UNA TÉCNICA DE ESCRITURA PARA EVITAR EL OLVIDO
¡¡Y cuántas sorpresas de muchos colores nos deparan sus respuestas!!
Un buen puñado de firmas famosas suelen contestar que a escribir se aprende escribiendo y que ellos lo han hecho desde muy temprana edad, y por supuesto, leyendo. Y escuchando historias a los abuelos, a algún tío que volvía de ultramar y contaba sus viajes de intrépido marino.
Yo creo que para escribir hay que fijarse mucho, y mirar mucho también: con los ojos de la cara y de la inteligencia, y observar. Ojos de búho atento. Siempre con la antena conectada.
Mirar y no dejar de mirar. De la mirada a la imaginación y a la fantasía. Inventar vidas, conversaciones, crearlas y recrearlas a nuestro gusto y manera. En la marquesina del bus esperando el trasporte público o la ruta escolar, en el súper o en el parque, en los teatros y en las calles…con mascarilla y con la distancia social reglamentaria, ¡¡pasan tantas cosas!! Y todos los días, solo hay que estar “ojo avizor”. Y a escribir…
Pero la memoria es frágil.
La mayoría de los escritores coincide en el truco y la estrategia de apuntar, y apuntar de todo. No sé si a la manera de nuestros antiguos apuntes académicos, o sí, tal vez ayude… ahora no tanto porque casi todo va en ordenador… esos folios de notas tomadas en clase a toda velocidad, llenos de símbolos y abreviaturas que solo el dueño era capaz de entender, han sido sustituidas por los audios y el tecleteo.
Escribir listas de cosas por hacer, cosas que comprar, cosas que recordar, muchas cosas…me estoy repitiendo, lo sé: pero ocurre que en parte la técnica de la escritura consiste en eso: en repetir. Borrar, NUNCA, en mayúsculas. Trazar esquemas, flechas, guiones y comillas, todo un diseño de simples bocetos que van a cobrar vida con el tiempo, a corto, medio o largo plazo.
Y no cejar en el empeño como muchos dicen hoy en día. Continuar…
Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro.
Papeles y papelitos metidos en tantos sitios luego olvidados y vuelta a escribir.
Y todo vale. Yo defiendo que cuando nos viene una idea no conviene dejarla escapar.
Una idea, un pensamiento, una opinión, un argumento o una emoción. Y plasmarla: cuanto antes, mejor.
Recuerdo nuestras redacciones: “La primavera”, “¿Qué vas a hacer durante el verano?”, “Describe el fin de semana”… Lo de siempre, y nos parecía monótono y aburrido. No, en absoluto.
Ahora nos devanamos la sesera en lograr pura originalidad, llegamos al estrambote y a la psicodelia. Y yo entono el mea culpa, claro que sí.
Conviene escribir para no olvidar: las historias que escuchamos o las vivencias propias; para realizar un ejercicio de memoria tan devastada por ciertas moderneces educativas.
Y una vez ya con ganas y tiempo para escribir, avanzar unas líneas más: añadir recuerdos, imágenes y sentimientos; llenar el prosaísmo de la cotidianeidad de algo nuevo, o dejar la realidad tal cual la vemos o nos la plantean.
Reposar. Dejar que descanse el escrito. Nunca revisar inmediatamente lo que acabamos de expresar. Los ojos y el cerebro, somos conscientes de que para escribir empleamos algo más que los apéndices digitales, no dan más de sí. Que se echen una siesta un rato.
Y luego, después de pasear al perro, o ver una serie, o preparar la cena…retomamos lo que ya forma parte de nuestra historia. Verba volant…y ahora es cuando acecha la tentación: con pálpito releemos, y la temible tecla “delete” nos espera sonriendo para que la pulsemos. NO: Borrar, nunca.
Si lo hacemos una vez, entramos en bucle y no dejamos de escribir y borrar, escribir y borrar, encadenando eslabones de un cordón interminable.
Propongo una lectura tranquila sin ánimo justiciero: y a partir de entonces, modificar, añadir, cortar, aumentar a modo de patchwork.
Ya tenemos la segunda versión. Deberíamos buscar a un “sufridor” como en antiguos concursos para que nos escuche lo que acabamos de reescribir: a poder ser alguien que nos aprecie pero que no sienta amor desmedido por nosotros.
Tendremos de esta manera dos puntos de vista: el ajeno y el propio. Nosotros mismos nos vamos a escuchar y parece que estamos en otra sintonía. Nada más lejos que sentir de nuevo la dichosa tentación de borrar.
Después de este ejercicio oral y del esfuerzo que hemos realizado, un nuevo descanso.
Sí. Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro. De nuevo, ante ese primer y retocado intento de escritura, leemos y damos los últimos toques.Ya tenemos unas líneas definitivas para entregar.
Borrar, nunca.
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