sábado, 2 de agosto de 2025

Es el hombre de mi vida...

                                ¡¡vaya martingala!!


Foto de Nathan Dumlao en Unsplash

Cuando alguien, una mujer, son más dadas a ello, atiza esta afirmación con una rotundidad que asusta, se me cuaja el estómago. 

No se le mueve una pestaña y sigue la fémina: “me hace muy feliz” … parece que tanto énfasis busca más su propio convencimiento que el ajeno; no hay que romperse mucho la neurona para pensar en la suerte que ha tenido la interfecta: con la de hombres que hay en el mundo ha dado en la diana, oye. 

Por un efecto de amnesia transitoria, ni se acuerda de los casos (exponencial) de medias naranjas tiradas a la poubelle: divorcios, separaciones, alejamientos…¿todas ellas estaban equivocadas?

Muy localista me parece a mí eso del “hombre de mi vida”; si tuviéramos 7 vidas como los gatos andaríamos persiguiéndolos, a los varones, quiero decir, para dar con él y nos tendríamos que calzar las botas del gato (el del cuento) para ir recorriendo leguas y leguas hasta encontrarlo, al hombre, insisto.

Vamos, que se trata de una de esas frases huecas, retóricas cuyo análisis y exégesis viene muy bien para estas fechas estivales en las que se relaja hasta el cerebelo.

Ilustración creada con IA
Me imagino al gordo sedente con sus lorzas rebotando, tronchado de la risa, al oír una de sus máximas sobre la felicidad; perdón, que Buda garantizaba la felicidad de uno a partir de uno, o sea, de su interior: ¿con tanta masa adiposa se la encontraba él mismo?

O aquellos filósofos “antiguallas” dando la chapa con la felicidad “parriba” y la felicidad “pabajo”; qué cansinos resultan con la salmodia que las redes canturrean para incomodar a sus seguidores.

A lo que voy: eso del hombre y de la mujer “de mi vida” son paparruchas. Una milonga mal bailada; una pura charlotada taurina.

El hombre de mi vida…no existe; la mujer de mi vida…no existe. Ni uno ni otra hacen feliz a nadie. Solo el instante de proclamarlo ya es fugaz; cuando alguien lo profiere seguro que se encuentra o achispado o euforizado porque al regresar a la realidad, se da de bruces  con la ídem…Y si te he visto, no me acuerdo.

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