tempus fugit |
Sobre todo, se va, sin remisión, inexorable.
Ya lo
cantaba Manrique, ya lo lloraba Quevedo.
¡¡Como
para no llevar la cuenta de su fugacidad!!
Me
interesan algunas expresiones al respecto: “vivir el presente”, “el futuro no
existe”, “perder el tiempo”, “malgastar el tiempo” …
Me voy
a detener en la PÉRDIDA.
Creo
que la magdalena de Proust es un buen ejemplo: mojada en el té evoca recuerdos
guardados en la memoria del protagonista a través de su olfato.
Y
perdemos tiempo con el pasado, abstraídos con lo que fue y ya no será, por más
vívida y lúcida que tengamos la capacidad cerebral para traer y atraer lo
pretérito.
Pero
es muy legítimo, personal e intransferible la percepción que cada uno tiene del
tiempo. Y a ciertas edades, es de lo poco que nos queda: el tiempo. Escueta la
temporalidad vital.
el tiempo vuela |
Reivindico
el extravío no como nostalgia de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sin
añoranzas ni melindres. Abomino del esfuerzo tan actualísimo de un carpe diem
estresante: “concéntrate en el aquí y ahora, disfruta del momento, vive como si
no hubiera un mañana” … ¡qué trabajera! Acabo agotada de tanta intensidad
presentista.
A mis años -y a los de cualquiera- es de justicia, porque yo lo valgo, DECIDIR. Y ahí es donde radica el ser esencial: decidir con quién estar, dónde, cuánto, cuándo y cómo. Decidir a quién se dedica el cómputo del tiempo; yo me pienso dueña y señora de ese acto volitivo y libérrimo. Y si quiero perderlo, me asiste mi derecho.
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