En
2018 realicé mi última estancia investigativa en USA.
Ya
sé eso de “nunca digas, nunca jamás, ni de esta agua no beberé, ni ese cura no
es mi padre” … de acuerdo, pero hoy por hoy, mis ganas, mi pretensión, mi deseo
de volver a ese país, diría que son entre cero y menos cero, o sea, nulas.
Más
allá de la que se nos viene encima con el nuevo presidente (y no me refiero a
Donald, sino a Elon -Kekius Maximus en X-), no me ofrece nada un país tan
descarajao, inmerso en un merdel que nos va a afectar al resto. Así que ...
pies para qué os quiero, sálvese quien pueda.
Fui
invitada por la Emory University a desarrollar un proyecto de investigación en
Atlanta (Georgia). Yo era una blanca muy blanca entre una gran población de
supremacistas, tan blancos como yo o más.
Una
de las primeras advertencias que me hizo la colega con la que iba a trabajar
era: “Pilar, aquí, no te van a invitar a un café; ni a un café ni a nada; da
igual que seas profesora invitada, blanca, doctora, europea y de Madrid. Eres
mujer. Así que para evitar “misunderstanding”, nadie te va a brindar una
bienvenida ni te van a agasajar como alguien de fuera. Si quieres café, te
acercas a la máquina de vending y te lo compras tú” (sic). Puse cara de búho
con ojos de besugo y no dije ni mú.
Comprobé
que no me invitarían ni hombres ni mujeres, ni queer ni nadie del colectivo
LGTBIQ+ (creo que no me dejo a nadie).
Y
me explicaron que se han producido situaciones muy incómodas cuando alguien,
sobre todo, un hombre, invita a tomar un café (insisto, café, ni carajillo ni gin-tonic,
ni copa ni nada: cero alcohol) a una mujer, ya que puede abrigar intenciones
aviesas, acosadoras, de machirulo y provocar una ofensa mayúscula de la fémina
que lo lleve a la corte suprema.
Cuento
este ejemplo sintomático de cómo andan por allá.
Bien
es cierto que mi economía me permite adquirir un café, una botella de J&B o
varias copas de Moët Chandon en un reservado privadísimo del club más selecto
de Nueva York. Tomar un café es un gesto de acogida, de compañía, de saludo sin
más y, si alguien advierte intención torticera, que se lo haga mirar.
No
van a ganar para terapia.
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