi todo en esta vida, relativo y referencial.

No me gusta Lisboa
A mí no me gusta Lisboa: está vieja y rota (ya sé, me dirán quienes me lean, ese es el encanto) y sucia e incómoda (ya sé, insistirán: pervive un aire decadente).

La he visitado en varias ocasiones y con diferentes motivos, le he puesto ganas, muchas y no hay manera.

No me gusta el fado, ni las calles empinadas, ni los taxis…

Me gustan el café, y los postres, alguna librería y la fundación Calouste Gulbenkian.

Me gusta escuchar a mi hijo hablar en portugués, a mi hija en inglés y a mi marido disfrutar del bacalao.

¿Ven? Algo es algo y es mucho.

Seguro que volveré…una vez más, pero no para intentar que me guste ni para formar parte del sentido común ajeno que propina a la menor de cambio que Lisboa gusta sí o sí a todo el mundo.

Hoy por hoy, Lisboa no me gusta y tenemos la suerte, todos, de poder expresarnos así.

¿Y qué pienso de PARÍS?

viernes, 14 de marzo de 2025

Semure

 

Zamora - Catedral y Palacio Episcopal desde la otra orilla del Duero
Zamora - Catedral y Palacio Episcopal desde la otra orilla del Duero
Archivo personal

- Colaboración de M. Regalado

Despierta somnolienta
–"somnolenta"-
la vieja Semuret.

Aún las diez no son dadas
y el silencio se enreda en estos muros,
y el empedrado calla.

Enemiga mortal de los silencios
y a resguardo en su alto campanario,
una campana osada
se atreve a resonar.

La cigüeña la escucha, indiferente,
y comienza su día
en románicas piedras asentada.
Allá arriba, su nido
comparte espacio y tiempo
con la piedra hecha historia,
con la firma indeleble del cantero.

Se están recomponiendo
las calles,
las plazuelas,
las tiendas centenarias,
-“abrimos a las diez”-

y en esa espera,
en el silencio roto sólo por la campana,
Samurah es más vaccea,
más celta, más romana,
más medieval,
más nuevamente vieja.

Viriato, Doña Urraca, 
Vellido Dolfos 
o el propio Arias Gonzalo
podrían aparecer al doblar una esquina.