viernes, 21 de marzo de 2025

Nunca borrar

 UNA TÉCNICA DE ESCRITURA PARA EVITAR EL OLVIDO

Una técnica de escritura: Escribir, escribir siempre y nunca borrar


Cuántas veces preguntan a los escritores más o menos exitosos cómo escriben, es decir, dónde han aprendido a escribir, la técnica que utilizan, cómo organizan los personajes, o seleccionan los contenidos, en qué se basan, cuáles son sus fuentes de inspiración.

¡¡Y cuántas sorpresas de muchos colores nos deparan sus respuestas!!

Un buen puñado de firmas famosas suelen contestar que a escribir se aprende escribiendo y que ellos lo han hecho desde muy temprana edad, y por supuesto, leyendo. Y escuchando historias a los abuelos, a algún tío que volvía de ultramar y contaba sus viajes de intrépido marino.

Yo creo que para escribir hay que fijarse mucho, y mirar mucho también: con los ojos de la cara y de la inteligencia, y observar. Ojos de búho atento. Siempre con la antena conectada.

Mirar y no dejar de mirar. De la mirada a la imaginación y a la fantasía. Inventar vidas, conversaciones, crearlas y recrearlas a nuestro gusto y manera. En la marquesina del bus esperando el trasporte público o la ruta escolar, en el súper o en el parque, en los teatros y en las calles…con mascarilla y con la distancia social reglamentaria, ¡¡pasan tantas cosas!! Y todos los días, solo hay que estar “ojo avizor”. Y a escribir…

Pero la memoria es frágil.

La mayoría de los escritores coincide en el truco y la estrategia de apuntar, y apuntar de todo. No sé si a la manera de nuestros antiguos apuntes académicos, o sí, tal vez ayude… ahora no tanto porque casi todo va en ordenador… esos folios de notas tomadas en clase a toda velocidad, llenos de símbolos y abreviaturas que solo el dueño era capaz de entender, han sido sustituidas por los audios y el tecleteo.

Escribir listas de cosas por hacer, cosas que comprar, cosas que recordar, muchas cosas…me estoy repitiendo, lo sé: pero ocurre que en parte la técnica de la escritura consiste en eso: en repetir. Borrar, NUNCA, en mayúsculas. Trazar esquemas, flechas, guiones y comillas, todo un diseño de simples bocetos que van a cobrar vida con el tiempo, a corto, medio o largo plazo.

Y no cejar en el empeño como muchos dicen hoy en día. Continuar…


Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro.

Papeles y papelitos metidos en tantos  sitios  luego olvidados y vuelta a escribir.

Y todo vale. Yo defiendo que cuando nos viene una idea no conviene dejarla escapar.

Una idea, un pensamiento, una opinión, un argumento o una emoción. Y plasmarla: cuanto antes, mejor.

Recuerdo nuestras redacciones: “La primavera”, “¿Qué vas a hacer durante el verano?”, “Describe el fin de semana”… Lo de siempre, y nos parecía monótono y aburrido. No, en absoluto.

Ahora nos devanamos la sesera en lograr pura originalidad, llegamos al estrambote y a la psicodelia. Y yo entono el mea culpa, claro que sí.

Conviene escribir para no olvidar: las historias que escuchamos o las vivencias propias; para realizar un ejercicio de memoria tan devastada por ciertas moderneces educativas.

Y una vez ya con ganas y tiempo para escribir, avanzar unas líneas más: añadir recuerdos, imágenes y sentimientos; llenar el prosaísmo de la cotidianeidad de algo nuevo, o dejar la realidad tal cual la vemos o nos la plantean.

Reposar. Dejar que descanse el escrito. Nunca revisar inmediatamente lo que acabamos de expresar. Los ojos y el cerebro, somos conscientes de que para escribir empleamos algo más que los apéndices digitales, no dan más de sí. Que se echen una siesta un rato.

Y luego, después de pasear al perro, o ver una serie, o preparar la cena…retomamos lo que ya forma parte de nuestra historia. Verba volant…y ahora es cuando acecha la tentación: con pálpito releemos, y la temible tecla “delete” nos espera sonriendo para que la pulsemos. NO: Borrar, nunca.

Si lo hacemos una vez, entramos en bucle y no dejamos de escribir y borrar, escribir y borrar, encadenando eslabones de un cordón interminable.

Propongo una lectura tranquila sin ánimo justiciero: y a partir de entonces, modificar, añadir, cortar, aumentar a modo de patchwork.

Ya tenemos la segunda versión. Deberíamos buscar a un “sufridor” como en antiguos concursos para que nos escuche lo que acabamos de reescribir: a poder ser alguien que nos aprecie pero que no sienta amor desmedido por nosotros.

Tendremos de esta manera dos puntos de vista: el ajeno y el propio. Nosotros mismos nos vamos a escuchar y parece que estamos en otra sintonía. Nada más lejos que sentir de nuevo la dichosa tentación de borrar.

Después de este ejercicio oral y del esfuerzo que hemos realizado, un nuevo descanso.

Sí. Escribir es una labor de artesano, de soplar poco a poco el cristal o moldear con tesón el barro. De nuevo, ante ese primer y retocado intento de escritura, leemos y damos los últimos toques.Ya tenemos unas líneas definitivas para entregar.

Borrar, nunca.

(Publicado en 2021 en El Obrero)

También te puede interesar: ¿Qué hacemos con las palabras?

No hay comentarios:

Publicar un comentario