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Foto de Mikael Kristenson en Unsplash |
Hoy va de rapto personal y de reflexión íntima en alto, o sea, en leído quiero decir, pero si alguien se anima, lo mismo puede recitarlo y que lo oiga el resto.
Recuerdo los planes de pensiones tan publicitados en los
años 80. Nos decían que convenía ahorrar igual que lo hacían los alemanes: ¡qué
gran pueblo, tan ejemplar! (modelo para los sureños, repetían) que ellos ya lo
hacían desde los 15 años cuando los padres suscribían seguros de vida y de
pensiones para sus hijos…
Pues bien, nos repetían, que si nosotros españolitos de pro
empezábamos a ahorrar previo pago de nuestras cuotas mensuales, llegaríamos a
la edad de jubilarnos con un dinerito para emplearlo en hacer un viaje, un
regalo a alguien o darnos un capricho.
Y con esas ínfulas de jubilación dorada nos engañaban como a
bobos, sin duda. Estoy más que convencida de toda esa oratoria.
Sí. El pueblo español es un pueblo despilfarrador, que vive
de puertas afuera el presente y del futuro que se ocupen otros.
También es cierto que cuando mueren nuestros progenitores, sienta
muy bien un remanentito monetario o ese pisito que tanto les costó comprar y
que ahora nos viene de perlas (cuánto diminutivo, ¿verdad? Para el siguiente
artículo)
Eran otros tiempos, y otros pensares.
Mis hijos me dicen que ellos no van a tener nada que
heredar, y es cierto. Nada es nada: cero: ni un piso ni unos ahorros.
Su padre y yo nos hemos “deslomado” (bueno, sentados delante
del ordenador) en pagar estudios nacionales e internacionales, una educación de
alta calidad, cursos, campamentos, estancias, deportes, actividades
extraescolares…que si se suman supondrían toda una urbanización completa.
En una serie de televisión, uno de los personajes decía que
quería vivir la vida ahora que estaba jubilada y había conocido al hombre de su
vida (no incido en esa memez, que ya he hablado de ello) y quería conocer
mundo: otra lerdez. A la edad de jubilarse, o sea, entre los 65 y los 70 años, la
carrocería corporal y la mental está “papoco”, casi “escacharrá” y lo que nos
espera es un calendario de números grandes donde apuntar las citas médicas
porque en la agenda del móvil no atisbamos ni los días ni las horas.
Leo e investigo cómo afrontar los 60, que me cayeron fatal.
Achaques, pérdida de memoria, dificultad para recordar nombres de actores, para
enunciar frases sin trastabillar, evitar golpes con las esquinas de la mesa, no
darme cogotones al salir del coche o no tropezarme con una sandalia plana son
el pan de cada día, al menos mi pan.
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Imagen creada con IA |
Me preguntan en la universidad si me quiero jubilar, y
antes, sin pensármelo, respondía, rotunda: “¡¡claro que sí, ufff qué ganas!!” y
después de pensarlo un poco más, no sé si debería ser así de tajante.
Claro, que es muy impopular decir eso de que a mí me gusta
el trabajo -no me divierte- ojo que también hablamos de eso…me tiene ocupa
salir de casa, dar unas clases, estar en contacto con mis colegas…;parece que
la sociedad nos impele a decir es que sí, que lo estoy deseando que tengo un
montón de cosas que hacer, que ya era hora, que me lo merezco…
En todo ello, en la intralectura hay una concepción, aunque
sea liviana y tangencial, de obrera machacada por el patrón explotador.
Y todo eso es pura filfa: ni tengo más tiempo para hacer más
cosas ni me voy a resarcir ahora de un estajanovismo inexistente.
Tiempo, ¿para qué? Para dormir, para pintar, para hacer
deporte…que no, que no me gusta dormir más de lo preciso, mi cuerpo lo sabe y
responde muy bien, no me gusta pintar, -solo pinté mandalas mientras estuve con
leucemia-, no me gusta el deporte -y eso que no nadaba mal, bailaba zumba y
hasta practiqué pilates-.
Imagen creada con IA
Tal y como yo lo veo y sobre todo, me veo yo…para mí es una
pesadez ser viejo, estar jubilado, ser una jubileta y eso, que dios mediante me
faltan unos tres años o algo más. Pero valgan estas reflexiones para ir
preparando mis neuronas y sobre todo para recordarme por escrito lo que pienso
ahora, casi a punto de cumplir 63 años. ¡¡Qué vieja y qué viejo veía a mi madre
y a mi padre!!
Ya no hay horizonte, ni objetivos, ni mucho que hacer. Solo
esperar, quizá una espera activa, pero con poco que demostrar, más bien nada.
Dicen que a partir de los 50 la vida ya está hecha. Bueno…con matices.
Y no me da envidia quien empieza a hacer yoga, o senderismo
o correr… ¡qué pereza!
Hasta aquí.
(Alguna amiga mía, jubilada ya, tiene toda mi admiración)
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