lunes, 6 de enero de 2025

Nadie me invitó a un café

 

En 2018 realicé mi última estancia investigativa en USA.

Ya sé eso de “nunca digas, nunca jamás, ni de esta agua no beberé, ni ese cura no es mi padre” … de acuerdo, pero hoy por hoy, mis ganas, mi pretensión, mi deseo de volver a ese país, diría que son entre cero y menos cero, o sea, nulas.

Más allá de la que se nos viene encima con el nuevo presidente (y no me refiero a Donald, sino a Elon -Kekius Maximus en X-), no me ofrece nada un país tan descarajao, inmerso en un merdel que nos va a afectar al resto. Así que ... pies para qué os quiero, sálvese quien pueda.

Fui invitada por la Emory University a desarrollar un proyecto de investigación en Atlanta (Georgia). Yo era una blanca muy blanca entre una gran población de supremacistas, tan blancos como yo o más.

Una de las primeras advertencias que me hizo la colega con la que iba a trabajar era: “Pilar, aquí, no te van a invitar a un café; ni a un café ni a nada; da igual que seas profesora invitada, blanca, doctora, europea y de Madrid. Eres mujer. Así que para evitar “misunderstanding”, nadie te va a brindar una bienvenida ni te van a agasajar como alguien de fuera. Si quieres café, te acercas a la máquina de vending y te lo compras tú” (sic). Puse cara de búho con ojos de besugo y no dije ni mú.

Comprobé que no me invitarían ni hombres ni mujeres, ni queer ni nadie del colectivo LGTBIQ+ (creo que no me dejo a nadie).

Y me explicaron que se han producido situaciones muy incómodas cuando alguien, sobre todo, un hombre, invita a tomar un café (insisto, café, ni carajillo ni gin-tonic, ni copa ni nada: cero alcohol) a una mujer, ya que puede abrigar intenciones aviesas, acosadoras, de machirulo y provocar una ofensa mayúscula de la fémina que lo lleve a la corte suprema.

Cuento este ejemplo sintomático de cómo andan por allá.

Bien es cierto que mi economía me permite adquirir un café, una botella de J&B o varias copas de Moët Chandon en un reservado privadísimo del club más selecto de Nueva York. Tomar un café es un gesto de acogida, de compañía, de saludo sin más y, si alguien advierte intención torticera, que se lo haga mirar.

No van a ganar para terapia.


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