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la IA y sus manos de seis dedos |
Inmediatamente pienso en Goya, en el magnífico artista redivivo que se manifiesta en la actualidad y en el Greco, que también ve cómo le suplantan la forma de pintar manos y dedos: el maño torpe en su trazado según algunos expertos, el toledano de adopción, sensual y femíneo.
Manos
y dedos que dan para no pocas conversaciones eruditas y populares; más allá de
las que perfilan las manicuristas, encontramos las gestuales y parlanchinas que
palmotean el viento, cual abanico estival. Unidas la falange, la falangina y la
falangeta a la palma tenemos una manaza, que no “un manazas”, aquel que a mano
abierta te atiza un zasca, o encontramos una manito (allende los mares), que no
“un manitas” o saludamos al que se toma el brazo después del apretujón que te
la destroza (conviene evitar caireles que adornan dedos). Pero (casi) siempre
son 5 dedos los que conforman una mano.
Menos
en la IA, que se deja llevar por su euforia y con un toque de hipérbole las
hace prolíficas: manos con más dedos, de los habituales. Vaya lío que se haría
el de Fuendetodos si tuviera que retratar más apéndices o la que armaría Doménikos
para recrear esa extremidad tan difícil encima del pecho.
La IA tiene vida propia, hace lo que le viene en gana, y si cuela, cuela y si no, a
otra cosa mariposa.
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