sábado, 25 de enero de 2025

Hoy he vuelto al metro...


Después de varios años sin bajar al subway, hoy me he decidido y he hecho una inmersión por el underground madrileño.

He comprobado lo fácil que es viajar con una tarjeta, que lo mismo sirve para el bus que para el metro con múltiples posibilidades de pago…y lo amable que es el personal que atiende a una sesentera, rubia y tonta como yo que ha dejado de estar en la circulación viaria durante algún tiempo.

Llevo en Madrid casi 40 años y nunca he conseguido aprenderme los números de las líneas, solo me guío por colores…gran problema si fuera daltónica.

Así que entro en la (línea) gris, la circular y ¡ojo! si la tomo en una o en otra dirección.

Observo que todo el mundo va con su móvil menos yo, que, a buen recaudo en el bolsillo con tapa y botón de mi abrigo, lo dejo quieto.

Y empiezo a mirar, sin pudor divino y con osadía humana a diestro y siniestro. Con los ojos de la cara y con los ojos de la inteligencia.

¡Qué diferentes somos los blancos y los negros, los amarillos y oliváceos…! Un gran crisol de gente, una amplia paleta polícroma, un auténtico espectro de humanos. Mascotas no encontré, pero recuerdo y me consta que haberlas haylas y suben a los vagones.

Pijas universitarias con melenas bamboleantes, universitarios flowerpower con tupés al viento, chándales y zapatillas de colorinchis, eslavos, dominicanos, vietnamitas, ecuatorianos, alemanes, angoleños y cameruneses…sí, por mi edad y mi trabajo, he llegado a diferenciar e identificar, con escaso margen de error, su origen propio y familiar. Otra cosa es que nos engañe la pupila y confundamos el ser con el nacer.

Mucha población autóctona que viaja gratis en el metro por superar los 65. Bolsas, mochilas y móviles, gran cantidad de sonidos, pitidos, conversaciones, canciones que escupen las pantallas electrónicas.

Decido usar las escaleras mecánicas: no quiero obedecer a mi hematóloga y practicar los steps subiendo a pie. Veo la zona del desfibrilador: bien, just in case.

Para volver a casa, repito, pero al revés, mi camino subterráneo y me da la sensación de que el viaje transita más rápido; paradas y más paradas…18 minutos bajo tierra mirando y mirando más.

Cejas muy depiladas: quizá siempre se han depilado mucho, pero ahora ya no hay distingos en cuidados de belleza entre unos, unas y unes. Uñas limadas y decoradas para ellos, ellas y elles.

Atuendos indefinidos que lo mismo sirven para los chicos, las chicas y les chiques.

Nuestros políticos, nuestras políticas, nuestres polítiques deberían darse un paseíto por el metro y ver con los ojos de la cara y con los ojos de la inteligencia (si les alumbra) la realidad. Que no es una, es mucha.

Quizá ya lo saben…pero faltan ganas y actitud.

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