sábado, 27 de diciembre de 2025

Tiempo sin tiempo

 

No tengo tiempo


Tareas, compromisos, estímulos que a lo largo de cada día se superponen sin pausa. Tiempo convertido en carrera constante, sensación de "no llegar", de estar siempre corriendo detrás de algo.

Seguramente el poema de Mario Benedetti describe eso que todo ello nos hace sentir.

Tiempo sin tiempo

Preciso tiempo necesito ese tiempo

que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.

Decido tener tiempo


martes, 23 de diciembre de 2025

La sonrisa

sonreir es bueno para la salud
(Colaboración de M. Regalado)

Escucho en la radio un programa de divulgación. Están hablando de “la sonrisa”. De la necesidad  -incluso vital- de sonreír.

Parece que, allá en el siglo XIX, el médico francés Guillaume Duchenne se interesó por la sonrisa humana y su  relación con determinados procesos neurológicos. Sus estudios le permitieron llegar a la conclusión de que hay cierto tipo de sonrisa, la genuina y sincera, capaz de activar los procesos intelectuales que se producen en la zona del córtex, generar endorfinas y conducir al individuo a un estado de mayor felicidad.

Y escucho que un niño sonríe unas 90 veces al día, que un adolescente lo hace del orden de 20 veces diarias y un adulto ¡ay, un adulto!, no llega a esa cifra y, además, sus sonrisas no siempre están originadas por una emoción grata, por una sensación placentera y satisfactoria.

Y, aunque sabido, me sorprende como si acabara de descubrirlo: en los comienzos de su vida el bebé no puede ver y en cambio sonríe. ¡Sonríe! Y es que la sonrisa es generada por una emoción, viene de dentro, no precisa de estímulos externos. No es tal que la risa o la carcajada, que precisan de un detonante externo que las provoque.

La sonrisa abre, abre siempre, nunca cierra puertas. Una sonrisa es bien recibida siempre, en cualquier situación. Siempre, si es una sonrisa sincera.

Expresamos con una sonrisa emociones muy diversas: encontramos la sonrisa tímida, la irónica, la sonrisa abierta, la sonrisa forzada, la complacida, la sarcástica, la sonrisa social, la sonrisa ¡sí! la que muestra afecto, y emoción, y amor…
una sonrisa no cuesta nada, pero crea mucho

Rompe hielos, abre puertas, crea confianza, destruye barreras. Sin necesidad de siquiera  una palabra.

Recordé aquel poema que leía en mi adolescencia (¿de quién era?): “Una sonrisa no cuesta nada pero crea mucho, enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la da (...) si alguna vez encuentras en tu camino a alguien que no sabe sonreír, regálale la tuya. Porque nadie está tan necesitado de ellas como aquél que no sabe darlas”.

Pero además -escucho- la sonrisa pone en funcionamiento entre 12 y 17 músculos de la cara ¡todo un fitness facial! ¿Qué crea arrugas? Sí, claro, sí, sí. Pero... quizá en este caso sea verdad aquello de que “la arruga es bella”.

¡Sonríe ahora! ¡inicia hoy tu plan de fitness facial!

sábado, 20 de diciembre de 2025

Trascendencia

 

Soltar, de jar ir, trascender
(De mi poemario "Quién me lo iba a decir")

La interrogación
busca el acento,
diferenciar la importancia ajena
de la identidad personal.
¿Ser? ¿Existir? ¿Buscar?
Y hallar un movimiento
de lo accesorio a lo esencial,
para impulsar
la compasión y aliviar
el dolor.
No hay remedio
en la compañía, sin amor
más allá de la constancia.
Trascender del control
para el equilibrio
y la confianza.
                Dejando ir,
                                     dejando.

martes, 16 de diciembre de 2025

Escribir poesía en tiempos de Ozempic

 

Foto de Angèle Kamp en Unsplash

Escribir para comunicar, para sanar, para compartir, para uno mismo y para los demás; para pasar a la historia, y quién sabe si a la eternidad, o para guardar todo en un usb que la posteridad, más cercana y familiar, descubrirá.

Escribir porque hay algo que contar, porque hay que sentir con los demás o porque conviene no refrenar el impulso de reconocerse.

Escribir poesía en la madurez vital con trazos de adolescencia prolongada; sin rubor ni temor de Dios: escribir poesía, aunque para algunos solo lo hacen las abuelas, a modo de pasatiempo cultureta, más femenino que varonil, es el Ozempic que se inyectan las estrellas.

Poesía desde Homero a Manrique, de Quevedo a Bécquer, de Florencia Pinar a Gloria Fuertes, De Idea Vilariño a Delmira Agustini.

Escribieron poesía con el auxilio de las musas, con la inspiración del momento y del sentir personal. Se concitaron Melpómene, Erato y Clio, Talía y Euterpe en un contubernio de risas satíricas y lamentos fúnebres, de elocuencia cómica y ritmos bucólicos.

Sin Ozempic.

En estos momentos de escualidez física y mental, triunfan frases más o menos poéticas, de rango solemne y atisbo sentencioso: Vive la vida a tope, Disfruta la vida, o A vivir que son dos días.


La escritura lírica no engaña y sí engancha, no niega y siempre afirma, es decir, acepta y consiente con una mirada complacida de quien lee sin tapujos, a corazón abierto.

La autora que suscribe estas páginas es más del siguiente imperativo: “Deja a la vida en paz”, que no sé si provoca una mueca de disgusto o falsea la realidad propia y ajena, con el deseo de firmar un pacto por la inmortalidad y la eterna juventud, incluso aunque los únicos firmantes de ese pacto sean líderes lamentables y perniciosos para perpetuar años de longevidad.

No así la poesía: hay quien afirma que los avatares históricos, las gestas heroicas (valga el pleonasmo) se olvidan antes que muchos versos de antaño, embriones de belleza, auténticos amantes benefactores en una promiscuidad literaria que no facilita la farmacopea por muy celebrada que sea.

Escribir poesía durante los años púberes o en la soledad senil de la que hablaba Góngora, permite cambiar y transformarse en cuerpo y alma y no por inoculación del pinchazo prometedor, sino para recordar qué es la lealtad, el desamor y la ilusión. La escritura lírica no engaña y sí engancha, no niega y siempre afirma, es decir, acepta y consiente con una mirada complacida de quien lee sin tapujos, a corazón abierto.

Quien escribe poesía realiza una ofrenda generosa, visible en el ara de rituales sociales sin imposición y sin dirigir voluntades ni esperar aplauso, ni resultados milagrosos. Tal vez mejore los niveles de azúcar en la sangre y pueda reducir el riesgo de eventos cardiovasculares serios; quizá puede ayudar a las personas, lectoras, a perder peso, a hacer su travesía cotidiana más liviana.

Rimar en asonante descoloca, imita una prosa en líneas cortas y cortadas, abruptas, de un lado al otro de la página; hacerlo en consonante ubica y posiciona, parece que da mayor y mejor sentido al poema de la vida.

Ni de viejas ni de jovenas (así, llana gráficamente esta palabra, como la pronunciaba mi abuela), escribir poesía consiste en jugar con las palabras, marearlas hasta hacerlas caer en una casilla incorrecta para que tomen aire y vuelen, con ganas y decisión, con elegancia. De eso se trata escribir poesía: elegir o escoger lo selecto y lo distinguido en la apariencia y en el comportamiento. Las palabras de la escritura poética refieren al aspecto, a la forma y la estructura y, por supuesto, al contenido, al meollo.

Algunas se evaporan y enmudecen, otras, más valiosas lo llenan todo de un poder inmisericorde que atrapan y entrampan, atosigan y sosiegan.

Escribir poesía supone frotar la lámpara maravillosa y que aparezca el genio o la “genia” para llevar al lector a un mundo imaginado, no necesariamente imaginario, un universo anhelado pleno de esperanza humana, sin riesgo de ataque cerebral, ni saciedad estomacal.

Escribir poesía, ahora y siempre. Inyección literaria sin efectos adversos.

sábado, 13 de diciembre de 2025

Thamar y Amnon

Portada del primer Romancero Gitano de Lorca

Basado en el texto del Antiguo Testamento (2-Samuel/13), y en romance tradicional muy difundido, Federico García Lorca cierra su “Romancero Gitano” con este romance “gitano-bíblico”.
Nadie sino él podría conjugar ambas connotaciones en un solo poema. Nadie sino él podría reflejar a la vez lo popular y lo culto -y la fatalidad que recorre todo su romancero- de esta forma cargada de simbolismos en que el poema avanza, volviéndose más y más insoportable cada vez. Deseo, violencia, destrucción.


Thamar y Amnon (fragmentos)

(…)Thamar estaba cantando
desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
cinco palomas heladas.
Amnón, delgado y concreto,
en la torre la miraba,
llenas las ingles de espuma
y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
se tendía en la terraza,
con un rumor entre dientes
de flecha recién clavada.
Amnón estaba mirando
la luna redonda y baja,
y vio en la luna los pechos
durísimos de su hermana(…)

(…)Thamar, bórrame los ojos
con tu fija madrugada.
Mis hilos de sangre tejen
volantes sobre tu falda.
Déjame tranquila, hermano.
Son tus besos en mi espalda
avispas y vientecillos
en doble enjambre de flautas(…)

(…)Ya la coge del cabello,
ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
arroyos en rubio mapa.

¡Oh, qué gritos se sentían
por encima de las casas!
Qué espesura de puñales
y túnicas desgarradas.
Por las escaleras tristes
esclavos suben y bajan.
Émbolos y muslos juegan
bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
gritan vírgenes gitanas
y otras recogen las gotas
de su flor martirizada.
Paños blancos enrojecen
en las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
pámpanos y peces cambian.

Violador enfurecido,
Amnón huye con su jaca.
Negros le dirigen flechas
en los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro cascos
eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras cortó
las cuerdas del arpa.

(Lee AQUÍ el poema completo)

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Llueve (Fruslerías)

 

Llueve - fotografía de un día lluvioso
Foto de roman ten en Unsplash

Llueve.

Ya llueve.

Aún llueve.

Llevo llave.

Abre.

Abro

Orbe.

Mi orbe.

Arriba.

Arribo.

Una taza de té.


(Colaboración de M. Regalado)

martes, 9 de diciembre de 2025

"Las hogueras" de Concha Alós...

                                ¡un viejo Planeta para un libro viejo!


Las Hogueras, libro de Concha Alós

He vuelto a caer… fiarse de las solapas y de la sinopsis en la contraportada, me está conduciendo a una pérdida de tiempo irremisible y a un enfado gradual. Un completo desatino el último libro que he leído.

Casi nunca incurro en el despilfarro económico con el premio Planeta (ni en tapa dura ni en formato de bolsillo); de ahí la importancia del casi, porque en esta ocasión, de bruces me he dado con un título poco prometedor pero muy atractivo el señuelo -por eso se llama cebo- del argumento: dos mujeres que intentan encontrarse a sí mismas, cada una con su pasado y su presente, vidas anodinas, planas, sin destellos de interés ni gracia. No son ni tan siquiera normales: una exmodelo extranjera, sosa, casada con un hombre mayor desvaído, y una maestra de pueblo, soltera y cabreada, con modorra vital.

Viven en una localidad cercana a la capital de Palma. La lectura, tediosa; la escritura "viejuna". No hay tema que destaque: descripciones de la taberna y sus lugareños, los incendios veraniegos, el oleaje playero, callejeo turístico… piezas desdibujadas.

Y como todo Planeta, que se precie, la cosa se resuelve con un poquito de sexo (muy matizado y más imaginado que expresivo) y el trío que no falte: amante malote, que somete a la “modeli” insatisfecha, y maestro paternalista que deja plantada a su homóloga por otra mujer, pueblerina, para más señas.

Un rollo, por previsible y tostonazo.

jueves, 4 de diciembre de 2025

Theodor Kallifatides

Una mujer a quien amar… (Me falta esa mujer)

Reseña del libro "Una mujer a quien amar"

He de reconocer que compré el libro, no por la trayectoria del longevo autor, sino por la sinopsis que aparecía en la contraportada. Muy sagaz quien redactara la misma, porque caí en la trampa.

Un libro espeso que se digiere con esfuerzo, con sensación pétrea que tal vez se deba al aire de la traducción o a la inercia paralítica de lo que acontece, que es poco y sin interés.

Esperaba que Olga, la supuesta protagonista se izara sobre los datos biográficos del escritor: una amalgama inconexa que da rienda suelta a su calentura mental desde Suecia hasta su añorada Grecia; un libro en el que su creador se justifica constantemente: por qué abandonó su país, por qué abandonó su lengua, por qué se quedó en el norte de Europa. Al final nos hace creer que encuentra un sentido a su vida, a su existencia: Olga, muerta, la mujer a quien amar, a la que no puede dejar sola en esas tierras.

El lector quizá espere más contenido del encuentro entre ella y él, más momentos vividos, hablados y compartidos entre una y otro.

Pero no hay tal ilusión.

Tira del hilo del recuerdo para hablar del vínculo con su madre, -hay algunos párrafos salvables en este sentido-, para describir a sus hermanos -pintura tediosa de ellos-, para sobrevolar su matrimonio… páginas desaprovechadas de un título que prometía y que se reduce a pensamientos deshilvanados de aquí y de allá.

Por eso, yo sigo preguntándome: ¿Dónde está Olga?

domingo, 30 de noviembre de 2025

El volcán

 (de mi poemario "Deja a la vida en paz")


Volcán

Costó entrar.

El vendaval de pasiones impedía

el camino,

pero los meandros de su memoria

allanaron la travesía.

Dormida, esperando,

ahogada en sueños, llegó la sed que calmó

con la luz.

La piel le quemaba el grito

mudo

que irrumpió de las entrañas,

insaciable

y sin quiebros.

El destino,

salvaje y turbulento,

explotó

voraz.

Se rompieron laderas y curvas,

dibujaron figuras

indescriptibles,

dolor

y aroma,

violencia

y emociones.

Estallido inaudible

que inundó la naturaleza.

Todo fuego,

todo lava.

La nada, sepultada.


miércoles, 26 de noviembre de 2025

Mirar atrás

 

(Colaboración de M. Regalado)



La mujer de Lot, convertida en estatua de sal

Al principio,
temí ser castigada cual la mujer de Lot
y sostuve al frente mi mirada.

Supe después
que mirar hacia atrás se llamaba «experiencia»
y que debía saber utilizarla al paso.

Hoy sé
que nada ocurre,
que mi piel
seguirá siendo piel y no salina,
si un día me detengo y, terca mi memoria,
me devuelve a otros tiempos,
a otras horas,
a otros cauces por los que discurría.

Y sé también
-eso es lo malo-
que para nada sirve la llamada «experiencia».
Y que puedo volver
y vuelvo y vuelvo
¡qué renovada terquedad la mía!
con el mismo entusiasmo
a errar del mismo modo.

sábado, 22 de noviembre de 2025

Viaje al centro de África:

             paseando por Maroua, donde el tiempo pierde su medida

Maroua Aeropuerto

Este texto, recuerdo de las vivencias en mi viaje docente a la Universidad de Maroua, lo publiqué en "El Obrero" en 2021. Hoy, cuatro años después, lo recupero aquí en mi blog porque sigue siendo una experiencia que vale la pena compartir.

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Bofetada de calor nada más aterrizar a mi destino: Maroua. Ruidos, bocina y motos, carreteras si asfaltar. Chilabas blancas y celestes, trajes occidentales. Y yo. Parece que en ese momento soy la única europea en la ciudad.

Hace algunos años… mi viaje a la Universidad de Maroua en Camerún a finales de septiembre y principios de octubre.

Más motos. Muchas y veloces. Propias y ajenas a modo de taxi y medio de locomoción, como si fueran minibuses porque encima de ellas se encaraman hasta cinco personas…y tan a gusto y tan cómodos. ¡Qué pericia!

Y los baches y el polvo. Gente y más gente por la calle principal y por las aledañas.

Voy con las ventanillas del coche de mi anfitrión, abiertas, y a paso de tortuga en pleno atasco de más motos, bicis y gente andando… saco el brazo para que me dé el aire. Los niños caminan a nuestro lado y me saludan “¡¡Madame, madame!!” Soy la gota de leche en medio de esta población risueña, bulliciosa, feliz y festiva.

No hay carriles ni separación en la vía transitada por una masa colorida que se dirige con calma, una no sabe bien hacia dónde. Se escucha música atronadora que escupen transistores de puestos ambulantes, con voces chillonas que mercadean yuca, plátanos…

Cosmogonía temporal. A mí me da la impresión de que los minutos se espesan, que las horas se han paralizado. El tiempo no pasa, se deja pasar, está y existe pero no tiene medida.

Me invitan a tomar la cerveza más típica, la 33. Sentados y sin prisa, una tras otra. Pasa la tarde calurosa. Algunos piden refrescos, depende de la confesión religiosa de los parroquianos que hoy me agasajan con un rato de ocio después de mis clases. ¿Un rato?

Anochece y la lamparilla de nuestra mesa nos ilumina levemente, me cuesta ver sus caras, adivino sus ojos. Continuamos al aire libre, sin tiempo.

Calor, mucho calor aquel final de septiembre y principios de octubre.

Charlas y parloteo, la palabra proferida, debajo o no del baobab, de tan larga tradición africana: hablar y hablar… Paciencia, “el destino manda”, me aseguran, “si la vida no depende de uno, ¿para qué preocuparse?” Filosofía pura en el corazón africano tan lejos de mi tierra.

Maroua me parece un desierto, muy próximo a Nigeria, limítrofe con este país tan convulso y peligroso. Se mezclan en sus parajes, planos y yermos, los colores amarillo dorado y verde pálido. Arbolitos escuálidos en las márgenes de la carretera, poca sombra prometen a escasas cabras raquíticas.

Casas en Maroua
Colinas y chozas, casas muy sencillas y niños jugando en las calles. Más chilabas; las mujeres, bellísimas, lucen tocados y visten, elegantes, trajes de tejidos coloridos, ataviadas con habilidad y con sus bebés ajustados a la espalda, caminan regias y con prestancia.

Amabilidad a raudales, cercanía, apretujones en el mercado, me aturullo con tanto hableteo, tanta cháchara: todos se deshacen en sonrisas, mezcla de olores y aromas indescifrables para el olfato occidental; cerca la mezquita y la fiesta del sacrificio del cordero. Me cubro la cabeza y me ubican en la explanada separada del lugar asignado para los varones que ocupan espacios delanteros. Sí, la única europea en un país al que nuestros misioneros y monjas iban a catequizar…

Conforme pasan los días ya no percibo la coloración epidérmica. Han conseguido que me sienta una más, la profesora que va a impartir unas lecciones de español.

Los días comienzan con temperaturas apacibles y viento suave hasta que al mediodía se arranca un tormentón tropical que bambolea peligrosamente las ramas de los árboles. El tiempo sigue dilatándose…

Se va la luz. Sistema eléctrico, out of service. “No pasa nada”, me dicen, “comme d’habitude”. Esperamos y dentro de un rato vuelve la luz y con ella la energía artificial porque la solar pega de lo lindo. La arena de las calles ha sorbido con fruición la lluvia torrencial de hace unos minutos.

Abanico, gafas y fular, sombrero… no hay duda, no soy de Maroua, muy foránea.

Lo que siempre hemos visto en imágenes y en visitas tridimensionales tras la pantalla, ahora lo perciben mis sentidos. Estoy ahí en medio de ese mapa tranquilo y quieto a pesar del movimiento urbano. No advierto prisa. De nuevo el tiempo se ensancha tanto que llega a desaparecer. Para mí es un mundo inhóspito, exótico por lo diferente y desconocido.

Pruebo la “soya” y aprendo a comer con la mano ese plato típico envuelto en papel. Me cuesta, pero me fijo en cómo lo hacen quienes me rodean. Y siempre la 33. Toque de queda a las 8 para las motos y a las 9 para los coches. Ni entrar ni salir de la ciudad. Se oye a lo lejos rezar, la voz que llama a la oración… Silencio en la ciudad. A mí me pilla un día en un bar, otro en el hotel, siempre vigilada por policías apostados a la entrada, no son tiempos para andarse con tonterías: Boko Haram, al acecho.

Aula de español en Maroua
Estudiantes y profesores me miran curiosos con sus ojos esféricos, tan vivos y tan parlantes, gestos y más gestos, palmoteo y revuelo de ropajes. Reverencia y admiración. Me espachurran las falanges cuando me saludan sonriendo y… cuchichean sin disimulo.

Son entusiastas, agradecidos, tienen la ilusión de salir de su ciudad, de su país y viajar a España que les atrae como los cantos de las sirenas. Tertulieo y más descanso. Compartir sus ansias de futuro, sus conversaciones más personales: siempre con la mirada puesta en el continente europeo.

Y más calor, polvo y gente. Mucha animación.

Resulta que en mi burbuja “intelectual” soy la única autoridad, indiscutible para ellos. Mantienen una actitud de casi servilismo y sumisión. Un respeto acendrado que me impresiona y una distancia en el aula que me asombra.

Poseen unos profundos y sólidos conocimientos de lengua y literatura. Yo he ido para sacudirles un poco el estilo libresco en sus conversaciones, relajar el idioma que están aprendiendo y hacerlo más familiar, sin ir pegado a lo literario.

Delgadísimos y muy oscuros. Me han enseñado las distintas tonalidades del negro con una naturalidad apabullante, como no podía ser de otra manera. Otros mundos otros parámetros. Otra cultura. Ya no siento el paso del tiempo. Me ha atrapado y ahí estoy.

martes, 18 de noviembre de 2025

Laberinto endecasílabo

 - M. Regalado


Lsberinto endecasílabo de Sor Juana Inés de la Cruz

Mi gusto por la poesía y por jugar con las palabras, hace que este "laberinto endecasílabo" de Sor Juana Inés de la Cruz me produzca verdadera admiración y verdadera envidia. 

Al margen de análisis sintácticos o consideraciones de teoría literaria -para los que no poseo formación- desde mi ignorancia del tema se me antoja toda una obra de arte y de ingenio.

Tres poemas en uno. O tres versiones en un solo poema. O quizá más, más de tres si el lector se lo propone,

Laberinto endecasílabo

para dar los años la excelentísima señora condesa de Galve al excelentísimo señor conde, su esposo. (Léese tres veces, empezando la lección desde el principio o desde cualesquiera de las dos órdenes de rayas.)


Amante, —caro—, dulce esposo mío,

festivo y —pronto— tus felices años

alegre —canta— sólo mi cariño,

dichoso —porque— puede celebrarlos.

Ofrendas —finas— a tu obsequio sean

amantes —señas— de fino holocausto,

al pecho —rica— mi corazón, joya,

al cuello —dulces— cadenas mis brazos.

Te enlacen —firmes,— pues mi amor no ignora,

ufano —siempre,— que son a tu agrado

voluntad —y ojos— las mejores joyas,

aceptas —solas,— las de mis halagos.

No altivas —sirvan,— no, en demostraciones

de ilustres —fiestas,— de altos aparatos,

lucidas —danzas,— célebres festines,

costosas —galas— de regios saraos.

Las cortas —muestras de— el cariño acepta,

víctimas —puras de— el afecto casto

de mi amor, —puesto— que te ofrezco, esposa

dichosa, —la que,— dueño, te consagro.

Y suple, —porque— si mi obsequio humilde

para ti, —visto,— pareciere acaso,

pido que, —cuerdo,— no aprecies la ofrenda

escasa y —corta,— sino mi cuidado.

Ansioso —quiere— con mi propia vida

fino mi —amor— acrecentar tus años

felices, —y yo— quiero; pero es una,

unida, —sola,— la que anima a entrambos.

Eterno —vive:— vive, y yo en ti viva

eterna, —para que— identificados,

parados —calmen— el amor y el tiempo

suspensos —de que— nos miren milagros.

-Juana Inés Ramírez de Asbaje-