recorriendo Chueca
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| Foto de luis otto en Unsplash |
¡Qué gusto caminar a primera hora de la mañana por ese barrio tan castigado!
Bueno, eso era antes…: sí, recuerdo
que a mi llegada a Madrid muchos años atrás, daba miedo pasear por sus calles.
Desde hace tiempo es un auténtico
placer mezclarse con su vecindad tan variopinta.
No se trata solo de un colectivo
visible y reivindicativo. Diseño, cafés, música y colores. Tranquilidad y
alguna que otra paloma que no se asusta de la presencia de pies con piernas
mezclados entre sus patas.
Locales de poesía y tertulias
literarias, bistrots sofisticados y panaderías refinadas y exquisitas,
guirnaldas que animan a pasar al interior de establecimientos curiosos; teatro
y hoteles. Librerías espaciosas de mente.
Un mosaico de seguidores de la moda
“del rollo”, “cayetanos”, “hípsters”…
Algún que otro escenógrafo nos
sugiere cómo anudar el fular de seda, y la mejor manera de prender el broche
para lucirlo en la solapa (siempre en la izquierda, por cierto).
Gente de barrio encantada de vivir
en un ámbito madrileño abierto a tantas ideologías, pensares y actuaciones.
Ese quiosco que despliega su
mercancía a ojos vista. Mercados y olores.
San Marcos, Pelayo y Luis de
Góngora. Se abren las persianas a las 11.00 de la mañana y la sonrisa puesta
para todo aquel que los visita.
Libertad, Belén y Gravina.
Edificios remozados, esquinas
aprovechadas, banderas, rincones pintorescos, flores y plantas luciendo
fachadas muy parecidas de suaves tonalidades.
Vanguardia y clasicismo; vericuetos
sin estrecheces y plazas.
Varias palomas se cruzan a nuestro
paso, habituadas a su estancia con los humanos.
Ambiente, orgullo y copas. Comida
excelente, construcciones singulares y museos.
San Lucas, Augusto Figueroa y San
Marcos.
Calma. Un tentempié saludable para
continuar callejeando. Y da igual pasar dos veces por el mismo sitio. Nuevos
descubrimientos y recovecos particulares. Placidez.
Carritos de la compra a San Antón,
beatas a las “Góngoras”, funcionarios a las “Siete chimeneas”.
Sin rozar la Gran Vía, un universo
complaciente y moderno. Pocos coches, sin prisa y gran dedicación. Esmero e
interés. Ganas de hablar y de pasar un buen rato entre espejos y vestidores.
Decoración esmerada y mucho gusto. Formas estilizadas.
Buen tono y mejor entonación. Los
ojos expresan sosiego. Una quietud vacacional y ociosa salpicada de brotes
sorprendentes: me imagino a la felina Zapaquilda en La Gatomaquia de
Lope escudriñando…
Luz en los escaparates, carteles
atractivos, puertas abiertas, terrazas primaverales.
Y… palomas revoloteando a nuestro
alrededor.
Vecinos, amigos y visitantes. Con
mascarilla y distanciados, afables siempre.
Perros con dueños, motos insonoras,
rodadas suaves, aceras limpias y balcones arbolados.
Respeto y convivencia. Conocer y
compartir. Disfrutar de ese oasis capitalino. Cada uno a lo suyo sin molestar.
Modelo de la movida ochentera, hoy referente internacional. Sensación de
comodidad. Sin apreturas.
Un saludo, una invitación, más
calles y mucho paseo. Avanza la mañana y prometemos volver otro día. Muy
pronto.
Las palomas se han acostumbrado a
nosotros.

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